A comienzos de esta época, miles de adictos al opio deambulaban como zombis por las calles de las principales ciudades de China. Tal era la cantidad de personas enganchadas a esta sustancia que el emperador Daoguang decidió prohibirla en 1829, pero lo único que consiguió fue elevar su precio en el mercado ilegal.

Los comerciantes británicos, con el beneplácito de su gobierno, inundaban el país asiático de droga pues así se equilibraba la balanza comercial. Desde China salía hacía Europa té, porcelana y seda, mientras que los asiáticos apenas compraban nada.

En el puerto de Cantón, en la primavera de 1830 se organizó una gran quema de opio incautado que duró varios días, ante la mirada desesperada de miles de adictos. Nueve años más tarde la situación había empeorado y las autoridades chinas solicitaron a los británicos que entregasen toda la droga que hubiera en las bodegas de sus barcos. De allí salieron nada menos que mil doscientas toneladas, que de nuevo fueron incineradas.

Pero la requisa fue tomada como una afrenta por el gobierno británico que lo vio como una medida en contra del libre comercio. La prensa inglesa se encargó de calentar los ánimos tachando al país asiático de bárbaro y el 27 de julio de 1840 Gran Bretaña declaró la guerra a China. Tan descabellada fue aquella contienda que el político Willian Ewart Gladstone que más tarde sería primer ministro, dijo que le temía a: “El juicio que Dios vaya a hacer de Inglaterra tras nuestra injusticia para China”.

La guerra terminó en 1842 con la humillación de China en unos acuerdos que se pasaron a la historia con el nombre de “tratados desiguales”. Ríos de opio corrieron desde entonces por el país del lejano oriente cobrando la vida a millones de personas.

Pero el gobierno británico no se contentó con eso, visto que era muy fácil humillar al gigante asiático inventaron una excusa para una segunda guerra. Los chinos abordaron un barco pirata conocido como el ‘Arrow’ y estalló otra nueva contienda. Esta mucho más cruel entre 1856 y 1860, en esta ocasión los británicos arrasaron parte de Pekín quemando el palacio de verano del emperador, una de las joyas arquitectónicas de Asia que se perdió para siempre.

Tras esta nueva humillación, los chinos tuvieron que aceptar no solo el tráfico de opio, sino que además los comerciantes no pagaran impuestos. Y la cosa no quedó ahí, tras el nuevo tratado se reinventó la esclavitud, aceptando la salida del país de los conocidos como culíes, mano de obra barata cuyos cadáveres hoy se encuentran en obras tan emblemáticas como el Canal de Panamá o el Tren Intercontinental de EEUU. Además los británicos se quedaron con Hong Kong y se amplió el dominio de Macao para los portugueses. La droga fue base de un colonialismo injusto que ha llegado hasta nuestros días.

Me gustaría decir que las cosas han cambiado y que gobiernos jueguen con el narcotráfico es cosa del pasado, pero eso está alejado de la realidad. La CIA utilizó la cocaína colombiana para financiar a la contra nicaragüense. Episodio que ya hasta se ha convertido en película: ‘American Made’ o ‘Barry Seal: solo en América’, donde Tom Cruise encarna al agente de la CIA Seal, asesinado por sicarios del Cartel de Medellín.

Y es que tratándose de hacer plata fácil nadie se resiste. Quién paga son los de siempre, los adictos a millones en los más diversos rincones del mundo. Ojalá algún día finalice de una vez por todas esta danza macabra que cobra miles de vidas todos los años. Espero equivocarme, pero mientras dé tantísimo dinero, hasta la maldad de los narcos será utilizada por algunos gobiernos para financiar acciones de dudosa moralidad. Así de miserable es la condición humana, la riqueza, el dinero y el poder siempre estarán por encima de la vida de los adictos que muchos sencillamente tachan de viciosos. Aunque desde mi punto de vista el peor vicio que existe es despreciar la vida de otros seres humanos.

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