La capital del Atlántico acumulaba a comienzos de esta semana más de 1.000 casos y 55 fallecidos por cada cien mil habitantes, mientras que el promedio nacional era de 203 y 6,9, respectivamente, reseña Thierry Ways en su columna de El Tiempo, en la que también recuerda que, para muchos, “la razón” de esa situación es que los barranquilleros y los atlanticenses carecen “de una proteína llamada ‘cultura ciudadana’, lo que nos hace más irresponsables y propensos al contagio”.

Si bien admite que los atlanticenses no son “un dechado de disciplina social”, la indisciplina que les achacan “no es exclusiva” al departamento. “No creo que tengamos más o menos ‘cultura ciudadana’ que el resto de la región Caribe”, agrega. “Y, sin embargo, nuestras cifras de covid son dramáticas, lo que sugiere que la incultura no basta como explicación”.

Para Ways, si se quiere llegar al fondo del problema, hay que considerar otras variables, entre las que menciona la prevalencia del mototaxismo como medio de transporte, “ya que el virus puede pasar fácilmente del conductor al pasajero por la brisa, además del riesgo que supone el uso compartido de cascos”.

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Pero también menciona otras como la densidad poblacional, el número de personas que viven en cada hogar, las debilidades administrativas y sanitarias y las elevadas tasas de pobreza e informalidad de la región, “que obligan a las personas a literalmente salir a rebuscarse la vida”.

A todas las anteriores, que son comunes a la región, este columnista agrega otra que le dio “un empujón adicional que le impartió velocidad al contagio local”, y que pudo ser “una siembra más significativa de casos importados (durante el carnaval de febrero, por ejemplo) o el vínculo cercano, que no turístico, que Barranquilla, una ciudad de inmigrantes, mantiene permanentemente con viajeros del exterior”.

Así que, para Ways, “la explicación del ‘pueblo recochero’ es simplista, moralista, insuficiente y anticientífica” y “solo ha servido para estigmatizar al departamento, al tiempo que nos aleja de la verdad”.

Otro que alza su voz contra la estigmatización de los costeños en medio de la pandemia por el coronavirus es Edinson Pedroza Doria, en El Universal. Para él, las gentes de los barrios deprimidos, a raíz de la llegada de la pandemia de coronavirus, “han hecho evidente muchas de las grandes vicisitudes por las cuales atraviesan los pueblos del caribe y el pacífico colombiano”.

Cuarentena, imagen de referencia.

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Y destaca entre estas problemáticas, “la estigmatización o el prejuicio de que se merecen ese destino por su mal vivir y actuar. Están signados por un presente y un futuro aciagos. Tal vez por eso se rebelan incumpliendo normas impuestas sin mirar consecuencias, muchas de las veces siendo intolerantes y violentos ante la pérdida de algún familiar. Quieren ser libres y se burlan de la muerte así mueran en esa rebeldía”.

“¿Cómo se les pide a las gentes de los barrios populares que permanezcan por largo tiempo en ‘sus casas’, en condiciones de hacinamiento, con pocos espacios, viviendo dos y hasta tres familias y sin un trabajo formal, y teniendo que salir diariamente al rebusque para alimentar a sus familias? ¿Tienen argumentos sólidos aquellos que critican desde la comodidad de sus hogares, con ingresos suficientes y condiciones suntuosas para decirles a esas personas, ‘al populacho’, que no pueden salir a hacer higiene mental o refrescarse ante el calor inclemente, cuando las empresas de energía y de agua les quitan los servicios tres o cuatro veces a la semana?”, se pregunta Pedroza Doria.

Se queja también de que “en los últimos días, la prensa hablada, escrita y televisiva, así como las redes sociales, se han ensañado con las gentes de ciudades de la costa en general y, de Barranquilla y Cartagena en particular, porque muchas de éstas no acatan los protocolos y normas señalados por los gobiernos, nacional y municipales, durante el confinamiento. Según éstos, son personas ‘incultas y mal educadas’ que merecen el señalamiento y la lapidación social”.

León de la biblioteca de Nueva York, durante la pandemia de COVID-19

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“Esos constructos que laten desde hace tiempo en el imaginario de muchos interioranos han permeado las percepciones que se tiene de hombres y mujeres caribeños desde hace muchísimo tiempo atrás”, subraya este columnista en el diario cartagenero. “El caribe y sus gentes han sido vistos como un apéndice más, como territorio lleno de negros, indios y mulatos tomadores de ron y jugadores de dominó. Pueblos y ciudades inmersos en una corrupción provocada por caciques y gamonales oportunistas que han usufructuado desde tiempos inmemoriales los pocos recursos que el gobierno central destina a estas tierras calurosas e infestadas de miasmas marinos”.

Al coro de analistas que rechazan las críticas a los costeños se une en El Heraldo Roberto Zabaraín, y asegura que el tema del manejo de la pandemia “hay gente que, en vez de aportar iniciativas, o siquiera dar ideas para ayudar, se dedica a criticar todo lo que se hace, como si no fuera la indisciplina social sino los gobernantes los culpables de la masificación de los contagios”, y plantea: “Valdría la pena preguntar a los críticos, nuevos expertos en epidemiología, qué hubieran hecho de estar al mando, o qué hicieron cuando lo estuvieron”.