Tras los ataques a animales de granja conocidos en Cundinamarca, donde habitantes de las veredas apartadas de algunos municipios alertan sobre la presencia de lo que llaman “perros salvajes” y llamaron la atención de las comunidades rurales en Cucunubá, Villapinzón, Chocontá y Lenguazaque, para que estén “alerta”.

Ante este hecho, los rumores del regreso del supuesto ‘chupacabras’ no se hicieron esperar y las autoridades ambientales y municipales prendieron las alarmas. Aunque en este caso aún no se conoce a ciencia cierta si se trató o no de un ataque por parte de una manada de perros, sí abrió el debate sobre los responsables y las causas de este problema.

(También puede leer: La enemiga silenciosa que puede acabar muy pronto con la vida de los perros)

LA VILLA habló con el médico veterinario y etólogo Juan Camilo González, quien, además, es profesional del Instituto de Protección y Bienestar Animal de Cundinamarca (IPYBAC), para conocer sobre el comportamiento de los llamados “perros salvajes” y de cómo llegan a tal condición.

“Lo primero que hay que decir es que el término correcto es perros ferales. Lo segundo que los perros en condición de calle se dividen en cuatro grupos: están los perros que tienen tutor, pero por la tenencia irresponsables los dejan sueltos, después viene un grupo de perros habitantes de calle sin dueño, que viven en los parques de los pueblos, las calles y que muchos vecinos de la zona alimentan; y luego están lo que llamamos perros ferales y por último semiferales”, explica González.

Agrega que los perros ferales o semiferales son los que han involucionado en su domesticación, luego de haber sido abandonados, que logran sobrevivir y se han habituado al lugar donde están circulando. “Ellos encuentran comida, se alimentan, buscan pareja si están enteros, se reproducen y sus hijos tienden a tener un comportamiento también feral”.

Perros ferales y semiferales

Para entender la diferencia entre perro feral o semiferal, el experto señala que el feral evita todo tipo de contacto con las personas, se comporta casi como un animal silvestre, permanece en montañas, bosques, reservas, potreros de grandes extensiones, y algunas fincas ganaderas; mientras que el semiferal se acerca más o los asentamientos urbanos en busca de comida, generalmente entre la basura.

Sobre el comportamiento de caza, el etólogo indica que existen guías que explican cómo son los patrones de mordidas dependiendo de la especie, porque no solamente están los perros ferales y de calle. “Es muy común que los perros que atacan las ovejas, las cabras, las terneras, etc., sean perros de otras fincas, a veces ni siquiera son perros ferales o semiferales; muchas veces son los perros que dejan sueltos y que salen de la propiedad. Ese patrón es muy común”, agrega.

Ante esto, lo primero es identificar el patrón de mordida, para saber cuál fue el posible animal que mordió; entonces, cuando se encuentra el cadáver o el animal queda vivo, se puede evidenciar dependiendo de la zona. “Los perros tienden a morder mucho las patas de los animales, y algunas veces la nariz; por el contrario, los ataques a la zona del cuello son más de felinos”, menciona.

González indica que en Cundinamarca tienen evidencias muy seguidas de ataques de felinos silvestres, sobre todo de pumas, de osos de anteojos y perros. “Los osos de anteojos tienen la particularidad que atacan por encima, como hacia la columna. No son muy buenos para cazar, son más bien carroñeros, pero por el hambre les toca salir a cazar, muerden toda la zona de arriba para buscar derribarlo y comer. Son escenas muy sangrientas”.

(Le interesa: Consejos para que salida del perro al parque (léase baño) no lo estrese a él… ni al dueño)

Otra cosa que explica el profesional es que si se come o no a la presa tras el ataque, un animal silvestre generalmente caza para sobrevivir, un perro no. “Ellos generalmente los matan jugando”.

Sin embargo, tras consultar con la dirección regional de la CAR Cundinamarca, en la zona del ataque en mención, no se conoce de la presencia de osos de anteojos o pumas, pero sí de perros, los cuales llegan a condición feral tras haber sido abandonado por los mismos humanos. “La gran mayoría de los perros abandonados mueren y los pocos que logran sobrevivir se adaptan, aprenden a cazar, establecen su territorio y buscan pareja, lo que inmediatamente aumenta la probabilidad de que haya más perros ferales. De ahí la importancia de la tenencia responsable, de no dejar deambular a los animales, de no abandonar y de castrar y esterilizar para que no se reproduzcan”, recalca González.

Pero el problema no solo afecta a los animales de granja y la convivencia con los humanos, también a la fauna silvestre, pues muchos de los perros ferales, como no están vacunados, son portadores de parvo y contaminan a otras especies como a los zorros cangrejeros, que mueren a causa del virus.

Ante toda esta situación, hace énfasis sobre el daño que se causa al abandonar perros. “Es una problemática que estamos generando nosotros al abandonar perros, que después termina afectándonos a todos”.

Indica que por no esterilizar a las hembras y castrar a los machos, nacen “camadas no deseadas”, que en casi todos los casos son abandonadas o incurren en maltrato animal al arrojar en costales a las hembras a los ríos para que mueran.