La situación preocupa a profesores, directivos y padres de familia en el municipio de Tadó (Chocó), que creen que los problemas económicos y la virtualidad podrían ser las causas.

Por qué es importante

Los colegios son los primeros lugares en los que los niños, niñas y adolescentes aprenden sobre la vida en sociedad, la empatía y el respeto por la diferencia. Sin embargo, la pandemia limitó ese aprendizaje que viene con la convivencia y que es una base para el desarrollo de las personas y para la vida en sociedad.

¿Qué está pasando? 

A finales de marzo, un estudiante de la Escuela Normal Demetrio Salazar llevó un machete al colegio. El estudiante tenía la intención, al parecer, de agredir a un compañero con el que había tenido una discusión. Este hecho, que terminó con la suspensión indefinida del adolescente, les sirvió a los profesores y directivos del municipio para confirmar algo que intuían desde el inicio del año escolar cuando retomaron las clases presenciales: los problemas de convivencia entre las y los estudiantes del municipio no solo están aumentando, sino que son cada vez más graves. 

Para los rectores, docentes y psicorientadores de distintos colegios, las y los estudiantes regresaron agresivos e intolerantes después de dos años de clases virtuales a raíz de la pandemia de covid-19.

El mes pasado, por ejemplo, otro estudiante —en este caso del Instituto Técnico Agroambiental (ITA)— golpeó fuertemente a un compañero, tanto que por poco le ocasiona un daño permanente en uno de sus ojos.

Para María Ernestina Murillo, psicorientadora de la I.E. Nuestra Señora de Fátima del corregimiento Playa de Oro, el problema es evidente: antes de la pandemia atendía una o dos riñas a la semana o, a veces ninguna. Ahora reporta entre dos y cinco cada día. “Este es un retroceso impresionante”, asegura.

Sin embargo, las reacciones agresivas no son lo único que preocupa a los profesores. Eudecelina Ramírez, rectora de la Escuela Normal Demetrio Salazar Castillo, dice que también ven estudiantes tristes o desanimados.

“Hemos conseguido estudiantes que han venido bastante indisciplinados, algunos que por cualquier cosa están agresivos, otros que por cualquier cosa lloran, como que se deprimen muy rápido. En términos generales, ellos han venido con un nivel alto de intolerancia, aunque todavía nos escuchan y cuando uno les llama la atención, obedecen y algunos están dispuestos al diálogo”, dice Ramírez.

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Fabiola Palacios, psicorientadora de la I.E. Nuestra Señora de la Pobreza, agrega que también han identificado problemas de disciplina e irrespeto hacia los docentes. “Hay saboteo de las clases e incumplimiento con las tareas académicas. No repasan lo enseñado ni se preparan para las evaluaciones”, dice.

Este tipo de situaciones ha tomado por sorpresa a los responsables de las instituciones educativas que han intentado controlar las agresiones a través del diálogo, llamados de atención, castigos y suspensiones.

“Nos ha tocado tener aquí prácticamente una inspección de Policía. Como no tenemos psicorientadora, a los que hacemos parte del Comité de Convivencia nos ha tocado tener reuniones cada dos o tres días”, dice Danilo Parra Murillo, rector del ITA. Los directivos han llamado a muchos padres de familia y estos manifiestan que los estudiantes en la casa tampoco hacen caso.

Michael Córdoba Palacios, coordinador de Educación municipal, cuenta que un equipo de la administración visitó la Escuela Normal Demetrio Salazar para reunirse con los estudiantes, padres de familia y directivos implicados en el caso del estudiante que llevó el machete al colegio. “Se socializó el manual de convivencia, que es el reglamento interno, con cada uno de los padres de familia, luego nos reunimos con el consejo directivo de la institución educativa”, cuenta.

Según Córdoba, la Coordinación fue enfática en que en ese caso la sanción debía ser “proporcional, razonable y pedagógica”, es decir, no debían sacar al adolescente de clases. Pero actualmente el estudiante, quien pidió perdón públicamente, no ha regresado al colegio. La institución dice que el proceso continúa, por lo que no se refirieron al caso. En el caso del estudiante del ITA, la decisión fue suspenderlo durante cinco días.

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Las posibles causas

Hay al menos cuatro factores que sucedieron al tiempo en muchos hogares y que podrían explicar el comportamiento de los estudiantes.

  • La pandemia. El covid-19 cambió la manera que tenían los estudiantes de relacionarse. Así lo han señalado varios expertos. Entre ellos Julián de Zubiría, quien sostuvo en una entrevista realizada por Consonante que “los jóvenes sufrieron muchísimo porque en la pandemia no se pueden construir amistades profundas.

Cuando retornaron a los colegios llegaron con dificultad de mirar a los ojos, de socializar y con dificultades emocionales”. El investigador explica que esta afectación fue más grave para los que tienen entre 12 y 15 años, “porque no habían construido los grupos en los que se define la identidad”.

Eudecelina Ramírez coincide. “Creo yo que el hecho de que los muchachos hayan estado solos mucho tiempo, pues a muchos papás les tocaba irse para los trabajos y a ellos sin estar en la escuela socializando con otros, haciéndose cargo de los hermanos menores… eso los fue cargando emocionalmente”, dice.

A esto se suma haber estado tanto tiempo encerrados sin socializar con otros compañeros ni andar libremente por la calle. La profesora Ramírez dice que el mismo hecho de no poder abrazar a otras personas puede haber tenido consecuencias en los jóvenes.

Foto cortesía de la comunidad.
Foto cortesía de la comunidad.
  • Falta de herramientas emocionales. Óscar Alexander Perea, estudiante de grado 10 de la Escuela Normal, ha observado que muchos de los problemas que suceden en su colegio se dan porque los compañeros no saben resolver los problemas. “Muchas veces la gente no sabe controlar sus emociones, va explotando y diciendo todo lo que se viene a la mente. Eso genera conflictos. Incluso yo a veces me he sentido así, pero me he sabido controlar”, opina.

Para Luz Karime Abadía, coodirectora del Laboratorio Economía de la Educación de la Universidad Javeriana, hubo un cambio psicológico en toda la comunidad educativa “por todo lo que ocurrió durante casi que los dos años de clases remotas, por la situación económica que vivieron muchos hogares, por la violencia, por el hambre”.

Esto se expresa, por ejemplo, con ausentismo o agresividad, y, afirma, “requiere una atención que desafortunadamente no todos los docentes están preparados para poder atender”.

Esto se hace aún más complicado en colegios que no tienen psicorientadora, como el ITA, que les ayuden a los estudiantes a desarrollar lo que las instituciones como la Unesco y el Ministerio de Educación llaman habilidades o competencias socioafectivas, como la empatía, la gestión emocional y el relacionamiento con otros.

Katherin Nicole Copete, estudiante de noveno de la I.E. Nuestra Señora de la Pobreza, cuenta que muchas peleas están motivadas también por el bullying o irrespeto de algunos estudiantes hacia otros “que tienen capacidades diferentes, y también hacia algún compañero que no tiene algo”.

Julián de Zubiría explica que los conflictos son usuales en la convivencia, pero al regresar al colegio, tras vivir situaciones de falta de acompañamiento, de autoritarismo o de violencia, las cosas no se canalizan bien. “Al retornar a los colegios llevan también esos problemas, esa ausencia de mediación. Faltó cariño, cuidado, la palabra sabia, el consejo del compañero…”, dice.

  • Falta de acompañamiento escolar. El profesor Danilo Parra Murillo, rector del ITA, piensa que un factor importante en el desorden y la desobediencia que han registrado en las instituciones tiene que ver con que los estudiantes estuvieron casi dos años trabajando con guías pedagógicas sin la supervisión de adultos, pues muchos estudiantes no tenían Internet. “Los pelaos a veces hacían las guías o no las hacían y los profesores tenían que reportarles la calificación”.

Martha Moreno, psicoorientadora de la I.E. Nuestra Señora de la Pobreza sede San Pedro, agrega que en la pandemia “se dialogaba poco con los hijos, siendo este un factor importante en la formación integral del ser. Los padres de familia se limitaron meramente a responder por las guías, cuando lo hacían, y descuidaron la comunicación asertiva y la práctica de valores”.

Para Nathalia Arbeláez, psicóloga y magistra en Educación, los padres y madres de familia, más que descuidar a sus hijos, tuvieron que priorizar cómo llevar comida a la mesa. Para ella lo que sí es claro es que en la pandemia los estudiantes ya no tenían en su día a día la estructura ni el acompañamiento incluso emocional que recibían en las escuelas.

“El colegio ayudaba a los muchachos a organizar su día. En la pandemia no había esa estructura de: me levanto, voy a mi colegio, tengo necesidades que hago en contrajornada. Eso le da una lógica a la vida del niño y del adolescente. Como no estábamos en la escuela, muchos quedaron a la deriva”.

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  • Problemas económicos. Los profesores y psicorientadoras consultados por Consonante coinciden en que muchos de los padres de familia de sus instituciones son mineros informales o tienen otros trabajos que les demandan mucho tiempo y esfuerzo y poca remuneración. “Con hambre nadie quiere hablar. Cuando tú sales del colegio y no hay la esperanza de comerte siquiera un poquito de arroz, nadie tiene buen genio para hablar y nadie quiere trabajar (en las tareas)”, dice Eudecelina Ramirez. Para ella la situación económica ha sido un factor determinante en muchos de sus estudiantes.

El profesor Danilo Parra difiere. “No creo que sea la parte económica porque, aunque la mayoría de los padres son humildes mineros artesanales, hacen sacrificios para mal acostumbrar a los hijos y conseguirles ropa y celulares, menos utensilios académicos. Me decía un profesor de un colegio de aquí que en una clase le pidió a sus estudiantes que colocaran los celulares en el pupitre y todos tenían de alta gama, así que no creo que la parte económica afecte mucho”.

Sin embargo, para los expertos es claro que la parte económica es central, pues, además de que a muchos padres y madres les tocó escoger entre trabajar y acompañar a sus hijos, sigue habiendo dificultades en cuestión de infraestructura, como tener un computador, internet e incluso luz permanente.

Cortesía de la comunidad.
Cortesía de la comunidad.
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¿Qué dicen los y las estudiantes?

  • Diana Castañeda, estudiante de Nuestra Señora de la Pobreza, cuenta que sus compañeros “sí pelean, pero nunca he visto que lleven algún tipo de arma para agredir a otro. Cuando ellos pelean, los llaman a coordinación y allá les dan charlas formativas”.
  • Katherin Nicole Copete cuenta que el encuentro con los compañeros ha sido bonito, pero sí ha presenciado agresiones. “Falta tolerancia, falta convivencia entre los compañeros”.
  • “La niña le cogió un poco más de pereza al estudio, se ve un poquito más la desobediencia y la niña se puso más hiperactiva en el colegio. Creo que es porque ellos estuvieron dos años sin compartir con amigos ni con docentes”, dice una madre de familia que prefiere no mencionar su nombre.
  • Óscar Alexander Perea se siente aliviado de volver a clases, pues “tuve muchos problemas para resolver esas guías. Ganaba de suerte”. Aunque siente que él y varios de sus amigos han mejorado sus lazos sociales, reconoce que “sí se han presentado muchas agresiones físicas y verbales, y en todas las instituciones. Es algo muy normal que pase”.
  • Otra madre le dijo a Consonante que ha notado que a una de sus hijas se le ha dificultado volver a clases y dejar el hogar, pues ya estaba habituada. Sin embargo, les dice a los padres que pueden “buscar ayuda en las instituciones educativas, para que nos faciliten la forma de orientar a los niños”.

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¿Cuál podría ser la solución?

Luz Karime Abadía considera que debe haber una “una estrategia a nivel nacional para brindar atención psicológica y socioemocional a todos los estudiantes y docentes y en general a toda la comunidad académica que lo requiera. (…) Para ello se requiere capacitar a los docentes. Necesitamos que todos los docentes o la gran mayoría estén en capacidad de, al menos, atender en un primer momento, poder tener las herramientas para atender situaciones y saber qué hacer en términos psicológicos, qué pasa si hay bullying en el colegio y, mejor, saber cómo prevenirlo”.

Precisamente, funcionarios del Ministerio de Educación han empezado a visitar algunos colegios para aplicar la “Estrategia de Formación de Competencias Socioemocionales en la Educación Secundaria y Media”, aunque esta no ha sido ampliamente difundida ni aplicada en todas las instituciones.

Nathalia Arbeláez considera que a nivel municipal también podrían ajustarse los Planes de Intervenciones Colectivas (PIC) para atender las necesidades socioemocionales de los estudiantes, así como “hacer un trabajo que incorpore a las secretarías de salud, de la mujer, las Comisarías. Todos tienen acciones, pero ¿hasta qué punto están articuladas”. Para ella, sin embargo, lo más importante es “escucharlos a ellos”, pues sus comportamientos pueden obedecer a problemas distintos.

Foto: Sory Marcela Jordan.
Foto: Sory Marcela Jordan.

Mientras tanto, en Tadó la Coordinación de Educación de la Alcaldía, tras el hecho en la Escuela Normal Superior Demetrio Salazar Castillo, empezó dos procesos paralelos para afrontar los problemas de convivencia escolar.

El primero trata de una serie de charlas sobre la importancia del respeto y la paz en las aulas. El segundo es un diagnóstico que pretende conocer qué está generando las riñas y cuál o cuáles son los detonantes. Este proceso lo está adelantando un equipo psicosocial con estudiantes y padres de familia, en el momento, de la Escuela Normal.

“Una vez el equipo psicosocial termine las intervenciones, eso arrojará unos resultados que haremos públicos y tomaremos decisiones para mitigar esas consecuencias que han generado problemáticas mentales en los estudiantes, que se están reflejando en las instituciones tras el confinamiento”, dice Michael Córdoba.

Para escuchar y orientar a los niños y niñas, las instituciones tienen psicorientadores. Sin embargo, en el colegio ITA llevan más de un año pidiendo que les asignen una, y todavía no pasa, por lo que la institución no tiene a disposición de los estudiantes esta posibilidad.

En las instituciones educativas que sí hay psicorientadoras se han realizado charlas con los estudiantes, han citado a los padres y madres de familia y en varios casos han suscrito compromisos con padres y estudiantes para no repetir los hechos. “Nuestra estrategia es darles mucho afecto. Estamos todos en esa tónica, además de los encuentros con los padres de familia”, dice María Ernestina Murillo, psicorientadora.

Lo que sigue

La Coordinación de Educación espera el resultado de las intervenciones del equipo psicosocial para definir cuáles serán las acciones para resolver estos problemas.

Los docentes y directivos esperan que a nivel municipal, departamental y nacional implementen estrategias para mitigar esta situación. Para las psicorientadoras estas tendrían que estar enfocadas en atender la salud mental y emocional de los estudiantes.

La Rectora Eudecelina Ramírez llama a la comunidad educativa a prestarle más atención a los estudiantes y a que los padres y madres hablen más con sus hijos.