Por: El Colombiano

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Este artículo fue curado por Santiago Buenaventura   Ago 23, 2023 - 7:39 pm
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“Cuando a uno le van a pasar las cosas, simplemente le pasan. Solo Dios sabe por qué le suceden a uno”. Aunque esta frase podría sonar como una obviedad, con el tono pausado y tranquilo que le imprime el señor José Wilmar Muñoz Duarte, deja un aire de sabiduría.

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Él es un hombre cuadripléjico nacido en Unguía, en el vecino departamento del Chocó. Posteriormente, fue criado en el Urabá antioqueño, precisamente en Apartadó.

Desde su cama en el hogar geriátrico Nuestro Sueño, Muñoz cuenta resignado como el pasado 7 de octubre de 2016 sufrió el insólito accidente de tránsito que lo dejó postrado desde hace siete años.

“Yo vivía en el sector de El Tres en Turbo y trabajaba en una finca bananera de Currulao. Ese día yo llevaba en la moto a un muchacho hasta Las Palmitas. Recuerdo que ese día llevaba todos los elementos de protección. Más adelante, una buseta frenó de imprevisto muy cerca de mí, como a cinco metros. Yo tuve que frenar de una, pero infortunadamente, por el frenón el parrillero me golpeó muy fuerte con su cuerpo únicamente en la vértebra cervical número tres… Y ese solo golpe fue el que me dejó así”, explicó Muñoz.

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Tras el accidente, Wilmar fue trasladado a una clínica de El Poblado y desde hace tres años se encuentra bajo el cuidado de Nuestro Sueño por su enfermera Marisol de quien dice que siempre lo ha atendido de buen corazón y de extraordinarias maneras.

Sin embargo, Wilmar no evita a veces sentirse deprimido por su condición, pues es consciente que, de estar aliviado, podría estar ayudando a sus tres hijas adolescentes justo en el momento de la vida que más lo requieren.

Al conocer su caso, la Fundación Un Viejo Favor, en cabeza de Santiago Jaramillo, decidió visitar al señor Muñoz y hacerle la promesa de conseguirle una grúa mecánica con la que su movilización le sea más fácil a las auxiliares que lo cuidan, ya que por el peso a veces resulta complejo moverlo.

El valor de este elemento médico puede oscilar los $ 5 millones, por lo cual la Fundación está haciendo una ‘vaca’. Además, con esta podría ser más fácil trasladarlo a una silla de ruedas especial con la que pueda salir más seguido de su habitación y tal vez al exterior.

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Sobre este tema, don Wilmar agradeció el gesto y también invitó a las personas de buen corazón a que apoyen el hogar, pues es consciente las afugias que pasa el mismo para atenderlo a él y a los demás pacientes que allí se encuentran.

“Ojalá mucha gente se sume a ayudar al apoyo de don Santiago, para que él no solo pueda ayudarme a mí o a este hogar, sino a tanta gente que lo necesita. De Granito en granito se hacen muchas grandes cosas”.

La historia de don Wilmar es una de las 20 que tiene el hogar geriátrico Nuestro Sueño, ubicado en el barrio Prado Centro de Medellín.

La iniciativa nació hace seis años de la mano de Diana Cano y su familia. Ella es una mujer “todera” que siempre tuvo el sueño de cuidar de personas desvalidas, hecho que pospuso hasta que por fin pudo graduarse como enfermera.

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La mayoría de personas que cuidan Diana y su equipo —conformado por tres auxiliares, una cocinera, una aseadora y una supernumeraria— son adultos mayores en estado de abandono de Medellín e incluso provenientes de algunos municipios de Antioquia. Aunque también hay algunos pacientes psiquiátricos que se hallan bajo su cuidado.

Aunque Diana aclara que su fundación no es sin ánimo de lucro, asegura que ofrece un servicio con calidad y dignidad por valores muy bajos pues admite que prefiere sacrificar el tema de ganancias y réditos para no dejar sin atender a ninguno de los desamparados que llegan a buscar atención.

Es por esto que a veces se ve a gatas para ajustar las cuentas, pues cada mes debe pagar más de $3,5 millones en arriendo y más de $ 2 millones en mercado para que a los pacientes de Nuestro Sueño no les falte la comida.

“Muchas veces he estado a punto de cerrar el hogar, pero no soy capaz. Me pongo a pensar a donde irá a parar toda esta gente porque obviamente su capacidad de pago no les permite irse a otros sitios. Además, me pregunto si a donde lleguen los van a atender igual de bien como lo hacemos aquí”, añadió.

Por esto, Diana hace la petición a quienes quieran ayudarla para que, de ser posible, le puedan brindar sobre todo alimentos. Aunque también siempre serán útiles cremas para la piel para adultos mayores, pañitos, guantes quirúrgicos, implementos de aseo y ropa nueva para los pacientes.

“Usted sabe que el mercado en vez de subir cada día cuesta más y acá apreciamos cualquier alimento que nos puedan dar. Yo me pongo hasta triste de saber que, acá cerquita en la Minorista, todos los días botan comida y uno acá necesitándola”, apuntó.

Otra queja de Diana es que infortunadamente, pese a que Nuestro Sueño quede a escasos metros del Parque de La Vida, una organización de carácter público que contribuye al fortalecimiento de la calidad de vida y al desarrollo humano en Medellín, ella alega que no ha recibido ningún tipo de ayuda estatal para el funcionamiento del espacio.

“Acá solo venían en pandemia para ver si había algún enfermo de COVID, pero eso no sucedió”, apuntó.

A veces, quienes no tienen nada son capaces de desprenderse de todo en pro de los demás.

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