Tener en nuestras manos la crianza y educación de un niño es una responsabilidad muy grande y delicada, ya que tus acciones formarán las bases de su formación, como humano y futuro adulto. Hay muchas cosas a las que debemos prestar atención, para guiar de la mejor manera, atender sus necesidades, fomentar su crecimiento, autosuficiencia y motivación.

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Es importante destacar que nadie puede hacerlo a la “perfección” ya que el convertirnos en padres no viene con un manual de instrucciones, sino que por el camino irás aprendiendo y adaptándote a las circunstancias.

Sin embargo, hay ciertas acciones que debes cuidar para que puedas llevar una educación y crianza sanas, de la manera más adecuada. Con esto, evitarás algunas heridas que pueden afectar su confianza, su seguridad y su capacidad de socializar.

Señales de que no estás siendo un “buen padre”

Hemos reunido algunos errores comunes que fácilmente se convierten en focos rojos, que debes atender lo más proto posible, ya que serían señal de que no estás siendo un buen padre (o madre).

1. Nunca comparten tiempo de calidad

Hay una gran diferencia en estar durante un tiempo juntos en el mismo lugar y compartir tiempo de calidad. Los niños necesitan de la segunda para tener un entorno en el que haya convivencia y comunicación.

Es claro que todos los padres tenemos diferentes actividades, que ocupan gran parte de nuestro tiempo, pero también debemos darles a nuestros hijos prioridad cuando es tiempo de estar con ellos.

Hazles preguntas, enséñales algo y muestrales que estás genuinamente interesado en platicar. Escucha lo que te dicen (ese debe ser un espacio libre de distracciones, como los celulares y demás pantallas). De lo contrario, no se sentirán valorados, y es allí donde llegan las frustraciones y los miedos.

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2. Hay agresiones

En una crianza sana las agresiones son completamente prohibidas. Para ser un buen padre, no podemos ser flexibles con ningún tipo de maltrato, ni físico ni verbal.

No los insultes, digas cosas hirientes, golpees o grites, porque esto deja una huella negativa para toda la vida. Si sientes que no estás en un buen momento, tu humor no es el mejor o hay tensión, mejor apártate y toma un respiro para no descargar esa ira en ellos. Respétalos en todo caso y fomenta que haya confianza mutua.

3. No hay reglas (de parte y parte)

Los malos padres no definen reglas, lo que tiene un gran impacto negativo porque los hijos no aprenden a diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto; sino que aprenden a manipular y hacer su voluntad sin pensar en las consecuencias. Es necesario plantear límites, para que comprendan las responsabilidades y obligaciones, además de ciertos valores básicos.

Dentro de estas reglas, los grandes también debemos estar contemplados, ya que nuestro ejemplo es fundamental para que ellos imiten. Si les pones como regla que en la casa no se grita a nadie, sin importar cuan enojados estén, esa regla también nos aplica a los papás.

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4. No existe la confianza

La confianza se crea con la suma de muchas acciones, aparentemente pequeñas. En una crianza sin confianza, rara vez crees en lo que tus hijos te dicen, llegando al punto de no escucharlos e ignorarlos, sea sobre su punto de vista o lo que están pidiendo de sus padres.

El mal padre (o madre) no le da la debida importancia a lo que sienten o dicen sus hijos y esto afecta la forma como se perciben a sí mismos. Por esto, al crecer, muchos niños tienen problemas de autoestima y de aceptación.

5. Criticarlos (negativamente) todo el tiempo

Recibir constantemente críticas duras, directas y negativas también tienen un impacto muy relevante en el bienestar mental (aún más en el caso de los niños) y nunca para bien.

Si castigamos a los niños por todo o si los señalas sin ayudar a superar “lo negativo” por lo que los estás regañando, sino solo atacando, puedes desencadenar rabietas, rebeldía o que vayan forjándose una imagen de sí mismos llena de señalamientos y poca estima.

Es mejor enseñarles a actuar bien y ser conscientes de sus acciones, siempre con el respeto como bandera.