Otra vez Europa está confinada. Se cuentan por miles el aumento de contagios y los terribles problemas derivados del virus.

Sin duda, la primera que se enfermó con el COVID-19, fue la economía mundial, que ya lleva varios meses en cuidados intensivos.

Los científicos más conservadores hablan de al menos un año más en la misma situación. Por lo pronto los colombianos estamos condenados a continuar viviendo con miedo. Miedo a que nos roben, al contagio, a no tener dinero, al desempleo, a no tener futuro.

A este negro panorama, se le suma las delicadas secuelas económicas y sociales a nivel global. Y ojo, que no son vaticinios negativos, para nada. Es la realidad.

Mire a su alrededor y vea las necesidades de los otros, las suyas. No es una exageración.

Recuperar el aparato productivo puede llevar años, pero sin pandemia. No podemos cerrar más, ni encerrarnos más.

Esperar a que todo sea mejor, es la esperanza con la que nos levantamos a diario, pero no es menos importante añadir a esa idea, la de prever que las cosas en el corto plazo no van a cambiar. 

Y como no van a cambiar tenemos que prepararnos para lo que viene.

Por ejemplo, se terminó el año escolar, y estos 7 meses atípicos, anormales, raros y diferentes dejan muchas enseñanzas que contar.  Incluyendo, claro, a las autoridades educativas, profesores y alumnos.

En casa, nuestros 4 hijos siguieron estudiando en la rareza de la educación virtual. Pero si el año entrante vamos a estar encerrados otra vez, tendremos que hacer algunos cambios. Empezando por los colegios públicos del Distrito.

Acaso, ¿no se han dado cuenta que la cobertura de internet es precaria y que muchos de los niños no tienen siquiera un celular para conectarse durante las clases virtuales? Sería un engaño afirmar que todos los niños tuvieron la oportunidad de educarse.

Por supuesto que los padres reconocemos el esfuerzo que han hecho los maestros por cumplir su labor en condiciones completamente adversas.  Pero lamentablemente eso no fue suficiente.  Y no lo es, porque hablamos de competencias fundamentales para el resto de la vida.

Parece que se le olvidó a la administración, que la educación es un derecho y que a los gobernantes los elegimos para que garantizaran estos derechos.

¿Y cómo se garantiza? Siendo eficientes. Con sentido común. Los niños de los colegios Distritales deben tener lo mismo que los colegios privados y no están recibiendo eso.

No es con guías interminables que se educan. Incluso los profesores deben tener condiciones reales para garantizar una enseñanza manera virtual adecuada.

Tanto a los profesores como a los alumnos, se les debe garantizar la conectividad como mínimo. No les dieron ni siquiera un computador a los maestros y mucho menos les garantizaron plataformas ni una buena conectividad. En Bogotá entregaron 25 mil tabletas, pero la población estudiantil llega casi a los 800 mil alumnos.

Se requiere articulación y no peleas. La gente sigue gastando agua, luz, gas, pero muchos no tienen ingresos y no tienen cómo pagarlos. Eso, sin entrar a evaluar el anhelo de unos y otros por una reactivación económica, que como decían las abuelas más parece una receta de pajaritos preñados.

¿Cómo el gobierno va a garantizar el empleo? Lejos estamos de bajar la desocupación. Lejos estamos de incorporar los sectores afectados por la pandemia. Lejos estamos de ver soluciones y no buenas intenciones.

En medio de semejante panorama se escuchan otros remedios con voces que quieren anticipar la campaña y la verdad que esos que se lancen la van a tener muy dura. Deberían esperar o simplemente ver a estos que no llevan un año haciendo mal.

Salir aterra, la delincuencia nuevamente alborotada, la violencia en su máxima expresión, las peleas por lo divino y lo humano son el mal de cada día, pero las familias están sufriendo.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.