Pero por culpa de la pandemia generada por el coronavirus, este paisa no se ha podido devolver a Colombia y en un escrito para el diario El Tiempo contó cómo está sobreviviendo.

Primero, Plazas relató que para hacer ese viaje por tierra hasta Argentina tuvo que tomar una decisión loca, una que “quizá, solo los más apasionados por el fútbol sabrán justificar”: renunció a su trabajo analista de créditos y echó mano de todos sus ahorros para ver a su ‘verde’ frente a Huracán en el estadio Tomás Adolfo Ducó.

El 28 de enero arrancó su travesía y pasó por Ecuador, Perú, Bolivia hasta que finalmente, 20 días después viajando en bus, llegó a Buenos Aires. El 19 de febrero vio cómo su Atlético Nacional empató 1-1 y se clasificó a la siguiente ronda de la Copa Sudamericana. Mi alegría no podía ser mayor”, escribió en el mismo diario.

Pero la travesía de Diego Plazas no terminaba ahí. Su idea era quedarse 2 semanas más en la capital argentina, conocerla y visitar sus lugares turísticos y luego viajar unos cientos de kilómetros más para llegar a Chile y ver a la Selección Colombia en uno de sus primeros juegos de clasificatorio rumbo al mundial de Catar 2022, según explicó el antioqueño en ese rotativo.

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Pero lastimosamente se encontró con el coronavirus. El 3 de marzo se confirmó el primer caso en Argentina y el presidente Alberto Fernández tomó medidas de inmediato, por lo que el colombiano no pudo regresar a Colombia.

“Yo quedé varado. Cuando se anunció la medida busqué un lugar para quedarme. La Fifa anunció la suspensión de las eliminatorias, así que contaba con lo que tenía destinado para viajar y comprar la boleta en Chile. Pero no era mucho. Otro argentino me recibió en su casa, donde ‘vivo’ por estos días. Me ofreció una habitación en la parte de atrás. Me tranquiliza tener un techo, pero la situación cada día es más complicada”, relata Plazas en El Tiempo.

Por ahora, dice, está viviendo de la caridad y de la comida que donan a una organización cerca de donde se está quedando. Además, asegura que le ha enviado decenas de cartas a la Cancillería y el consulado, pero que no le han respondido.

“Ahora me cuesta conciliar el sueño. A diario me voy a la cama con ganas de llorar, aturdido por la soledad y el miedo de que esto no acabe pronto. Extraño a mi hermana y a mi sobrina, que son mi única familia. No sé cuándo podré regresar”, finaliza en ese diario.