El género, a pesar de la competencia y la prolongada ausencia, promete volver, de la mano de nuevas bandas y sonidos.

Mauricio, Alejandro, Sebastián, Juan Felipe y Camilo se preparan para salir al escenario. Hace más de 10 años habían compartido tarima muchas veces, pero sentían los nervios como si fuera la primera vez. Nostalgia. Cantarían, nuevamente, aquellas canciones que duraron enterradas (para la mayoría de ellos) mucho tiempo. Desempolvarían la música que los hizo crecer y que hizo vibrar a más de uno a mediados de la década del 2000: el tropipop.

Mauricio Rodríguez fue el primero que se atrevió a mezclar ritmos populares con instrumentos y melodías tropicales. Junto a un grupo de músicos profesionales y de gran trayectoria, Mauricio y Palo de Agua sacó, en 2003, el sencillo ‘Niña’.

Inspirados por Carlos Vives, este sencillo marcaría el inicio formal del tropipop, un género tremendamente arriesgado, pero que sería de gran recepción en Bogotá. Cuando a Mauricio se le pregunta por el riesgo que tomaron al unir estas dos corrientes musicales, explica que no hubo planeación:

“Yo creo que no fue nada pensado, fue algo sentido. Yo disfrutaba mucho la música tropical, siempre lo he hecho y le tengo muchísimo respeto”.

A esto se le suma que, cuando Mauricio estaba en su colegio, el Gimnasio Moderno, hacía parte de una orquesta en la que las canciones se tocaban de una forma y no había discusión: “Era purista. Se tocaban como eran originalmente. A mí me gustaba meterles rock, teclados e instrumentos modernos. Eso fue lo que llevó arriba este cuento. Y logramos un sonido muy bonito”. Aquí estaría naciendo el tropipop.

Tras el rotundo éxito que marcaría ‘Niña’, muchos jóvenes de colegios (principalmente de estratos altos) empezarían, también, a reunirse en casas a tocar instrumentos y componerles canciones al amor, la rumba y la alegría.

Gonzalo Gutiérrez, fundador y exdirector de Universal Music en Colombia, y Sebastián Peña, periodista musical de Shock, coinciden en que todo esto era auspiciado, además, por las emisoras de radio: “La Mega y Los 40 iban a colegios de estratos altos y hacían eventos”, dice Sebastián.

Gonzalo, a su vez, comenta que en estos eventos las bandas juveniles lograban exposición: “Había concursos, y el que los ganaba recibía la posibilidad de grabar una canción en un estudio y que esa canción sonara en la emisora que estuviera haciendo el evento”. Ese pequeño gigante, que sería el tropipop, ya empezaba a moldearse.

De estos concursos nacería una de las bandas más importantes para el tropipop: Bonka. Conformada por cinco amigos de colegio que se reunían en una cafetería (llamada Bonka) en la 92 con 11, al norte de Bogotá, la capital colombiana.

Gonzalo Gutiérrez, impulsado por su hija, quien sabía que Bonka era especial, acudió a un concierto de la banda e, inmediatamente, entendió la insistencia de su hija. Los llevó al estudio, les dio un sonido profesional y le dio forma a su primer álbum: ‘Lo que nunca nos contamos’, el cual tenía éxitos como Traga Maluca, El Problemón y La Mona. Este álbum ganaría disco de platino, demostrando que el tropipop ya no estaba naciendo, sino que ya existía y era una realidad musical que se estaba tomando el panorama musical colombiano.

Al tropipop no le bastaba solo con eso, quería más.

Nuevas caras

En el año 2005, un grupo de amigos (como suele ser con este género) de la Universidad Javeriana repetía lo que había hecho Bonka (y Wamba, y Tinto, y tantos más): se juntaban en casas a tocar música que les saliera del alma.

En una de esas reuniones, sin premeditarlo, compusieron la canción que los expondría al éxito: ‘El Parrandero’. Estos amigos se dieron cuenta de que habían encontrado un sonido especial. A través de unos amigos en común, contactaron a Camilo Rivera, un joven estudiante de arquitectura con una inmensa pasión por el acordeón.

La tarea que le encargaron no tenía muchas explicaciones: “Oiga, unos amigos del colegio tienen una canción y quieren que usted le saque un arreglo con el acordeón”, fueron las palabras que recibió Camilo de su primo Alejandro Gaviria.

Luego, Juan José Roecel, el cantante principal del grupo, le llevó un CD que contenía la música de El Parrandero: “Cuando los conocí, ya tenían la música del parrandero y un poco de la letra, entonces vino a mi casa Juan José y me dijo: ‘¡Del putas si usted le graba un acordeón! y miramos a ver qué pasa’”, recuerda Camilo.

Este primer demo, con el arreglo en acordeón incluido, empezó a sonar en discotecas alrededor del país, hasta que un día Alejandro Villalobos puso ese demo en La Mega. Y explotó. Al poco tiempo, ‘El Parrandero’ estaba de número uno en las listas musicales más importantes del país.

Este éxito los motivó a sacar su primer álbum, ‘Master en parranda’, cuyas ventas (este recibió disco de oro) hicieron que, a los pocos años, tras la partida de los integrantes de la banda (exceptuando a Camilo) y la reestructuración de la misma, sacaran su segundo disco, ‘Todo pasa por algo’, el cual marcaría un antes y un después para el tropipop.

Este álbum sería nominado a los premios Grammy Latino por Mejor Álbum Tropical. El tropipop ya no era solo colombiano, era internacional, y su lenguaje era la alegría, el amor y la música.

Esto fue también auspiciado por Mauricio y Palo de Agua, quienes también recibirían sus primeras nominaciones a estos prestigiosos premios y, a su vez, estaban de gira por Europa, llevando el tropipop a distintos rincones del Viejo Continente.

Este era el clímax del tropipop. A su vez, Bonka estaba también en la cúspide de su éxito. Habían cortado relaciones con Gonzalo Gutiérrez para perseguir un proyecto musical mucho más ambicioso, de la mano de Fernán Martínez, uno de los más prestigiosos mánagers de talentos del país. Se habían establecido en Miami para sacar su segundo álbum. También, bandas como Wamba, Tinto y San Alejo estaban cosechando varios triunfos nacionales e internacionales.

El tropipop estaba en su mejor momento. Todo parecía escrito para que así fuera. Todo era perfecto. Los jóvenes querían que de sus gargantas siguiera saliendo ese ‘Con esa mona que baila’ de Bonka, ese ‘Parupaparuparupapa’ de Mauricio y Palo de Agua, y aquel ‘Ay, ¿qué culpa de ser parrandero?’, de Sin Ánimo de Lucro.

Sin embargo, el latido se apagó. El telón se cerró. El radio se apagó.

La caída de un gigante

Muchos afirman que simplemente dejaron de saber del tropipop. Ya no se escuchaban las canciones. Las bandas migraron a otros géneros. Gonzalo Gutiérrez, por ejemplo, no duda en lo absoluto que todo se cayó por una campaña de desprestigio llamada ‘No más tropipop’, liderada por Julio Sánchez Cristo, el director de la W Radio, una de las principales emisoras del país.

Sebastián Peña también comenta que esta campaña fue ciertamente dañina para el género. Gonzalo asegura que la campaña surgió porque un artista muy reconocido no quiso darle un concierto gratis a Julio Sánchez.

Sebastián, sin embargo, explica que esa información no es más que sospechas, aunque comenta que, para sus trabajos, ha intentado en varias ocasiones hablar con el director de la W, pero que este no ha querido discutir ese suceso.

Luego de todo esto, Mauricio Rodríguez recuerda que, de repente, las emisoras dejaron de escuchar a quienes decían ser cantantes de tropipop: “Cuando llegábamos con canciones nos decían que eso no podía sonar que porque era tropipop, que la gente quería escuchar otras cosas. Así me fueron cerrando las puertas”.

A la migración de los artistas (exceptuando a Mauricio, todos abandonaron el género que los vio crecer con tal de seguir sonando. Sin embargo, ignoraban que la gente no estaba interesada en escuchar a una banda de tropipop tocar rock) a otros géneros, se le sumó la inminente partida de los miembros de las bandas, buscando caminos distintos.

Camilo Rivera explica que en Sin Ánimo de Lucro, los demás abandonaron por una vida familiar o una carrera de solista. Él, al ver que ya no podía seguir siendo Sin Ánimo de Lucro sin los demás, creó una banda de rock experimental con su mejor amigo.

El tropipop cerraba sus ojos.

En el 2019, Mauricio Rodríguez, Alejandro Gónzalez (de Bonka), Juan Felipe Samper (de Sin Ánimo de Lucro), Sebastián Yepes (de San Alejo) y Salo (de Wamba) decidieron darle una última oportunidad al tropipop, de la mano del movimiento TropipopIsBack, cobijados, además, por Carlos Vives.

En el 2019 ofrecieron conciertos en distintas partes de Colombia y sacaron canciones (algunas, como ‘Hasta Viejitos’, de Alejandro González, cuentan con casi 15 millones de reproducciones en YouTube) recordando aquel género que les dio una carrera musical. Todo, con la fe y la esperanza de revivir a ese gigante caído.

El renacer: TIMO

Bandas nuevas y llenas de energía prometen darle un nuevo respiro al género. Gonzalo Gutiérrez considera que el Tropipop necesita un nuevo sonido, moderno, que le llegue a los jóvenes de hoy. Curiosamente, TIMO, una banda colombiana de amigos de la Universidad de Javeriana (estudiantes de música), se abandera en que ellos cogieron esos sonidos clásicos del Tropipop y les dieron un toque moderno. 

TIMO cumple perfectamente con lo que Gonzalo profesaba. Andrés Vásquez, Felipe Galat y Alejandro Ochoa sueñan con tocar en escenarios alrededor del mundo, aunque ese no siempre había sido su plan. En primer semestre, para una clase les dieron una tarea sencilla, pero, a su vez, bastante compleja: componer una canción.

Felipe escribió en un papel una canción con ritmos tropicales, populares e, incluso, un poco de reguetón. Grabó un audio en su celular con el coro de la canción y se lo compartió a sus amigos. Al poco tiempo, este audio se hizo viral, al punto que decidió, junto a Andrés y Alejandro, formalizar la canción, grabarla profesionalmente y subirla a las principales plataformas de ‘streaming’ digital, bajo el nombre de TIMO. 

“El Tropipop para mí y para Felipe es una parte inmensa de nuestra infancia y de nuestras raíces bogotanas”, comenta Andrés Vásquez.

El nombre de TIMO surge de un apodo que Andrés le puso a Alejandro, tras pensar que era realmente parecido a un amigo que Andrés tenía en el colegio, de nombre Simón: “Con el tiempo, el apodo se iba modificando. Luego, era Simo, luego Timón, hasta que se quedó Timo. Felpa (Felipe) también le empezó a decir así. Cuando hicimos la banda, ese fue el nombre que quedó”, recuerda Andrés, el bajista del grupo. 

‘Bebamos’ fue el nombre que recibió este primer sencillo de la banda, que, actualmente, cuenta con casi 700.000 reproducciones en Spotify. Después de ‘Bebamos’, la banda sabía que podía hacer más.

Su siguiente canción fue ‘Juernes’, la cual cuenta con más de 1 millón de reproducciones en la misma plataforma. Después, sacaron ‘Quiero Saber’ (480.000 streamings) y, hace un par de semanas, sacaron su último sencillo, ‘Adiós, adiós’ (100.000).

En su camino, han resultado fundamentales artistas de trayectoria igual de poderosa en el tropipop. Por no ir más allá, uno de sus principales mentores es Alejandro González, el exvocalista principal de Bonka. Para TIMO, es un verdadero honor contar con un referente así detrás de ellos.

Este semestre, los tres jóvenes decidieron ver media matrícula de su carrera, para poder dedicarle más tiempo a su banda y al género.

El tropipop, por primera vez en mucho tiempo, cree que es momento de abrir sus ojos. Ya no es el mismo de antes, eso es seguro, pero no por eso deja de enamorar a Bogotá y a Colombia.

Autor: Julián Ramírez Botero

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.