Debo confesar que quedé sorprendida al leer ‘Desde el fondo del mar’, (Penguin Random House, 2019), de María Carolina Hoyos, la hija de Diana Turbay y hoy exitosa Presidente de la Fundación Solidaridad por Colombia, entidad a la cual le ha impreso su moderno, digital y esperanzador sello, en una sucesión de oro de la labor que por tantos años lideró su abuela Nydia Quintero. Un libro cuidadosamente bien escrito.

Los que vivimos los dramáticos tiempos de Pablo Escobar aún recordamos con angustia el secuestro de Diana Turbay, una de las mejores periodistas del momento, y recordamos el dolor en las caritas de sus hijos, esos niños que hoy son unos adultos que están empezando a dejar huella en la historia del país. “Porque si bien existen muchas formas aterradoras de violencia, el secuestro es tal vez la peor de todas. No solo hay un ser humano privado de su libertad, sino que la familia entera queda en una especie de limbo, donde ellos también viven su vida como si estuvieran secuestrados”, nos recuerda la autora.

Uno se pregunta muchas veces: ¿cómo unos niños/jóvenes pudieron hacer el duelo del secuestro y asesinato de una madre? Y nos dice Maria Carolina: “Pensé que no iba a ser posible superar un dolor tan grande, pero es ahí, en esos momentos de enorme pérdida, donde comprendemos quiénes somos”. Y es ahí cuando empieza la magia de la crónica del libro.

María Carolina compara su proceso con el buceo y en esta breve reflexión sobre su libro voy a permitirme parafrasearla muy a menudo: “Cuando comencé a bucear, aprendí que, en todo, el buceo es como la vida. Para empezar, es el único deporte que no se puede practicar de manera individual…Bajo el agua es cuando en realidad se aprende a jugar en equipo para sobrevivir. A ayudarse, a acompañarse. Como la vida… un buzo debe saber cuándo soltar aire para volver a aspirar. Dejar ir una cosa para agarrar otra nueva…Al igual que el buceo, la vida tiene estas situaciones. A veces uno siente que se ahoga, que no puede respirar. Y es ahí donde uno necesita buscar opciones, trazar un plan …”, reflexiona la autora.

Conocer historias de vida es una de mis pasiones. Mas que la historia contada por los vencedores, esas pequeñas historias contadas desde la intimidad de cada uno de sus protagonistas, son las que nos enseñan verdaderamente los intríngulis de la naturaleza humana. La de María Carolina, ‘Colola’ para los amigos, es una crónica interior, y digo crónica en todo el sentido periodístico de la palabra tal como Juan Gossaín lo reconoce en el prólogo del libro.

No nos encontramos, por fortuna, ante una catarsis –aunque lo sea– de autosuperación, porque “el dolor que no se libera ni se expresa abiertamente entonces gime en el corazón y lo destruye” sino ante un fino relato, si quiere periodístico, del paso a paso cronológico de cómo ella fue superando, de la mano de una red de familia y amigos, una situación tan traumática y dolorosa; un relato que, debo confesarlo, por momentos arranca lágrimas, incluido un final que podría llamar positivamente dramático en el que se observan una serie de fotografías familiares y de amigos en donde logra sumergirnos a través de su recuperada sonrisa en un mar de cariño indisoluble que fue clave en su “salir adelante”.

Cuando uno se avergüenza de algo procura ocultarlo. Pero María Carolina no solo no oculta la tristeza sino que hace de ella una inspiración y un nuevo comenzar: “Es verdad que no hay que avergonzarse de estar tristes. Pero hay que asumir la tristeza, hay que llorar y hay que ponerle plazo al duelo y empezar a enfrentarlo para poderlo superar.”

El libro nos atrapa con su concepción del “perdón”, en la mas amplia de sus acepciones posibles porque “quien perdona lo hace porque sabe que la vida tiene un valor, pero no un precio” y como “los sajones antiguos decían que el perdón es dos veces bendito, porque bendice al que lo da y al que lo recibe”.

Los 8 pasos de John Kotter aplicados al proceso de perdón y de reinvención que vivió María Carolina, son sencillamente aplicables a cualquier proceso empresarial, laboral, personal, espiritual y ella se encarga de convencernos de ello a través de su experiencia: Crear una poderosa coalición – no podemos solucionarlo todo solos-, crear una visión de cambio, comunicar adecuadamente ese cambio, eliminar los obstáculos y convertiros en oportunidades, asegurar y reconocer triunfos de corto plazo, construir sobre el cambio, y afianzar el cambio como cultura permanente.

Y de la mano del perdón, viene el acompañamiento, las redes familiares, laborales y de amigos, en últimas, viene la solidaridad porque “es importante reconocer que el dolor es un síntoma, bien sea de una enfermedad o de una tristeza, y que uno no puede lidiar con una tragedia en solitario… El apoyo, la ayuda, el amor, son la base de todo. Crear equipo, evitar el individualismo, trabajar por un bien común…. Si tenemos a alguien que nos ayude a salir adelante, que nos impulse, que nos imponga metas y nos obligue a ver el lado positivo, el problema será más fácil de solucionar, y más llevadero el dolor… Porque es con ese círculo cercano con quien enfrentamos los problemas juntos, como un equipo, o crecemos como una empresa o nos afianzamos como amigos o pareja”.

Esa solidaridad entendida como la adhesión a la causa o a la empresa de otros que no han tenido nuestros privilegios o no la han pasado tan bien como nosotros, aun cuando nosotros hayamos tenido momentos verdaderamente difíciles. Esa solidaridad entendida como un vínculo comprometido y decidido, de esos que permanece en el tiempo, bajo el viejo lema de “todos para uno y uno para todos”: Solo así, con esa solidaridad de manada, nos podremos “sacarnos adelante” como familias, como comunidades, como sociedad.

En estos tiempos de tanta radicalización religiosa, política, racial, y de toda índole, en donde el rencor es el rey, necesitamos mas solidaridad y menos rencor: “la muerte de mi mamá me ha hecho entender que si vivimos todo el tiempo con el pasado en la cabeza, reviviendo lo malo una y otra vez, terminaremos enloqueciendo…. así como los duelos deben enfrentarse, así como los problemas deben solucionarse, así como las discusiones deben zanjarse, los rencores también.”

Todas las citas que dejo en estos apuntes, son solo un abrebocas de un libro que se lee desde la emoción. El libro de María Carolina nos refresca el alma: nos hace sentir que si ella pudo, todos podemos, y lo que nos queda es agradecerle es que haya compartido con nosotros sus personales herramientas para lograrlo con creces. Su presencia en la Fundación Solidaridad por Colombia, como digna sucesora de su abuela, es un aliciente, es una esperanza, es en fin, el inicio de una renovada etapa de la Solidaridad en Colombia.

Columnas anteriores

Migración venezolana: de la mixofobia, aporofobia y xenofobia a la solidaridad y empatía

Ángela Becerra, o el idealismo mágico en Betsabé Espinal

Largo pétalo de mar: reflexión sobre la resiliencia de la migración, el amor y el destino

La verdadera protesta: empoderarnos de nuestros derechos y deberes en el sistema de salud

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.