Para todos los países la pandemia y sus efectos han significado un gran reto. Y si bien las políticas de cuidado, como el distanciamiento físico y la obligatoriedad de tapabocas, fueron importantes para dar resultados contra el virus, aun no se comprende bien por qué la mortalidad y las infecciones han sido más altas en algunos lugares.

De hecho, paradójicamente, los países que los expertos creían que estaban más preparados para mitigar los efectos de una pandemia antes del COVID-19 no han sido los más exitosos en hacerlo.

Una investigación publicada en la prestigiosa revista The Lancet analizó, justamente, las posibles relaciones de la prevención y el tratamiento del COVID-19 en 177 países.

En concreto, el estudio tuvo en cuenta las infecciones por el nuevo coronavirus y las tasas de letalidad para comprender los factores que impidieron la propagación del virus, y los factores del sistema de salud que impidieron la muerte por enfermedad en estos países.

Este estudio consideró además de los factores conocidos de la infección y mortalidad por el virus, como la altitud geográfica, el perfil de edad y la estacionalidad de la enfermedad, otras 28 circunstancias que dependen de las decisiones de los gobiernos, como la capacidad del sistema de salud, variables de gobernanza y medidas de la desigualdad económica y de las sociedades.

(Vea también: Así se está buscando a las personas que necesitan su vacuna de refuerzo)

Ojo al “misterio epidemiológico”

Los autores explican que estas premisas plantean un misterio epidemiológico, pues los casos y las muertes por COVID-19 no han seguido el patrón de muchas otras enfermedades transmisibles, y los países con más recursos de atención médica han tenido una mayor carga de esta enfermedad que los de menos recursos.

Los países de ingresos medianos y altos tienen el 48 por ciento de la población mundial, pero el 52 por ciento del exceso estimado de muertes por coronavirus al 30 de septiembre de 2021 se produjeron a pesar de tener tasas de vacunación mucho más altas desde diciembre de 2020.

Otra parte de dicho misterio epidemiológico está en que las tasas de mortalidad varían mucho incluso entre países próximos geográficamente. “Bulgaria, Namibia y Bolivia tienen tasas de mortalidad por COVID-19 superiores a 4 por cada 1000 personas, mientras que los vecinos geográficos Turquía, Angola y Colombia, respectivamente, tienen menos de la mitad de muertes per cápita, con tasas de mortalidad de 2 por 100 o menos”, menciona el artículo.

Principales conclusiones de este estudio

El estudio concluyó que para la tasa de letalidad los factores que más explican la variación entre países son la edad, el PIB per cápita y el Índice de Masa Corporal (IMC) alto.

Sin embargo, es la estructura de edad por sí sola la que explica las mayores diferencias entre países en la tasa de letalidad. En otras palabras, la mortalidad fue mucho más alta en países cuya población tenía más personas por encima de los 60 años, en línea con lo que se sabe del virus y su mayor riesgo para las personas de más edad.

A pesar de la importancia de la edad en los resultados, este análisis confirma los hallazgos de investigaciones anteriores sobre el papel clave de la obesidad en la mortalidad. “Se demuestra a los gobiernos que son indispensables las estrategias para promover un IMC más bajo que podría incluir subsidiar alimentos saludables, como frutas frescas, nueces y verduras, y marcar alimentos no saludables con grandes anuncios, como por ejemplo, las bebidas azucaradas”, indican los autores.

Lee También

El tabaquismo y la contaminación del aire también pudieron haber influido en los resultados de los países durante esta pandemia y precisamente por ello los investigadores hacen énfasis en que las políticas de control del tabaco, incluidos los aumentos de impuestos y la prohibición de la publicidad, han demostrado ser eficaces y rentables tanto en los países pobres como en los ricos.

Por otro lado, y hablando específicamente de los gobiernos, se encontró que los niveles más altos de confianza en las instituciones estatales y bajos niveles de corrupción estuvieron relacionados con menos infecciones en los países durante el período del estudio, algo que también se asoció con una mayor cobertura de vacunación contra el coronavirus en los países de ingresos medios y altos.

También es de interés que los indicadores de atención médica de cada país no se correlacionaron con los resultados de la pandemia. Prueba de ello, según los autores, es que algunos como países como Burundi, Filipinas y República Dominicana, que en teoría no tenían capacidad instalada suficiente ni preparación antes de la pandemia, hasta ahora han mantenido bajas tasas de infecciones y de letalidad.

Finalmente, los autores dejan claro que salvo temas de autocuidado como el uso tapabocas, distanciamiento físico y otras medidas, muchos de los factores que explican que un país tenga más o menos casos y muertes por COVID-19 no son fáciles de modificar. Por ejemplo, las infecciones que aumentan durante el invierno y están más asociadas con el riesgo relativo de neumonía. De manera similar, la incidencia de neumonía y otras infecciones de las vías respiratorias bajas es mayor en zonas más altas. Las explicaciones de este riesgo incluyen factores climáticos como el aumento de la humedad.