“Cuando un periodista o un director de medios deja que la manada tuitera imponga su agenda, está abandonando su trabajo”, escribe Vélez en el diario bogotano. “No tiene ningún valor que una persona dedicada a este oficio se convierta en un notario de los deseos de las masas y deje de lado toda su formación y experiencia a cambio de una lista de tendencias”.

Para Vélez, el periodista que actúe así “simplemente estafa a su medio y, lo que es más importante, a su público, al que debe servir más allá de la búsqueda de la popularidad, el rating o los likes”.

Y explica en pocas palabras el negocio virtual, en el que se lucran las grandes plataformas con la manipulación y la actividad de los usuarios: “Entre más usuarios en redes, más ingresos por publicidad para la plataforma. Y para lograr más usuarios e interactividad, entre más polémica, indignación y sangre, mucho mejor”.

Todo lo simplifica aún más, sosteniendo que “Facebook, Twitter e Instagram no están en el negocio de la responsabilidad. Al contrario, se nutren del escándalo y el descontrol”.

Esto, puesto en otra perspectiva, resulta aún más preocupante en el contexto de las manifestaciones que se vienen desarrollando con ocasión del paro nacional.

En ese sentido, Juan Lozano hace notar en su columna de El Tiempo que para entender esas movilizaciones masivas “resulta indispensable asimilar que estamos experimentando uno de los cambios generacionales más profundos de la historia de la humanidad, […] impulsado por el alcance masivo de las nuevas tecnologías, por la masificación democrática y globalizada del acceso a la información, por el empoderamiento colectivo frente a la libertad de expresión y opinión derivado de la penetración vertiginosa de la comunicación móvil celular […]”.

Los jóvenes “ya no necesitan pedirle permiso a nadie para propagar a los cuatro vientos sus ideas y sus reclamos. Lo pueden hacer libremente y al instante a través de Instagram, o de YouTube, o de Facebook, y así también se convocan para salir a las plazas con cacerolas o sin ellas. Van tan rápido que Twitter ya les parece cosa de dinosaurios y por eso prefieren Tic-Toc”, agrega Lozano.

Y caracteriza a esos jóvenes de tal forma que aproxima una explicación a por qué es que, como se queja Vélez, su actividad en redes les está imponiendo la agenda a los medios de comunicación tradicionales:

“Nacieron con ‘smartphones’ en la cuna, el internet es tan natural como el aire que respiran, son completamente digitales, el papel periódico les produce alergia, las pantallas y lo ‘touch’ son lo suyo, su prestigio lo miden en los entornos digitales, aprenden con tutoriales. Quieren crear más que acumular, producir o facturar. Duque les parece viejo, y desde que tienen cédula solo han oído de peleas entre Uribe y Santos. Parecen, a primera vista, desarraigados o indiferentes, cuando en realidad son idealistas, sensibles y soñadores que no están dispuestos a andar agachando la cabeza”.