Por: Jimena Cantor Santana.

Proveniente de una familia que lleva los autos en la sangre, Nicolás Castillo, el joven piloto profesional colombiano, ha logrado destacar a nivel internacional compitiendo en diferentes categorías de automovilismo a nivel mundial. 

“Es una de las mejores sensaciones que puedo describir en lo que ha sido mi camino hacia la cúspide del automovilismo. Cualquiera diría que ganar un título tan alto para un latinoamericano era algo imposible. Nadie nunca lo había logrado hasta ahora. Yo soy el primero en hacerlo.” Así recuerda su campeonato más importante Nicolás Castillo, piloto profesional colombiano que, con tan solo 21 años, ya es ganador del NASA Southeast, además de haber conquistado las mejores pistas en los Estados Unidos. 

En aquel vecindario silencioso, con un toque perfecto de privacidad, el característico sol de las tres de la tarde se ceñía sobre la sabana de Bogotá. Cuando llegué, me recibió la escena de un contenedor de tráiler mediano color blanco del padre de Nicolás estacionado al frente de su casa. Allí estaba plasmado el nombre del equipo al que pertenece: Niko Salamandra.  

El piloto me abrió las puertas de su hogar con una sonrisa de oreja a oreja que reflejaba una genuina alegría. Medía alrededor de un metro y setenta y cinco centímetros de altura, era de contextura delgada, sus ojos eran color café, igual que su cabello. Traía puesto un conjunto de ropa deportiva oscura, pues acababa de terminar su rutina en el gimnasio. Lo primero que pude notar sobre su personalidad fue su amabilidad.  Me invitó a seguir y empezó a contarme de su vida.

Desde que nació ha estado rodeado de autos. Su padre, Javier Castillo, lleva más de 30 años en la industria como preparador de pilotos. “Estaba casi escrito que yo sería uno de ellos”, me explica Nicolás con una sonrisa. Empezó su carrera a los cinco años y asegura que, desde antes de subirse por primera vez a un auto, su mente siempre estaba en la pista. 

Durante su época escolar le era imposible concentrarse totalmente en el estudio. Recuerda, con un destello de luz en sus ojos y una carcajada, que una vez citaron a sus papás en el colegio para informarles que rayaba su pupitre y no había respondido su examen, sino que dibujaba carros en la hoja. “Las profesoras me llamaban y me decían que se la pasaba elevado”, asegura Mónica, su madre. Aunque tenía notas muy buenas, para él el colegio no era precisamente su prioridad. Durante las clases, siempre se imaginaba a sí mismo en una carrera. 

Nicolás me dio un tour por su casa. En el primer piso está ubicada su habitación, la cual me pareció muy sencilla: un clóset, una cama doble y un trofeo era lo único que se encontraba dentro de esas cuatro paredes blancas. “Siempre estoy viajando, a veces pienso que mi habitación real está en casa de Hans”, afirmó el deportista. Hans Bliss es también miembro del equipo Niko Salamandra y Nicolás y Javier, su padre, lo consideran como parte de la familia.

Cuando subimos al segundo piso, pude notar que en la pared del estudio había una pintura de tamaño mediano que llamó mi atención. Hecha en óleo y con tonos verdes y naranjas, la delicadeza de los trazos adornaba el lienzo. “La hizo mi mamá. Somos Manuela y yo”, dijo Nicolás. A pesar de los dotes artísticos de Mónica, Nicolás reconoce que las manualidades no son lo suyo. “Él, en realidad, disfruta más comentarnos cosas. Cuando intenta colorear o recortar algo, se distrae con nada”, afirma Manuela, su hermana.

La joven promesa del deporte 

En el 2016, el Niko Salamandra Team debutó en los Estados Unidos. “Creo que es la carrera más especial de mi vida”, aseguró Nicolás con una sonrisa de satisfacción, mientras evocaba el recuerdo de esa calurosa tarde de verano, en la que representar a su país con los colores de la bandera lo llenó de orgullo. Un día antes de la carrera final tuvo un accidente en el que el auto que conducía quedó destrozado. “Lo rompí por la mitad después de chocar con otro carro”. A pesar de eso, fue posible repararlo antes de la carrera del siguiente día. Sintió que cumplió su deber: demostrar que Colombia es un semillero de excelentes deportistas.   

Cuando tuve la oportunidad de estar en el tercer piso vi una montaña de trofeos, partes de uno de sus carros favoritos y fotografías en el podio de diferentes campeonatos en los había participado. La impresión que me causó ver tantos premios y reconocimientos de una persona de tan solo 21 años fue evidente. Me dijo con aire despreocupado y una sonrisa que ya se había desecho de muchos, pero que eso no le gustaba a su mamá. Los que conserva tienen un significado más especial. Además, mencionó el deseo de querer construir un museo algún día donde pueda exhibirlos. 

En el norte de Bogotá se encuentra ubicado el taller de Javier Castillo, en el cual trabaja cada día junto a los miembros del equipo para mejorar las versiones de los autos en los que el deportista cumple sus sueños. A diferencia de otros pilotos de carreras, Nicolás es parte del proceso de creación de los autos en los que corre. “La ventaja más grande que tiene Nico es esa. Estar detrás del proceso de cada Salamandra. No sólo entiende qué tiene el carro y cómo funciona, sino que existe un sentimiento hacía él. Es una motivación diferente. No sólo se limita a manejar”, agrega su padre. 

En el mundo del automovilismo la frustración es un sentimiento frecuente, no sólo por los errores que se puedan cometer en la preparación para las carreras, sino por la demanda económica que estas requieren. “Nico y mi papá se ponen a fantasear sobre las próximas carreras, pero el mundo del automovilismo requiere mucho dinero”, menciona Manuela. La falta de financiación de este deporte no es un secreto para nadie en el país. Debido a esto, muchos pilotos se ven obligados a desertar en su carrera deportiva por los altos costos que requiere. “Yo hacía la parte mecánica con mi papá, Hans y Joe. La gente que creía en mí ponía su trabajo casi gratis para que todo funcionara”, recuerda el deportista sobre los inicios de su carrera como piloto profesional en el exterior. 

Familia y amistad: el pilar de su vida 

Cuando bajamos al primer piso, una fotografía familiar era la protagonista en el pasillo que llevaba hacia la cocina. “Mi relación con mis papás y mi hermana es muy buena, a pesar de que no pasamos tanto tiempo juntos porque siempre estoy en un avión”, dijo Nicolás con una sonrisa apagada y melancolía en sus ojos. El viajar con su papá lo llena de alegría, sin embargo, le encantaría poder compartir en tiempo real sus victorias con su hermana y su mamá. “Para mí es supremamente duro. Me gustaría poder abrazarlo cuando gana y consolarlo cuando pierde”, afirma su madre. 

En la cocina, el mesón estaba lleno de cosas. Con algunas ollas sucias y fuera de su lugar, era evidente que alguien había estado cocinando. Nicolás aclaró: “disfruto mucho cocinar. Aprender recetas nuevas y hacer cosas diferentes a lo que normalmente se consume. Me gusta innovar y experimentar”. 

A pesar de su actitud risueña y su buen sentido del humor, el deportista ha tenido que lidiar con momentos duros en su vida. Recuerda con notable tristeza un episodio de su vida aún muy reciente. Un día como cualquier otro, en el año 2017 recibió una llamada en la que le informaron que uno de sus amigos más cercanos había sido asesinado en el sur de Bogotá. Recibió un tiro en la sien en un intento de atraco en la localidad de Kennedy y él fue la primera persona en llegar a la sala de velación. “Sentía su ausencia por más de que yo estuviera viendo su cuerpo”, expresa Nicolás con incomodidad al evocar el recuerdo de aquel día en el que su amigo Sergio partió. 

Al ingresar a la sala de su casa, nos sentamos en el sofá negro que adornaba el lugar. Nicolás se llenó de emoción al comentarme los planes del equipo: “vamos a ir a series mucho más altas. Competiremos en el FARA USA, un campeonato en la Florida, y también el JRDC en Jamaica”.  Después de esto, entre risas, me contó sus anécdotas más divertidas en la pista. Finalmente, me acompañó hasta la puerta y estreché su mano antes de salir de su casa. 

Nicolás Castillo, además de ser la joven promesa del automovilismo colombiano, es un ser humano que tiene una estrecha relación con su familia, trabaja cada día con su padre en el taller para seguir mejorando a nivel profesional y, a pesar de las adversidades, ha logrado demostrar que en Colombia hay mucho potencial deportivo. Cada vez que se monta a un auto y empieza una carrera siente esa liberación de adrenalina y alegría que lo hacen arriesgarse en su profesión. Con convicción, asegura que está dispuesto a pasar el resto de sus días haciendo lo que más ama: correr en las mejores pistas del mundo.