Esa pequeña unidad militar opera en la vereda Piedras, en el resguardo indígena Dokabu, del municipio de Pueblo Rico, en Risaralda, que el domingo pasado fue estremecido (y después el país) por la noticia de la violación de la niña embera chamí de 12 años.

Pero ese día estaba sin el suboficial que la comanda, porque él adelantaba una “actividad administrativa” en el batallón San Mateo del Ejército, en Pereira, según le contó a la revista Semana.

Al día siguiente fue a hacer el control de los hombres bajo su mando, siguió el uniformado en su relato a la revista, y se encontró con la hermana de la niña abusada, que le contó lo que había pasado.

Raúl Muñoz Linares, exmilitar.

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“Sin dudarlo, no intentó encubrir a sus hombres”, califica la publicación. “Por el contrario, fue el primero en acompañar a la familia y en poner la denuncia ante las autoridades y sus superiores”.

“Yo tenía 29 soldados bajo mi mando”, le dijo el suboficial a Semana. “Y en ese momento yo no los individualizo, porque nadie quiso confesar quién fue. El día 23 de junio llegamos al batallón San Mateo, y yo formo al personal, vuelvo y les pregunto e invito a los responsables a dar un paso al frente, porque lo que había pasado era muy grave: estábamos hablando de una menor de edad”.

También le contó a la revista que los soldados regulares Luis Fernando Mangareth Hernández, Deyson Andrés Isaza Zapata, Óscar Eduardo Gil Alzate, Juan David Guaidi Ruiz, José Luis Holguín Pérez, Yaír Steven González y Juan Camilo Morales Poveda, todos entre los 18 y 21 años, dieron un paso al frente, y que a tres de ellos ya los había reconocido la menor abusada.

Niña indígena / Salud Hernández

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“Yo siempre confío en mis soldados. Soy un comandante que exijo para que el soldado responda. Son cosas que uno dice ‘no lo creo’, pero se tienen que investigar. En ese momento no se me vino nada a la cabeza porque no sabía si era verdad o mentira”, añadió el suboficial.

Preguntado por su opinión sobre los soldados acusados de la violación de la niña, el sargento viceprimero dijo: “En el tiempo que estuvieron conmigo, siempre se mostraron como muchachos muy tranquilos. Son soldados que no tenían problemas con sus compañeros ni con sus comandantes. Siempre les exigí y respondían de la mejor manera”.

Al finalizar, el suboficial resumió el costo, en lo personal y en lo militar, que representa para él la grave acusación que pesa sobre quienes fueron sus subalternos: “Yo como comandante de pelotón tengo que asumir una sanción disciplinaria. Soy consciente de que tengo que responder por lo que hagan o dejen de hacer mis hombres. […] Uno como comandante de pelotón se convierte en el padre de estos muchachos. Es el directo responsable de lo que hagan. Les dije eso, que nosotros nos debíamos a la comunidad”.