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Este artículo fue curado por pulzo   Jul 1, 2025 - 3:50 am
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En los últimos días, personalidades y fuerzas políticas, que hasta ahora habían mantenido una postura moderada sobre la cuestión de las armas del movimiento islamista chiíta, han pedido abiertamente su desarme.

Por Michel Paul, corresponsal de RFI en Beirut

Hezbolá nunca ha estado tan aislado en la cuestión de armamento desde la creación de su rama armada en 1982, tras la invasión israelí que culminó con la ocupación de Beirut y de una cuarta parte del territorio libanés.

Hezbolá es el único partido que quedó excluido del proceso de desarme de las milicias tras la guerra civil, en 1990. Su acción contra el ejército de ocupación israelí estaba amparada por el documento de acuerdo nacional de Taif, que puso fin a la guerra civil, y por las declaraciones ministeriales de los sucesivos gobiernos, en nombre del derecho a resistir a una ocupación extranjera, garantizado por la Carta de las Naciones Unidas y diversos convenios internacionales.

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Esta legitimidad otorgada a un grupo armado no estatal nunca ha sido objeto de absoluta unanimidad en el Líbano. Una parte de la población y de la clase política siempre ha expresado su desconfianza hacia Hezbolá, sospechoso de conservar sus armas más para servir a la agenda regional de Irán que para liberar al país de la ocupación israelí.

En la década de los noventa, las autoridades oficiales estaban prácticamente en simbiosis con el movimiento chiita. Gran parte de la población apoyaba la “resistencia”, sobre todo después de que esta demostrara su eficacia sobre el terreno al obligar al ejército israelí a retirarse del sur del Líbano, en el año 2000, sin ninguna contrapartida política.

En aquella época, Hezbolá era un partido respetado y sus armas eran veneradas por gran parte de los libaneses.

Los detractores de Hezbolá alzan la voz después de 2005

La división sobre las armas del partido chiita proiraní comenzó a profundizarse tras la retirada del ejército sirio, a raíz del asesinato del ex primer ministro Rafic Hariri, el 14 de febrero de 2005. Una parte de los libaneses se sintió liberada y expresó abiertamente su rechazo a la existencia de un grupo armado que escapaba al control del Estado.

Otra parte siguió apoyándolo para liberar las granjas de Shebaa, un territorio de unos cincuenta kilómetros cuadrados en el extremo sureste del Líbano, ocupado por Israel y reclamado por el Líbano. Los partidarios de Hezbolá también destacaron la función disuasoria de la “resistencia” frente a las “pretensiones expansionistas” de Israel.

A pesar de esta división, las armas de Hezbolá seguían gozando de cobertura política oficial, expresada en declaraciones ministeriales que subrayaban el derecho de los libaneses a resistir la ocupación israelí.

Todo cambió en enero de 2025. Los reveses sufridos por Hezbolá en la última guerra con Israel (8 de octubre de 2023-27 de noviembre de 2024) y la caída del régimen de Bashar al-Asad en diciembre de 2024, que rompió la línea de suministro terrestre directa entre Irán y el Líbano, modificaron profundamente las relaciones de poder internas y regionales.

Esta nueva situación ha dado lugar, en el Líbano, a la aparición de un poder menos inclinado a dar cobertura política a Hezbolá. Por primera vez desde 1990, el discurso de investidura de un presidente de la República no mencionó el derecho de los libaneses a resistir militarmente a la ocupación. El pasado 9 de enero, Joseph Aoun abogó, desde la tribuna del Parlamento, por “el monopolio del Estado sobre las armas”.

Su primer ministro, Nawaf Salam, también es conocido por sus posiciones hostiles hacia Hezbolá, al que considera una extensión de la diplomacia iraní.

Con la instauración del nuevo poder, se multiplicaron los llamamientos al desarme de Hezbolá, pero estos adquirieron una dimensión completamente diferente tras la “guerra de los doce días” entre Israel e Irán. Los detractores de Hezbolá consideraron que la República Islámica había salido derrotada de este conflicto y, por consiguiente, Hezbolá se había debilitado.

Joumblatt y Bassil a favor del desarme

Personalidades y fuerzas políticas que tenían una posición moderada sobre la cuestión de las armas del partido chiíta abandonaron la zona gris para reclamar abiertamente su desarme.

Es el caso, en particular, del exministro y diputado Walid Jumblatt, que consideró que Irán había perdido la guerra. En una entrevista televisada el jueves 26 de junio, el líder druso defendió “el monopolio del Estado sobre las armas” y pidió a Hezbolá que entregara su arsenal a las autoridades oficiales.

Walid Jumblatt se desmarcó de la postura del partido chiíta, que supedita su desarme a la retirada total de Israel del Líbano. Consideró que “la presencia de armas en manos de Hezbolá no tendrá ningún impacto en la salida de las tropas israelíes” de los territorios libaneses que ocupan desde el final de la guerra, el pasado 27 de noviembre.

En cuanto a las granjas de Shebaa, el líder druso afirmó que estos territorios pertenecen a Siria y no al Líbano, privando así a Hezbolá de su principal argumento para mantener su rama armada.

Hezbolá también ha sido abandonado por su aliado de larga data, el Movimiento Patriótico Libre, fundado por el expresidente Michel Aoun. El líder de este partido político cristiano, Gebran Bassil, siguió los pasos de Walid Jumblatt el 28 de junio al afirmar que “con el cambio de circunstancias, las armas de Hezbolá ya no son un factor de disuasión frente a Israel”. “La defensa del Líbano debe ser ahora competencia exclusiva del Estado y las armas de Hezbolá ya no son capaces de hacer frente a la inteligencia artificial”, en alusión a la superioridad tecnológica de Israel, añadió el líder maronita.

Los aliados históricos del partido chiíta, como los antiguos ministros suníes Faisal Karamé y Hassan Mrad, mantienen un perfil bajo. Ya no defienden el mantenimiento de las armas de Hezbolá, aunque, por el momento, se abstienen de reclamar su desarme.

El espectro político libanés puede dividirse así en tres categorías: los cada vez más escasos que abogan por la continuación de la resistencia armada contra Israel; los que no descartan el desarme por la fuerza, si es necesario, como el líder del partido cristiano Fuerzas Libanesas, Samir Geagea; y, por último, los que consideran que este proceso solo puede llevarse a cabo mediante el diálogo y un acuerdo con Hezbolá, para alejar el riesgo de una guerra civil.

Joseph Aoun, sometido a presiones estadounidenses

El presidente de la República, Joseph Aoun, es partidario de esta tercera vía. Tras haber dirigido el ejército durante nueve años, el jefe del Estado es consciente de que cualquier intento de desarmar al partido chiíta por la fuerza podría provocar la desintegración de la institución militar y los servicios de seguridad y sumir al Líbano de nuevo en una guerra civil.

Sometido a fuertes presiones estadounidenses, Joseph Aoun se esfuerza por convencer a Washington de la validez de su enfoque y defiende una posición aceptable para Hezbolá, que vincula el desarme a la retirada israelí de las cinco colinas estratégicas, ocupadas en el sur del Líbano durante la última guerra, y al fin de los ataques casi diarios que han causado cerca de 200 muertos desde el acuerdo de alto el fuego del 27 de noviembre.

Este enfoque no satisfacía a la antigua enviada de Donald Trump al Líbano, Morgan Ortagus, muy alineada con las posiciones israelíes, que exigía un desarme total e incondicional de Hezbolá.

El enviado estadounidense para Siria, Thomas Barrack, encargado provisionalmente del dossier libanés tras la marcha de Ortagus, parece estar más atento a los argumentos y las preocupaciones de los dirigentes libaneses. La semana pasada entregó al presidente Joseph Aoun un documento de trabajo que no contenía exigencias, sino preguntas sobre la visión de un posible proceso de desarme y el futuro de las relaciones entre el Líbano e Israel. Se entregó una copia de este documento a Hezbolá, que se comprometió a dar respuestas al presidente Aoun en un plazo de quince días.

El partido chiíta y el jefe del Estado están tratando de ponerse de acuerdo sobre un proceso que conduciría, a largo plazo, al desarme total de Hezbolá al norte del río Litani (Hezbolá ya ha entregado 500 infraestructuras militares al ejército libanés al sur del río), si los israelíes y los estadounidenses cumplen ciertas condiciones: la retirada de las cinco colinas; la resolución de los litigios relativos a 13 “intrusiones” israelíes posteriores a la última guerra; la liberación del puñado de combatientes de Hezbolá capturados durante los combates; y, sobre todo, el cese de los asesinatos selectivos, las incursiones diarias y cualquier forma de violación de la soberanía libanesa.

Las autoridades libanesas propondrían a los estadounidenses un calendario basado en el principio de la simultaneidad de las medidas entre el Líbano e Israel, que comenzaría con el anuncio oficial de un acuerdo sobre el desarme de Hezbolá. Sin embargo, muchos se preguntan sobre la posibilidad de concretar un posible acuerdo con Hezbolá, sobre todo porque aún no se ha aplicado un plan de desarme de los campos palestinos, que debía entrar en vigor el 15 de junio.

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