“Tengo que haber pisado callos muy poderosos  porque este nivel de agresión desborda cualquier tipo de reivindicación de los grupos de activistas”, dijo Manuel Elkin Patarroyo, citado por El Tiempo.

Sin embargo, el científico no aclara qué callos poderosos pisó ni a qué se refiere cuando dice que “existen intereses que van más allá de lo ambiental y lo ecológico”.

Patarroyo, además, afirma que ha recibido amenazas por redes sociales, llamadas telefónicas y mensajes de correo electrónico, así como situaciones en las que lo confrontan.

“Al terminar una charla en la Universidad Pedagógica y Tecnológica, fue increpado por individuos con gritos y empujones frente a directivos de esa institución”, dice El Tiempo.

Patarroyo, citado por ese medio, comenta que usualmente responde con “rigor científico” los cuestionamientos que han llegado a los tribunales.

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“Sin embargo, ante estos hechos, que han venido creciendo dramáticamente, no tengo otra salida que denunciarlo y ponerlo en conocimiento del público nacional e internacional”, añade.

Estas denuncias de Patarroyo se conocen casi tres semanas después de que Los Informantes reveló la versión de un indígena que dice que le ha vendido monos a la fundación del científico.

Esa denuncia no es la única que se ha difundido sobre el tráfico de monos nocturnos o ‘musmuquis’, como se les conoce en la región amazónica, reseñó el programa.

La revista de la Academia Colombiana de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales ya había dado parte de la situación en junio de 2011, señalando a la investigación biomédica de la malaria como la causa del tráfico de esta especie de primates, que ha sido calificada como un grupo vulnerable.

La investigación del periodista Federico Benítez, de Los Informantes, no solo respalda las afirmaciones de la comunidad científica en relación al presunto atentado contra esta especie y el hábitat que la protege, sino también evidencia que, a pesar de que la autorización para cazarlos ya no tiene vigencia, los indígenas los siguen capturando para venderlos a la Fundación Instituto de Inmunología de Colombia, de Patarroyo.

Cada mono es vendido en 100.000 pesos, según Gulfan Rodríguez, un indígena ticuna.

Rodríguez le dijo a Los Informantes que las faenas de cacería se extienden hasta la selva peruana hasta donde no llegan las prohibiciones de Corpoamazonía para cazar y devastar el entorno natural.