Bogotá
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Bogotá se asfixia bajo una densa nube tóxica que reposa flotante cada mañana en el horizonte.
Una muestra latente del insano aire que respiramos los capitalinos cada día y para el cual no existe barrera efectiva.
Fue justamente en la rueda de prensa posterior al pasado día sin carro en la ciudad cuando la opinión pública se cuestionaba con razón sobre los balances que se entregaban en materia de calidad del aire.
Se suponía que al dejar de transitar por las vías alrededor de un millón ochocientos mil vehículos, entre autos y motocicletas, los indicadores de las estaciones de monitoreo serían favorables; nada mas lejano de la realidad.
Y es que para no ir muy lejos ni adentrarnos en mediciones directas, los mayores contaminantes de la atmósfera son los arrojados tras la combustión de motores provenientes de los vehículos impulsados por Diésel, es decir, automotores de carga y Transmilenios, cuya flota circula en su máxima capacidad en la jornada sin carro; de estos se desprenden las partículas PM10 y PM2.5, siglas que hacen alusión al tamaño de los contaminantes medido en micras, siendo así que las partículas de 2.5 micras son las que más afectan a los seres humanos ya que son capaces de pasar todos los filtros naturales que tenemos en los pulmones y causan gran variedad de enfermedades respiratorias en la población expuesta.
En octubre del año pasado escribí una columna en este mismo medio titulada: “La calidad del aire, un asunto de cinco sentidos”, en ella expuse la manera como la Secretaría de Ambiente de la ciudad adoptó el protocolo para realizar las mediciones de calidad del aire y como este presenta datos que difieren con The World Air Quality Index project, un mecanismo de control mundial para la calidad del aire compuesto por equipos investigativos de China, Singapur, India, Australia y Estados Unidos, cuya labor es monitorear en tiempo real mas de diez mil estaciones en el mundo, entre ellas las mismas que están en Bogotá, por lo que los datos arrojados deberían ser muy parecidos, pero no.
A raíz de la pésima calidad de la atmósfera bogotana, la Alcaldía Mayor decidió restringir la circulación de vehículos de carga en varios sectores de la ciudad, esto amparado en el decreto 840 de 2019 que regula el transporte de carga en la capital. Sin duda alguna esta medida fue positiva, ya que, en los días posteriores a su entrada en vigor, los índices de contaminación de aire disminuyeron ostensiblemente; y es que los vehículos de carga aportan un 38.5% del total de emisiones en el sector transporte como se puede evidenciar en la gráfica siguiente.
Si bien la medida resulta efectiva para el control de emisiones a la atmósfera presenta otras afectaciones, puesto que dejan de ingresar muchos vehículos a la ciudad generando pérdidas para el sector, desempleo y encarecimiento de productos como ya es evidente en algunas plazas de mercado donde he tenido la oportunidad de corroborarlo, por lo que le espera a la administración local y al gobierno nacional una gran tarea para lograr una regulación que sea sostenible en términos ambientales pero sin dejar de lado los aspectos sociales y económicos, también pilares fundamentales de la sostenibilidad.
En Colombia, la flota de transporte de carga es vetusta, casi un 20% tiene más de 20 años y cerca del 85% presenta una tecnología de emisiones inferior a EURO III por lo que se debe legislar de manera urgente para sacar de circulación gran cantidad de camiones viejos, pero al mismo tiempo ofrecer a los propietarios medidas que logren mitigar sus pérdidas para lograr un equilibrio que sea efectivo al disminuir las emisiones de partículas dañinas sin afectar la economía de las familias que derivan su sustento en el transporte de carga.
Desgraciadamente mientras todo esto ocurre, Bogotá seguirá con su constante nube venenosa apostada sobre la sabana, afectando inicialmente a las poblaciones más vulnerables de las localidades de Bosa, Kennedy, Engativá y Ciudad Bolívar, pero propagándose por toda la urbe dejando a su lento paso, no solo un paisaje borroso en el horizonte sino también miles de casos de enfermedades respiratorias sin que podamos hacer mucho para detenerla.
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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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