El personal de enfermería que atiende la emergencia sanitaria del COVID-19 ha experimentado serios casos de agotamiento físico y emocional debido a las precarias condiciones laborales y largas jornadas de trabajo en las diferentes instituciones médicas. Aún cuando el sistema de salud no les brinda garantías dignas para ejercer su ocupación, estos profesionales se entregan a su labor sin dudarlo.

Para Indira Arévalo, subdirectora de enfermería de la Clínica Universidad de la Sabana, “la enfermería es el equipo de trabajo que está las veinticuatro horas del día, siete días a la semana en la atención directa del paciente. La enfermera completa los cuidados, brinda un toque humano a la asistencia médica y calidad al cuidado del enfermo”.

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Esta profesión de entrega hacia los demás trae consigo grandes sacrificios (exhaustivos turnos laborales, poco tiempo para compartir en familia), que no son remunerados de manera correspondiente. Aunque el Ministerio de Salud presentó en 2014 unos lineamientos generales para prevenir el cansancio en el personal de salud, muchas instituciones no han seguido con rigurosidad los parámetros establecidos. “No es algo ajeno a las instituciones de salud -menciona Arévalo-, pero es algo que solo se viene a trabajar cuando la gente está agotada, cuando debería ser un acto de prevención”.

Durante la actual pandemia, a la sobrecarga laboral con la que ya convivían los enfermeros, se le sumó la incertidumbre sobre cuál era el trato adecuado a los contagiados. “Todo era nuevo, diferente, desconocido. A medida que la complejidad y el número de pacientes aumentaba, no podíamos desarrollar las pausas cognitivas por falta de tiempo derivado de la misma sobrecarga laboral”, afirma Angélica Rodríguez, enfermera de la Clínica Universidad de La Sabana.

El sistema de salud colombiano no estaba preparado para afrontar una situación como esta y, aunque ya ha pasado un año desde el inicio de la emergencia sanitaria, no se han establecido parámetros claros para solucionar el desgaste físico, emocional y mental del personal de enfermería, lo cual genera repercusiones en su salud y relaciones laborales y familiares. En términos generales, estos profesionales se sienten desmotivados por falta de incentivos y acompañamientos por parte de las instituciones de salud, esto se evidencia en la poca gestión que se dio para reconocer al COVID-19 como una enfermedad de riesgo laboral.

“Para que el sistema de salud pueda mejorar y para que pueda darse un trato humanizado, necesitamos mejores condiciones laborales. El Ministerio de Salud hace oídos sordos a este llamado nacional”, expone Edilma Suárez, presidenta de la Asociación Nacional de Enfermeras de Colombia. Y es que quizá estos problemas se hubieran evitado, o por lo menos mitigado, si el gobierno nacional hubiera ratificado, en 2019, el Convenio 149 de la Organización Internacional del Trabajo, el cual busca establecer medidas mínimas de condiciones laborales del personal de enfermería.

“Es una problemática que trata ser visible, pero aún es ignorada. Parece que es un problema individual, que no afectara al Gobierno o a las instituciones, cuando estas obtienen su margen de rentabilidad gracias a su recurso humano”, expresa Suárez.

En la pandemia, las voces de los médicos fueron las que predominaron, dejando a un lado al resto del sistema de salud que lucha sin descanso. Más que aplaudir su labor, es necesario detenerse a escuchar sus peticiones y generar un cambio en el que se les brinden garantías laborales, porque, si se siguen vulnerando sus derechos como profesionales, el colapso en el sistema de salud será una realidad de la cual será difícil recuperarse.

Autor: Ana María Gómez Ruano.

*Estas notas hacen parte de un acuerdo entre Pulzo y la Universidad de la Sabana para publicar los mejores contenidos de la facultad de Comunicación Social y Periodismo. La responsabilidad de los contenidos aquí publicados es exclusivamente de la Universidad de la Sabana.