Alemania está generando mucha electricidad a partir de energías renovables como la eólica y la solar para conseguir la ansiada transición energética y dar ejemplo al mundo de que sí se puede evitar que la temperatura suba más de 1,5 grados centígrados para el 2050.

No obstante, ese esfuerzo aún no es suficiente para cerrar la brecha, sobre todo porque la demanda de electricidad seguirá aumentando con fuerza en los próximos años.

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Así lo ven el Partido Socialdemócrata (SPD), Los Verdes y el Partido Liberal (FDP) del país germano, que negocian la formación de un nuevo gobierno tras las elecciones del 26 de septiembre. En un documento elaborado durante las primeras conversaciones, los tres partidos prometieron acelerar drásticamente la expansión de las energías renovables.

“En el primer año, el nuevo gobierno iniciará todos los cambios legales, marcará todo el rumbo para que Alemania no tenga una brecha en el suministro eléctrico”, anunció el candidato a canciller Olaf Scholz (SPD) la semana pasada en un congreso sindical en Hannover.

“Esta tarea debe abordarse con una nueva velocidad, a un nuevo ritmo y con gran precisión”, añadió.

En la actualidad, algo menos de la mitad de la electricidad generada en Alemania procede de energías renovables y el resto principalmente del lignito y la hulla, el gas natural y la energía nuclear.

Alemania dejará de producir energía nuclear a finales de 2022

La Ley de Energía Atómica estipula que 3 de las 6 centrales nucleares aún en funciones, con una capacidad combinada de 4.254 megavatios, deberán ser desactivadas a finales de este año, y las otras tres a finales de 2022.

Pero al mismo tiempo, se alzan cada vez más fuerte las voces que abogan por prolongar la vida útil de las centrales atómicas en vista del aumento de los precios de la energía, los posibles cuellos de botella en el suministro y por la protección del clima.

Jürgen Hambrecht, expresidente de la empresa química Basf y quien integró un comité de ética cuando se decidió el apagón nuclear, calificó de error que se eliminasen de forma simultánea el carbón y la energía nuclear.

Hambrecht opinó en declaraciones al diario ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’ que los peligros del cambio climático son mucho mayores que los de la energía nuclear. Dos iniciativas ciudadanas, EnergieVernunft y Vernunftkraft, expresaron opiniones similares.

Un grupo de expertos extranjeros, entre los que se encuentra el investigador estadounidense del clima James Hansen, pidieron a los alemanes en una carta abierta que reformen la legislación y que, por el bien del clima, aprovechen los reactores restantes hasta bien entrada la década de 2030.

Por qué Bill Gates critica la política energética de Alemania

De lo contrario, advirtieron, habrá que quemar más combustibles fósiles. “Su país no puede permitirse un revés así”, señala el llamamiento. Comentarios similares hizo el fundador de Microsoft y filántropo Bill Gates, que criticó la política energética de Alemania en una entrevista con el periódico económico ‘Handelsblatt’.

Ningún partido representado en el Bundestag salvo la ultraderechista Alternativa para Alemania (AfD) quiere revisar la ley nuclear, por lo que el tema no se menciona en absoluto en el documento exploratorio de la futura coalición de socialdemócratas, verdes y liberales.

Los alemanes consideran que la energía nuclear es demasiado riesgosa y que la eliminación de los residuos nucleares no está resuelta. La alianza de socialdemócratas y verdes bajo el canciller Gerhard Schröder decidió en 2002 desconectar gradualmente hasta 2022 las 19 centrales nucleares que funcionaban en Alemania.

La canciller Angela Merkel, al mando de una coalición de conservadores y liberales, revocó la decisión en 2010, pero la volvió a poner en vigor tras el accidente del reactor de Fukushima (Japón) en 2011.

Los planes actuales contemplan que la generación de electricidad a partir del carbón, especialmente perjudicial para el clima, debe desaparecer por completo a más tardar en 2038. Los partidos que negocian la formación de un nuevo gobierno pretenden conseguirlo para 2030.

Sin embargo, es posible que el aumento de los precios de los derechos de contaminación por dióxido de carbono (CO2) en el comercio de emisiones europeo lleve a adelantar el cierre de las centrales eléctricas de carbón.

El único combustible fósil restante sería el gas natural, cuyo balance climático es más favorable, pero que –a diferencia del lignito nacional– debe importarse de Rusia.

Más energía eólica y solar

Para garantizar que en el futuro fluya aún más electricidad verde por el país, los posibles gobernantes aspiran a destinar el 2 % del territorio estatal a la construcción de aerogeneradores.

Asimismo, los nuevos edificios comerciales estarán obligados a colocar paneles solares en sus tejados, y los tejados solares serán la norma para los nuevos edificios particulares.

Sin embargo, las protestas y quejas de los residentes locales y de los ambientalistas contra el zumbido de los rotores demuestran que no será fácil añadir miles de turbinas eólicas a las 30.000 ya instaladas en Alemania.

La construcción, prevista desde hace tiempo, de poderosos cables de transmisión para transportar la electricidad desde el ventoso norte hasta el económicamente fuerte sur está retrasada.

La electricidad en Alemania es actualmente muy cara -unos 30,5 céntimos de euro (35 centavos de dólar) por kilovatio hora-, no solo por los precios de las materias primas y las tasas de CO2, sino también por los miles de millones que se gastan en subvencionar las energías renovables.

Kay Scheller, presidente del Tribunal Federal de Cuentas, advirtió que la transición energética representará una carga financiera demasiado pesada para Alemania.

En una conferencia cuyo texto publicó la revista ‘Cicero’, Scheller sostuvo que es casi imposible resolver la contradicción de objetivos que encierra aspirar a un suministro de energía compatible con el medio ambiente y al mismo tiempo seguro y asequible.

“El Tribunal Federal de Cuentas ve el peligro de que la transición energética en la forma en que está prevista ahora sobrecargue la sostenibilidad financiera de la economía y la sociedad y, en última instancia, ponga en peligro a Alemania como un buen lugar para hacer negocios y ponga en riesgo la aceptación social”, previno Scheller.