Me sentí liberada. 

Empezó con un permiso de una semana y hoy completo un poco más de 6 meses lejos de mis rutinas de ejercicio y mis opciones de alimentación saludable. Volví a los dulces sin ninguna restricción y a las harinas que se me antojaron. Dejé de mantener el equilibrio nutricional y complací cada uno de mis caprichosos de ”chucherías”. Apagué la voz de mi ‘yo healthy’ y le subí el volumen a la ‘gordita’ que hay en mi cabeza. Esa que delira con el chocolate y el azúcar en casi todas sus presentaciones.

 

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Por eso, me ausenté de este espacio. No había una sola experiencia ‘fit’ que pudiera compartirles. Todo lo contrario. Había empoderado a mi versión ‘fat’ y estaba muy feliz de hacerlo. Por primera vez, era plenamente consciente de mi ‘recaída’ y no tenía el más mínimo remordimiento.

“Crea fama y échate a dormir”

En uno de mis post en redes, mostré una combinación muy dulce, capaz de causar un coma diabético inmediato: una mezcla de helado de chocolate con muchos chokis y leche condensada. Solo leerlo resulta bastante empalagoso. Me causó curiosidad ver respuestas como: ”Estoy segura que no te comerías eso” o ”Eres de las que intenta convencernos que come cualquier cosa sin engordar”. Me sentí falsa. Supe que en esa pequeña pantalla y en la minúscula comunidad en la que existo soy la chica fit con voluntad inquebrantable. Una mujer de ficción. La protagonista de un libreto que me he inventado. Esa que encara una historia de fantasía que está muy lejos de la realidad. Y ahí, en ese momento, caí en cuenta que, sin proponérmelo, estaba siendo una copia de tantas otras chicas que rinden culto a su figura y hacen creer a los demás que no se agotan, que jamás se rinden y que nunca pierden el foco.

 

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Me siento aliviada al reconocer que no lo soy. Estamos acostumbrados a ver personas con una disciplina de hierro. Yo misma tengo en mi Instagram a muchas de estas. Personas que están sobradas de voluntad y constancia y nos sentimos frustrados por no llegar ni siquiera a ser parecidos. Las admiramos, las endiosamos y hasta las envidiamos. ¿Te pasa? No, claro, solo me sucede a mí.

Entendí que creé una imagen malformada de mí misma, que yo soy responsable de esto y que estoy en el deber de transformarla y reconocer que es una ilusión. Entendí que compartir los caminos que considero equivocados también puede ayudar a otros y que son tan valiosos como los que he sentido acertados.

La necesidad de equivocarnos

Hoy, soy consciente de que en mi proceso necesito pausas, esos cambios drásticos, esos respiros. Hoy los logro disfrutar sin arrepentimientos, pero no siempre fue así. Antes les llamaba errores, tropiezos, falta de disciplina. Los odié, los rechacé y permití que me minimizaran y me mataran de culpa. Lo cierto es que creo que estuve muy equivocada. Dejé de juzgarme y empecé a intentar entender qué es lo que me cansa a tal punto de decidir mandar todo esto de la vida saludable al carajo, al menos por un tiempo. Porque no les voy a negar, es una vida que me encanta. Me apasiona ver la capacidad que tenemos para transformarnos y revitalizar esa máquina maravillosa a la que llamamos cuerpo, aunque en el proceso no siempre estoy motivada.

Pero, ¿por qué pese a la felicidad que me proporciona cuidarme me permito tomar un camino hacia otro rumbo tan opuesto? Me tomó tiempo entenderlo. En mi caso, un asunto inesperado y profundamente doloroso me cambió la ruta, pero yo lo permití. No soy víctima de este hecho y tampoco lo estoy usando como pretexto para justificar mi cambio. Esa, creo, es la diferencia entre los desvíos de antes y el de ahora.

La vida cambia en un segundo. Lo oímos todo el tiempo, pero un día lo vives en carne propia. Una persona que amo profundamente fue diagnosticada con una enfermedad cruel y despiadada sin que nadie pueda hacer nada. Va apagando la llama de su vida frente a todos, frente a ella misma. El cuerpo, ese que admiro tanto, se convierte en una prisión que encierra a la víctima. ¡Horrible! Lejos de despertar lástima, comparto lo que ha significado para mí ser una observadora inútil en todo esto. Seguro hay un por qué y un para qué, pero hoy todo es muy confuso. No puedo salvarla. Qué más quisiera yo. Pero puedo valorar aún más nuestra presencia física aquí, valorar más este organismo perfecto que nos permite experimentar tantas cosas, cuidarlo y darle lo mejor, nada menos.

Así, volvieron las ganas de retomar mi camino. Ese es, no tengo duda. Entendí que lo que determina nuestro comportamiento está estrechamente asociado a lo que sentimos. Por ejemplo, estar triste me llevaba a un atracón de postres que me brindaban refugio, aunque fuera por un momento y cualquier evasión al dolor, por temporal que sea, lo consentimos con felicidad.

Gracias a Dios las decisiones que tomamos, equivocadas o no, tienen consecuencias. En este libertinaje hipercalórico e irresponsable me empecé a sentir mal. Mareos, pereza crónica y muchas ganas de nada. Esa no es una versión que yo quiera, tampoco la que me merezco. Y sé que para cambiar el resultado irremediablemente debo cambiar lo que estoy haciendo. Así que retomo los buenos hábitos. No hay nada de malo en ellos.

Algunos comprenden esto muy temprano, otros nos tardamos más, pero también están quienes nunca lo ven o aunque lo hacen, se desentienden del hecho. No importa como sea, si estás leyendo esto es porque tu ya lo sabes, lo viste, te diste cuenta ¿Qué elección harás?

 

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¡Yo, regreso! Ojalá para no desviarme tan lejos. Y quiero compartirte mi volver a empezar en este espacio. No es fácil, tiende a ser duro, pero es posible. Lo primero, para volver a empezar, en cualquier cosa que te propongas, aún cuando nada tenga que ver con tu peso o tu imagen y salud, es saber que no puedes iniciar el proceso delegando toda la responsabilidad a tu disciplina o voluntad. Estas dos son efímeras y, en cualquier momento, te dejan sola y vulnerable.

Si como yo estás en un volver a empezar o te has animado a iniciar un cambio propio, te invito a que lo hagamos juntos. Cada columna estará cargada de herramientas para apalancar nuestro deseo, aunque la motivación esté por el suelo. ¡Vamos a hacerlo!

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.