“Los vamos a ayudar”, aseguró Trump a damnificados en Guaynabo, cerca de San Juan, capital de esta isla del Caribe de 3,4 millones de habitantes.

El mandatario recorrió con su esposa Melania esa zona de clase media y alta, menos devastada que el centro y sur del país, donde la gente clama desesperada por agua, alimentos y atención médica.

Casi dos semanas después de que el huracán María azotara Puerto Rico, solo 6,89 % de la isla tiene electricidad, 22,54 % de las torres de telecomunicaciones funcionan, 24 % de los vuelos comerciales operan, en tanto persisten los problemas de distribución de agua y gasolina en medio de enormes daños a la infraestructura.

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Más de 9.000 personas aún viven en refugios, según cifras oficiales.

“La gente está muy preocupada, muy desesperanzada por la situación, porque luego de dos semanas no se ha visto mejoría alguna”, dijo Mariana Nogales, presidente del Partido del Pueblo Trabajador (centroizquierda).

Trump alabó sin embargo a civiles y militares por sus esfuerzos de socorro y dijo que todos pueden sentirse “orgullosos” del trabajo realizado, minimizando el alcance de la tragedia frente a otros desastres.

“Cada muerte es un horror, pero si miramos una catástrofe real como Katrina y nos fijamos en los cientos y cientos de personas que murieron (en Nueva Orleáns) y lo que pasó aquí con una tormenta que fue totalmente imponente… ¿Cuántos muertos tienen ustedes?” inquirió, para contestarse: “Dieciséis contra miles”. En ese momento, efectivamente la cifra oficial era de 16 víctimas mortales.

Pero más tarde, el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Roselló, anunció que el número se había más que duplicado. “Esta mañana estábamos en 16; ahora hemos identificado a 34” muertos, dijo.

Entre las causas de deceso, explicó, hay ahogamientos, heridas por construcciones colapsadas y personas conectadas a respiradores que fallecieron al cortarse la energía de los equipos.

“Un milagro”

Para el presidente, que durante su encuentro con las víctimas hizo alusión a cómo “Dios” ayudó a una familia atrapada por la tormenta, la respuesta de Washington a la destrucción en Puerto Rico es “nada menos que un milagro”.

“Hemos salvado muchas vidas”, enfatizó Trump, aunque con cierto dejo de recriminación cuestionó el costo de la gestión de la crisis para Estados Unidos: “Odio decirlo, Puerto Rico, pero te estás llevando nuestro presupuesto fuera de control”.

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Trump ya advirtió que se deberán tomar “grandes decisiones” sobre el costo de la reconstrucción en Puerto Rico, una excolonia española que desde 1952 es un Estado Libre Asociado de Estados Unidos y que en mayo se declaró en bancarrota, con una deuda pública de 73.000 millones de dólares.

Sus comentarios generaron rechazo en la oposición, donde el jefe de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, dijo no recordar que el presidente recriminara a Texas o a Florida por la ayuda requerida luego de los huracanes Harvey e Irma.

“Eso es lo que hacemos en Estados Unidos, cuando una parte del país tiene problemas, el resto se acerca y dice ‘Vamos a ayudarte'”, declaró el legislador a periodistas.

Aunque los puertorriqueños son ciudadanos con pasaporte estadounidense, si viven en la isla solo pueden votar en las primarias presidenciales. Si viven en el continente, pueden inscribirse para votar, incluso para presidente, en cualquier estado.

¿Empatía presidencial?

Trump, criticado incluso en su propio partido, quiere demostrar que el gobierno federal lidera los esfuerzos de reconstrucción, y sobre todo, quiere dejar claro que los puertorriqueños, que son ciudadanos estadounidenses, no han sido olvidados.

Su visita busca apaciguar la polémica con la alcaldesa de San Juan, Carmen Yulin Cruz, quien días atrás declaró en televisión que la gente se estaba muriendo e hizo reiterados pedidos de ayuda al gobierno federal, a los que el mandatario replicó en Twitter reprochándole su “pobre capacidad de liderazgo”.

Aunque Trump le estrechó la mano a Cruz el martes, no dijo ni una palabra de su gestión, a pesar de que elogió al gobernador Roselló y a la comisionada residente de Puerto Rico en el Congreso estadounidense, Jennifer González Colón.

“Él viene a un show mediático, a un espectáculo. Después de dos semanas es que se presenta”, dijo Sonia Santiago, una jubilada de 62 años que estaba entre los pocos manifestantes frente al Centro de Convenciones de San Juan, donde el gobierno instaló sus operaciones.

La visita de Trump a Puerto Rico, que normalmente sería vista como una rutinaria muestra de empatía presidencial, ha adquirido un significado político desmesurado, pero está cuidadosamente organizada para evitar cualquier atisbo de protesta embarazosa.

El mandatario también tiene previsto reunirse con Kenneth Mapp, gobernador de las Islas Vírgenes de Estados Unidos, otro territorio estadounidense en el Caribe destruido por María.

AFP

Este video muestra a Trump lanzando algunos productos a los puertorriqueños que se reunieron a escucharlo: