El episodio en el que estudiantes de grado 11 de ese plantel en Barranquilla obtuvieron una de las pruebas con las que se hace la preparación para el examen de Estado (pre-ICFES) no es tanto un tema de estratos sociales o de la cultura barranquillera ‘puppy’ en la que contrastan los ‘valores religiosos firmes’ y los ‘valores en permanente carnaval’, advierte Martínez en su columna.

“No. En la cárcel o esperando por ella, hay corruptos de clubes sociales y también de verbenas populares”, agrega, al referirse a la conducta de los alumnos del Marymount, por la que el colegio decidió que solo entregaría los diplomas, pero no haría el tradicional evento para esas ocasiones, ante lo cual varios padres de familia interpusieron una tutela.

“Los que se iban a graduar en ceremonia no eran solamente unos bachilleres. Eran 61 nuevos líderes, de los que el país espera habilidades y destrezas, y una solvencia moral que les permita entender, sopesar y actuar con justicia en un mundo sin límites”, lamenta. “El mensaje es también para los 700 mil de toda Colombia que de aquí a finales del año deben emprender el mismo rumbo”.

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“La ética –les dice a los jóvenes– no es un camino anticuado para conseguir el bienestar. Lo correcto no es hacer bien lo malo, sino hacer lo bello y lo bueno. Siempre. La lección que nos deja el Marymount es que la sabiduría, la valentía y el autocontrol son estadios superiores de la virtud de las personas, y no los capítulos de un libro solitario de superación personal que ya no resiste más sellos de promoción en el supermercado”.

En Blu Radio, Óscar Montes escribió una columna en la que el foco de sus críticas son los padres de familia. “No está bien que […] se hayan opuesto a que sus hijos recibieran el castigo que merecían por ser cómplices de una conducta delictiva. Interceder por ellos no solo ante la Rectoría y el Consejo Superior, sino ante la propia Justicia, mediante una acción de tutela, no es otra cosa que justificar una acción que debe ser reprochada con contundencia”.

Además, advierte que “los padres no pueden ser cómplices de sus hijos. Todo lo contrario: deben ser los primeros en reprenderlos cuando se equivocan y violentan los principios de sana convivencia, violan los códigos de ética y hasta el propio ordenamiento jurídico”.

A este escabroso tema también le dedicó su columna Gloria H., en El País, de Cali, en donde asegura que esta vez pasó en Barranquilla, pero “podría haber sucedido en cualquier otro lugar de Colombia”, y hace una serie de preguntas.

“Puede alegarse que todos no participaron en el fraude y es válido. ¿Pero lo sabían todos? Y en caso de que lo supieran y no participaron, ¿el silencio es sinónimo de complicidad? ¿Denunciar a sus compañeros sería ‘tirarse’ su futuro, convirtiéndose en sapos? ¿Cuál es la responsabilidad social que se tiene con el delito de otros pero que nosotros conocemos? ¿Y si no lo sabían y no participaron del hecho, deben pagar las consecuencias por ser compañeros de sus compañeros?”.

Como sea, más allá de las dudas éticas y morales que plantean estos columnistas sobre la conducta de los jóvenes involucrados en el escándalo de Marymount, a cuyos padres Noticias Uno califica como “un grupo barranquillero de clase alta con poder empresarial y político […] que ostentan importantes cargos privados y públicos”, ellos finalmente sí tuvieron su fiesta de grado (la misma que les negó el colegio como castigo), como lo registró ese informativo, y que les debió costar, como mínimo, unos 300 millones de pesos, pues el artista contratado fue Silvestre Dangond.