Si es de género femenino, ¿por qué razón se dice y se escribe el agua en vez de la agua? Es una buena inquietud lingüística, que yo absuelvo enseguida. 

En gramática española, cuando las palabras de género femenino comienzan por ‘a’ o ‘ha’ tónica, es decir, con pronunciación más intensa o fuerte que las demás sílabas que las componen, el artículo determinante debe ser el. (El agua).

Si no se cumple esa regla, es decir, si la palabra analizada comienza por ‘a’ átona (que no tiene tono o acentuación fuerte), el artículo femenino se mantiene también en femenino. (La amiga, la ambigüedad, la amistad). 

De esto tenemos, entonces, que se diga el agua, no la agua. La ‘a’ inicial de agua es tónica (tiene acento fuerte), y, en consecuencia, el artículo que la antecede debe ser de género masculino: el. ¿Para qué se dispuso tal norma? Para eliminar la malsonancia que producen las dos aes al juntarse: la ‘a’ del artículo ‘la’ y la primera a del sustantivo agua. Si tal separación no existiera, sonaría algo así como «lagua». (Haga mentalmente, apreciado lector, el ejercicio).

Ese accidente gramatical también sucede en otros vocablos semejantes al ya citado, como en los siguientes:

• El hacha, no la hacha.

• El hada, no la hada.

• El hambre, no la hambre.

• El águila, no la águila.

• El alma, no la alma.

• El alba, no la alba.

Ahora bien, debe tenerse en cuenta que se mantiene inalterable la forma femenina, si el sustantivo es plural (las aguas), o si entre el artículo y el sustantivo hay otra palabra que la califique, es decir, un adjetivo. En este último caso no se dice ni se escribe, por ejemplo, «el fría agua». Eso será errado. Se dice y se escribe «la fría agua».

Lo mismo sucede en otros casos similares:

• La linda hada, no el linda hada.

• La filosa hacha, no el filosa hacha.

• La imponente águila, no el imponente águila.

• La pura alma, no el pura alma.

• La fina alba, no el fina alba.

• Las rapaces águilas, no los rapaces águilas.

Estos casos de presencia de palabras tónicas que comienzan por ‘a’ o por ‘ha’ demuestran la versatilidad que caracteriza al idioma español. No es inamovible e imponente en sus giros idiomáticos, como los legos en gramática tanto lo afirman. Por carecer de apoyo académico, «enjuician y condenan» injustamente todo el idioma.

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Todas las columnas de Jairo Cala Otero.

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