La ganadería, como es bien sabido desde hace algunas décadas, contribuye con alrededor del 15% de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) en el planeta, la principal causa del calentamiento global que ya padece la Tierra. Sin embargo, en países como Nueva Zelanda (así como en Colombia), la ganadería es responsable de, al menos, poco más de la mitad de los GEI que se liberan.

Con esto en mente, hace unos días, la primera ministra de Nueva Zelanda, Jacinda Ardern, los ministros de Agricultura, Damien O’Connor, y de Cambio Climático, James Shaw, lanzaron una particular propuesta que ha llamado la atención: imponerle una tasa a los ganaderos de acuerdo a las emisiones del ganado.

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“Con esta propuesta, los agricultores neozelandeses se situarían a la cabeza del mundo en la reducción de emisiones, lo que supondría una ventaja competitiva y mejoraría nuestra marca de exportación”, dijo la primera ministra al presentar la propuesta. Pero el documento y la idea central, que sigue en discusión, no cayó bien en el país.

Como también es bien conocido y reportado por diversos científicos, los eructos del ganado, así como la orina, sus flatulencias y estiércol, son una fuente importante de metano y óxido nitroso. Estos gases de efecto invernadero, si bien se emiten en menor proporción que el dióxido de carbono, pueden llegar a ser entre 25 y 300 veces más potentes. Por esto se buscan alternativas que conduzcan a disminuir su emisión.

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Aunque no se conoce el mecanismo mediante el cual se calcularían las emisiones del ganado y la tasa que se aplicaría a este, lo que busca el gobierno es que en el corto plazo los ganaderos busquen alternativas para disminuir las emisiones de sus animales. A su vez, el gremio ha señalado que de aceptarse la propuesta, el precio de las emisiones se fijaría a las exportaciones de carne que hacen. El dinero recaudado se reinvertiría en el sector “a través de nuevas tecnologías, investigación y pagos de incentivos a los agricultores”, dijo el gobierno.

Greg Keoleian, director del Centro de Sistemas Sostenibles de la Escuela de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la Universidad de Michigan, le dijo al portal de internet Popular Science que “las emisiones del ganado no tienen actualmente un precio en el mercado, y cuando compramos carne de vacuno, los impactos climáticos y los costes medioambientales para la sociedad no se reflejan en el precio”.

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El experto afirma que esta medida podría estar acompañada de un sistema de etiquetado que certifique que la carne fue producida en sistemas que intentan reducir las emisiones de GEI. Esto, agrega, “podría servir para diferenciar sus productos agrícolas en el mercado para los consumidores ecológicos dispuestos a pagar más por una carne con menor huella de carbono”.

Varios sectores de Nueva Zelanda no está de acuerdo con la propuesta

Sin embargo, como también resalta el portal web, hay sectores que no están de acuerdo con la iniciativa. Ermias Kebreab, director del Centro Mundial de Alimentación de la Universidad de California, es una de ellas. “La carga debe ser compartida por la sociedad y no solo por los ganaderos que ya operan con márgenes pequeños”, le dijo a Popular Science.

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Mientras tanto, las directivas de ‘Beef + Lamb New Zealand’, una organización que representa a una parte de los ganaderos de este país, señalaron que no aceptarán “un sistema que ponga en riesgo de forma desproporcionada a nuestros agricultores y comunidades”.

Por su parte, el ministro de Cambio Climático aseguró que el sistema propuesto solo entraría a funcionar en 2025 y resaltó que “los países que se enfrentan a los mismos retos que nosotros vuelven a mirar a Nueva Zelanda en busca de liderazgo climático”. La propuesta estará abierta para comentarios hasta el 18 de noviembre.