Por: Más allá del silencio

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Jul 18, 2025 - 5:39 pm
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El atentado contra el senador Miguel Uribe Turbay ha generado no solo preocupación nacional, sino una ola de especulaciones en redes sociales. Algunas versiones señalan que el ataque fue simulado o que las balas eran de plástico, mientras que otras sugieren que podría tratarse de una estrategia política para generar simpatía.

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Ante el desconocimiento general sobre las consecuencias de un trauma cerebral como el que sufrió Uribe, se consultó a expertos como el neurocirujano Remberto Burgos de La Espriella y el neuropsicólogo Rodrigo Caraballo para entender la magnitud de este tipo de lesiones.

“El cráneo es penetrado, el cerebro recibe el impacto y se forma una onda explosiva que puede causar cavitaciones —lesiones internas temporales o permanentes—, hematomas y daños en estructuras vitales como el seno longitudinal superior, responsable del drenaje venoso cerebral”, explicó el doctor Burgos, quien no hace parte del equipo médico del senador, pero se basa en los reportes oficiales de la Fundación Santa Fe.

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Según la experiencia clínica, el 50 % de las personas que sufren un disparo en la cabeza mueren en menos de dos horas. De quienes logran llegar con vida a un hospital, otro 40 % fallece en los días siguientes, y solo un pequeño porcentaje logra una recuperación parcial.

“La posibilidad de que una persona con trauma penetrante regrese a su vida funcional —no solo a sobrevivir— es extremadamente baja. Incluso si vuelve a caminar o hablar, puede perder capacidades como el lenguaje o la coordinación”, aclara Burgos.

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El concepto de “muerte cerebral”, que también ha sido mencionado, se diferencia del estado de coma. Un paciente puede salir del coma; en cambio, la muerte cerebral es irreversible y requiere pruebas estrictas para ser diagnosticada, lejos de la influencia de medicamentos y con múltiples especialistas independientes.

La recuperación neurológica es lenta y depende de múltiples fases: la superaguda (primeras 2 horas), aguda (hasta el quinto día) y subaguda (hasta un mes), con seguimiento de equipos interdisciplinarios.

Más allá del ruido digital, lo cierto es que Uribe enfrenta un proceso clínico complejo. Las conjeturas deben ceder ante el respeto por la vida y la ciencia.

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