Se trata, con frecuencia, de una víctima de un posible asesino en serie de animales activo en el sur de Londres.

Nadie parece sorprenderse cuando este cofundador de la pequeña asociación de protección de animales Snarl se dirige a una clínica veterinaria en una fría tarde otoñal.

Tony entra en una sala, se pone unos guantes y saca de una bolsa de plástico a un gato negro con patas blancas.

La asistente del veterinario da un paso atrás. La cabeza y la cola del animal fueron seccionadas con una precisión quirúrgica. Incluso Tony acusa el golpe. “Cabrón”, dice entre dientes.

“Es claramente una víctima del asesino”, afirma a la AFP, refiriéndose a los gatos “con las mismas características hallados en todos tipo de lugares en Londres, Brighton (sur) o Northampton (centro)”.

En espacio de dos años, la asociación Snarl ha registrado 400 víctimas, muchas de ellas gatos, pero también zorros y conejos.

‘Descansa en paz’

Para Tony todo comenzó en septiembre de 2015.

Intrigados por una sucesión de muertes sospechosas, él y Boudicca Rising, cofundadora de Snarl, contactaron con veterinarios y propietarios de animales e hicieron una cartografía de las víctimas.

“En ese momento nos dimos cuenta de que estaba pasando algo”, cuenta Boudicca.

El asunto llegó a oídos de Scotland Yard, que abrió una investigación, al igual que la Sociedad Real de Protección de Animales (RSPCA). La prensa se hizo eco de la noticia y empezó a circular la hipótesis de que sea obra de un psicópata.

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En Facebook, la página de Snarl recoge una lista de las víctimas del “Croydon Cat Ripper”, como se le apoda a veces en referencia a la ciudad del sur de Londres donde suele golpear.

“Descansa en paz”, escribe la internauta Kate Norton al lado de una fotografía de “Pepper”, un gato tigre. “En cuanto a la basura maléfica y enferma que ha hecho esto ¡ojalá te pudras en el infierno!”.

Tony y Boudicca se transformaron en investigadores y descubrieron, con estupor, cadáveres decapitados, colocados cerca de un colegio o un parque, e incluso al lado de las ventanas de los propietarios de los animales.

En un momento dado llegaron a pensar que los gatos eran víctimas de otros animales, pero ahora lo descartan.

“La policía cree que una persona o un grupo de personas (…) son responsables de las muertes y mutilaciones”, dijo a la AFP Scotland Yard, que declina comentar la tesis del “asesino en serie”.

El caso acapara la atención y moviliza medios inusuales en este tipo de crímenes. La Agencia Nacional de Lucha contra el crimen (NCA) lo investiga y dos organizaciones, entre ellas PETA, ofrecen una recompensa a quienquiera que ayude a capturar al asesino.

Los humanos ¿próxima etapa?

Tony intenta con sus medios desenmascararlo. “Pero es difícil”, declara. “A veces me gustaría que fuera (…) como en las series en las que los crímenes se resuelven con métodos científicos”.

Los indicios lo llevaron hasta un vendedor de cráneos de animales. Era una pista falsa. “Es raro dedicarse a eso pero no es ilegal, los importaba de China”.

La investigación permitió hacer un retrato robot del asesino: un hombre blanco de unos cuarenta años, de alrededor de 1 metro 80 de estatura, que “aparentemente se crió en Croydon”.

Un misterioso criminal con mucho talento de “disecador” y para esquivar la vigilancia, apunta Vincent Egan, criminalista que da clases en la universidad de Nottingham. “Debe ser capaz de atraer al animal, de matarlo sin arañarlo, de disecarlo, de colocar los cuerpos en un lugar visible, y todo ello discretamente”.

La lista de las víctimas no para de alargarse y surge la pregunta inevitable: ¿los gatos son sólo una etapa?

“Se sabe que existe un vínculo entre los asesinos en serie y casos de violencia contra animales”, afirmó recientemente Andy Collin, responsable de la investigación policial, a Sky News.

“La hipótesis es que este asesino obtenga cierta satisfacción (matando a gatos). El temor es que acabe perdiéndola y que entonces arremeta contra humanos, sobre todo mujeres”.

AFP

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