En su escrito de este martes, Hernández Bolívar dice escuetamente que “es momento” de despedirse “por decisión de la Dirección” del periódico capitalino.

Pero también dice, en las mismas cuentas que hace, que la de él ha sido “la opinión más cercana a la de la gente del común, una opinión de estrato 3, muy lejana de los centros de poder”.

Su línea de pensamiento había quedado fielmente reflejada en la última columna del año pasado (10 de diciembre de 2018) en la que planteó que “sería interminable enumerar las contradicciones y los vacíos en que ha incurrido Petro en su intento de demostrar que metió la pata, pero no la mano”, en relación con el video difundido por el Centro Democrático en el que el exalcalde de Bogotá aparece recibiendo fajos de billetes.

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Y también cuando califica despectivamente de “conmilitones” (soldado compañero de otro en la guerra, según RAE) de Petro a Sergio Fajardo, Claudia López y Antanas Mockus, que calificaron, respectivamente, de “tenebroso”, “de mafiosos” y que “merece sanción social y algo de sanción legal” la actitud del exalcalde de Bogotá.

“Petro podrá salir con sus falacias de siempre y sus berrinches de persecución política, pero le será imposible hacernos olvidar su verdadera esencia, la del falso revolucionario que acaricia los fajos lujuriosamente pensando en sus [zapatos] Ferragamo de millón ochocientos, en sus jeans Ricky Straight de millón trescientos, en sus mansiones milmillonarias y en sus carros de lujo, todo eso que identifica a un nuevo rico”, agregó Hernández Bolívar en esa columna.

Y añade una afirmación que refleja la vieja postura del uribismo: “No creo en la Corte Suprema de Justicia porque hace mucho que viene marcando un sesgo de izquierda inocultable”.

Hernández Bolívar también es columnista de El Mundo, de Medellín, en donde, lo mismo que en el periodo que duró en El Tiempo, difunde si ideario. Es célebre la columna que escribió en el periódico paisa el 13 de octubre de 2014 en la que critica duramente la negociación de paz del gobierno de Santos con las Farc.

En ella, relaciona lo que para él son dos medidas “desesperadas” de Santos para “vencer la profunda desconfianza de los colombianos en ese proceso”: publicar “60 páginas llenas de lugares comunes, compromisos multimillonarios y peligrosos silencios”, y “fletar una columna de Daniel Coronell en la revista Semana, quien más que un periodista es un contratista del Estado al que el gobierno de Santos favoreció […]”.

“Lo que el ‘Juampa’ ha pretendido es hacerles creer a los incautos que Uribe intentó una negociación tan laxa como la suya, y hasta peor”, agrega Hernández Bolívar en esa columna. “Un engaño cuyo fin es el de disipar la sensación de que el país se le está entregando al castrochavismo”.

También elaboró entonces un concepto que, a propósito del atentado terrorista del Eln que dejó 21 cadetes de la Policía muertos en Bogotá, ha enarbolado el uribismo: “La verdad […] es que la ‘guerra’ de Uribe nos trajo la paz, y la ‘paz’ de Santos nos devolvió a la guerra”.

Hernández Bolívar afirma en su columna de despedida de El Tiempo, sin embargo, que no le debe “un tinto a nadie”, y que no ha tenido “canonjías ni contratos”. Subraya, además: “No he tenido línea directa con nadie, no he aceptado sugerencias de nadie, que nadie me ha dictado nada. Todas las columnas han sido mías por entero, hasta el último punto final […]”.