El científico colombiano Diego Cardeñosa lleva años escarbando entre los costales de aletas de tiburón de los mercados de Hong Kong. Allí llegan anualmente cerca de 6.000 toneladas de aletas provenientes de al menos 80 países. Se trata de uno de los centros de importación, reexportación y consumo de aletas de tiburón más grandes del mundo.
Entre 2014 y 2018, Cardeñosa, investigador posdoctoral de la Universidad Internacional de Florida (Estados Unidos), junto a un equipo de científicos internacionales, analizaron 9.820 muestras de ADN de aletas recolectadas en los mercados de esta ciudad china. Con el paso de los años han descifrado las especies que componen esos mercados, si se trata de especies amenazadas o no, y si su llegada hasta Asia pudo ser parte del comercio ilegal. Los resultados más recientes fueron publicados hace unos días en la revista científica Conservation Letters.
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Según la última evaluación global de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN, por su sigla en inglés), en los últimos siete años el número de especies amenazadas de tiburones y sus familiares cercanos, como las rayas y las quimeras, se ha duplicado. Y la pesca insostenible es la principal causa. “Conociendo cuáles especies encontrábamos en los mercados, pudimos dar el siguiente paso, que era mirar cómo podíamos revertir esas tendencias que vemos en las poblaciones de tiburones a escala global. Qué especies nos faltan por proteger y cuáles vacíos hay en la conservación”, asegura el biólogo.
En total, hallaron 86 especies diferentes en cuatro años y medio de análisis. De estas, 61, es decir, más del 70 %, aparecían en la evaluación de la IUCN en categorías de amenaza. También evidenciaron que todas las especies cuyas aletas se consideran de “alto valor”, “premium” o “productos de lujo”, están en las categorías más graves de amenaza.
“Si el comercio internacional es el principal impulsor de la pesca no sostenible, es de esperar que las especies que están sujetas a ese comercio internacional corran un mayor riesgo de extinción”, explica Cardeñosa. “Que haya tantas especies amenazadas en el mercado de aletas es una señal de alerta”.
Por eso las regulaciones del tráfico se vuelven tan importantes y pueden tener efectos notables. A escala internacional existe la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas (Cites), que en sus apéndices I y II prohíbe o regula, respectivamente, el comercio internacional de especies amenazadas que se encuentren allí listadas.
Justamente el estudio evidenció que las especies más comunes en el comercio de aletas son aquellas que suelen encontrarse en mar abierto, es decir, especies pelágicas. Pero otra gran proporción pertenece a zonas costeras. En el segundo grupo, reveló la investigación, aún hay varias especies que se quedan por fuera de los esfuerzos de conservación.
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Las especies menos visibles
En el análisis de los mercados de Hong Kong, los investigadores observaron que los tiburones cosmopolitas, es decir, aquellos que se distribuyen globalmente por diferentes regiones, tienen una gran contribución en el mercado. No obstante, se trata de especies que ya cuentan con algunas regulaciones y protecciones a escala regional o internacional. “En cambio, agrega Cardeñosa, vimos que muchas de las especies que están en el comercio no son cosmopolitas, sino que son especies costeras, y pese a que muchas están críticamente amenazadas o en peligro de extinción, no cuentan con ningún tipo de regulación o normativa que las proteja en los lugares en los que se distribuyen”.
A esto se le suman otras presiones. Al estar en zonas costeras, se enfrentan a amenazas constantes como la sobrepesca, y son susceptibles a redes de trasmallo, palangres y redes de arrastre usadas en otras pesquerías. Además, son más vulnerables a la contaminación, a la pérdida de hábitat y a los cambios en los ecosistemas. “Pese a todo esto, hasta ahora las hemos marginado en la protección internacional, regional y nacional. Es hora de cambiar el foco, porque muchas están en categorías máximas de amenaza, donde el siguiente paso es que estén extintas. Si no actuamos pronto, podríamos perderlas en las próximas décadas”, afirma Cardeñosa.
En noviembre tendrá lugar una nueva Convención de las Partes de Cites, en la que diferentes países presentarán la propuesta de incluir un pliego de tiburones costeros en el Apéndice II, para establecer medidas que regulen el comercio y controlen su explotación. Colombia es uno de los signatarios de esa propuesta.
“Este artículo permite soportar, con evidencia científica, que listar y proteger esas especies que van a ser propuestas puede tener un efecto muy positivo”, explica. En caso de ser adoptadas las medidas, los países serán obligados a asegurarse de que cada exportación de especies que aparezcan en la lista es legal, se pueda rastrear y sea de capturas sostenibles.
Pero la gestión es una tarea compleja, que requiere inversiones legislativas, de seguimiento, de investigación, evaluación y cumplimiento. En otras palabras, aunque estar listadas en Cites permite un mayor control en el comercio internacional, a escala regional y, particularmente, los países, son quienes tienen la responsabilidad de tomar medidas en sus aguas territoriales para revertir esta tendencia.
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