Las nuevas tendencias del lenguaje, de uso común para algunos y de confusión para otros, causa preguntas sobre la razón de este cambio, la forma ideal de comunicación y cómo puede o no transformarse el lenguaje.

En Colombia la Corte Constitucional ha dictado por lo menos 14 sentencias que regulan el uso ofensivo y excluyente del lenguaje. En el caso específico del género dictó la Sentencia C-804 de 2006, que surgió de una demanda al artículo 33 del Código Civil por el uso exclusivo de la palabra “hombre” para referirse a personas de ambos sexos.

El resultado fue la impugnación de algunas de estas expresiones en artículos de la Constitución. Argumentó la importancia de “reconocer en las mujeres igual dignidad a la que durante mucho tiempo solo se reconoció en los hombres”.

Sin embargo, en la sentencia T-344 del 2020, en un fallo de protección a mujeres víctimas de violencia, decidió para la emisión de la sentencia aceptar el uso genérico del sustantivo masculino para referirse a ambos sexos.

El uso del lenguaje inclusivo sigue siendo un proceso en construcción, desde lo social, académico y hasta jurídico. Por eso, La Patria habló con Paula Andrea Hoyos, profesora de Lingüística de la Universidad de Caldas, quien ayudará a despejar algunas dudas.

(Vea también: ‘El zaguán de las presencias, personajes de Musgonia’, libro que fue presentado en la Filbo)

¿A qué llamamos lenguaje inclusivo?

Para mí es un lenguaje que da cabida a todas las formas de pensamiento, identidades, etc. Es un lenguaje que no se limita por la norma, porque entiende que la norma también se transforma gracias a los usuarios y si como usuarios tenemos la necesidad de hacer cambios, qué bueno que haya elementos lingüísticos que lo permitan.

¿Por qué este lenguaje ha generado tanto debate más allá de la gramática?

Porque hay una resistencia al cambio, ya que eso implica desestabilizar muchos conceptos y actitudes aprehendidos, entonces es más cómodo.

Somos una sociedad reacia a los cambios ¿Cómo asumir esas formas que propone el lenguaje inclusivo?

El tiempo lo dirá…Y es precisamente un estudio diacrónico lo que nos permitirá en algún momento dar esa explicación. Se me ocurre que podría ser a través del diálogo activo, me refiero a realmente poder escuchar las razones de las personas que se sienten identificadas con el lenguaje inclusivo y entender que no hay una sola forma de expresión o formas limitadas por la regla. El uso cambia la norma.

¿Aún se siente raro decir niñas y niños, todas y todos?

Depende del contexto, el desdoblamiento (así se le llama a este fenómeno) cada vez es más utilizado, cada vez escuchamos más este tipo de construcciones en conferencias, en la radio, en las redes… Y si se expande por todos estos medios cada vez será menos extraño para los hablantes.

¿Cómo las palabras del lenguaje cotidiano, aunque parezcan relativamente inofensivas, pueden generar estereotipos de género?

Precisamente por la construcción social y los significados que se les han dado dependiendo de los contextos. Y porque como sociedad no generamos conciencia colectiva acerca de los nuevos usos y expresiones de la lengua; algo que hace un tiempo era normalizado, ahora causa incomodidad porque las sensibilidades han cambiado, la lengua al depender de lo social, que muta es lógico que también lo haga.

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¿Es posible que lleguemos a propuestas como las de la sociedad civil en Argentina y Chile que impulsan el uso de la letra e, como elle en lugar de él o ella, para marcar la neutralidad gramatical?

Es posible, ya se da en muchos contextos, y esto se debe a la aceptación de diversidad de pensamientos y concepción del mundo. Un ejemplo es la controversia que generó que una candidata a la vicepresidencia (Francia Márquez) hablara de “mayoras” que si bien específicamente no tiene que ver con ese morfema de género neutro (-e), es un poco el objetivo del lenguaje inclusivo, mostrar otras realidades aparte de las que estoy acostumbrada a simbolizar.

¿Cómo deben asumir ese reto del lenguaje inclusivo los profesores de hoy?

Creo que se puede abordar a partir de los debates, de conversaciones en torno al concepto de empatía y eso no quiere decir necesariamente que yo tenga que empezar a hablar de una manera determinada, pero cuando hay una concepción de “otredad” es el paso para poder hablar de diversidad de género y por ende que no sea raro que se vea reflejada en el lenguaje.