«La seguridad es salud. La salud es vida. La vida es seguridad.»  – A. Grandes.

Cuando llegó la pandemia, en el año 2020, Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021), esa gran escritora española ganadora de innumerables premios y reconocimientos, se encontraba escribiendo el sexto libro de sus “Episodios de una Guerra Interminable” (Tusquets) uno de cuyos libros reseñé hace algún tiempo; libro cuyo título iba a ser: “Mariano en el Bidasoa”, que Luis García Montero, su viudo, nos ha anunciado, ya nunca saldrá a la luz.

El 1 de abril de 2020, en medio de un encierro que ya se avizoraba interminable, Almudena suspende la escritura de “Mariano…” y empieza a tomar notas sobre sus pensamientos, vivencias, opiniones y peligros que anticipaba, para su país y la humanidad, con las medidas que estaban siendo tomadas por los organismos gubernamentales y transnacionales. Notas que constituirían la conciencia histórica de un libro que saldría a la luz con el nombre de “Todo va a estar bien” (Tusquets 2022).

Al ser diagnosticada con cáncer de colon, desde el mes de septiembre de 2020, empieza a darle a sus notas la forma de una novela, que situó en un futuro distópico, pero bastante probable, entre 2034-2035, sobre una dictadura y una resistencia futuras que han desfigurado cualquier verdad en una era de pandemia.

El Gran Capitán, es un exitoso empresario español que, al percatarse de que cualquier sentimiento de solidaridad podría acabar con su imperio capitalista de ganancias casi ilimitadas, pone en marcha, de la mano de una eficiente mujer – Megan – un nuevo partido político llamado “Movimiento Ciudadano ¡Soluciones Ya!” (MCSY) que, ante el desprestigio de los políticos y la caótica situación creada por las instituciones y vociferada por los medios de comunicación, gana las elecciones presidenciales.

Tras la alarma de una ola de vandalismo – creada por el mismo partido – tras una campaña consciente para que la sociedad le pierda el respeto a la política, las instituciones y los medios de comunicación, y tras un Gran Apagón en donde España se queda sin Internet, estimulará un modelo de gestión del Estado inspirado en la eficiencia empresarial: el Consejo de Ministros, del cual el será la cabeza, funcionará como un consejo de administración cual si el país fuera gran supermercado, su jefe de campaña, Megan García, será su CEO o Jefe de Gabinete, y un comunicador avezado – Carlos Alcocer – derogará la Constitución, disolverá la Policía Nacional y la Guardia Civil para crear un Cuerpo Nacional de Vigilantes  y disemina  o destierra a los activistas potencialmente molestos en los pueblos de la “España vaciada” o en otros países. Y hasta exterminará a todas las mascotas con la excusa de que expanden las pandemias.

Así las cosas, tomará una serie de medidas extraordinarias incentivando la libertad de compras y consumo en las condiciones que el gran capitalismo determina – con la justificación de que con este nuevo modelo “todo va a mejorar” – de ahí el título de la novela. El Gran Capitán bajará los impuestos directos, establecerá un salario mínimo básico, establecerá subsidios de desempleo, disolverá por decreto las ONG para reemplazarlas por un servicio voluntario estatal para reavivar lo rural, endurecerá las normas contra los migrantes, y obligará a los dueños de empresas y tierras a ceder al estado, por al menos 15 años, su producción para convertir al estado español en una empresa privada.

Los pilares del gobierno serán la Gran Terapia y la Seguridad. Todos los ciudadanos tendrían forzosamente, por salud mental, acceso a sicoterapeutas del estado que se encargarían de alinearlos por la senda correcta y de evitarles la sensación de soledad. Y drones vigilarían toda la ciudad, para encargarse que, durante las sucesivas pandemias – al menos 4 en el libro – la población se comporte de manera controlada y segura.

Sin embargo, surge un valiente grupo de mujeres y hombres modestos – Luis García Montero los ha equiparado a una asociación de vecinos como la que logró que, en Madrid, no se construyera un elitista campo de golf en el parque Isabel II. Estos personajes son construidos detalladamente al principio de la novela y, por fortuna el libro trae un listado pues son muchos. Un exmilitar, su esposa y su nieta, un pastelero con alma de músico, una docente, un ingeniero de sistemas, una bibliotecóloga, un animador audiovisual, es decir, seres humanos tan corrientes que no llegan a ser siquiera principiantes de héroes, logran armar una resistencia. Todos son unos resistentes que se van encontrando por casualidades a lo largo de la trama, unos resistentes vitalistas que se han autodenominado “El Monte”, como una evocación de aquellos guerrilleros de la guerra civil española. Pero el Monte no es un lugar específico: el Monte está en todas partes.

La resistencia también comienza a organizarse en Marruecos, lo que constituye un juego de Almudena al pasado, cuando Franco agrupó sus tropas en Marruecos y desde allí llegó en el 36 a dar el golpe de Estado. Como si ello fuera posible nuevamente, pero para sacar del poder al Gran Capitán.

Los integrantes de El Monte tratarán de dejar al descubierto las mentiras del nuevo régimen en el que todo parece mejorar, cuando en realidad se vive bajo el populismo autoritario de una extrema derecha que, creará virus físicos y digitales para mantener el control y, por demás, tratará de aprovechar a su acomodo el mensaje de El Monte.

Los “malos”, para Almudena, deben ser deslumbrantes y tanto el Gran Capitán como Megan, así como otros tantos, lo son. Interesante observar a través de la trama, cómo la política de hoy hace que, por ejemplo jefes de gabinete o consejeros presidenciales o secretarios privados, o comunicadores digitales, sean más importantes que el candidato o el presidente mismo. Los malos, los malos de más abajo en la jerarquía, cometen crueles asesinatos en pro del mantenimiento del régimen.

Y, si bien hay personajes buenos y malos, en la novela resalta un personaje peculiar al que hay que ponerle atención desde su aparición en el relato: Rodrigo Sossa Ramírez, director de la academia de vigilantes de Los Peñascales, una mezcla imposible de descifrar, pues posee el más alto sentido de compasión al cuidar de Lila, su esposa en coma, pero su cargo le impone ciertos deberes para con el régimen. Cuando, por la muerte de José Federico Miralles jefe político de los vigilantes, es ascendido por el mismísimo Capitán como su segundo al mando, descubrimos la importancia de este hombre en el desenlace: él es una de las claves para encontrar la salida del laberinto en que nos ha embarcado Almudena.

Grandes influencias de Almudena en esta obra son Miguel de Cervantes – hay un relato dentro de la historia extensa de cada personaje, como en El Quijote -, y Max Aub, con su “Laberinto mágico”: a veces no nos damos cuenta de lo sucede hasta que se nos viene encima… Es necesario imaginar el futuro para entender los problemas y, sobre todo, los peligros del presente.

Este libro constituye la forma en que la autora respondió literariamente a los sucesos de la pandemia, pero también la forma en que ha respondido a lo que ella llama esa España de “horteras y borricos” (la Sexta, 2016): una sociedad, muy desagradable e insensible, llena de gente indiferente al sufrimiento de los demás, sumida en el espejismo de hiperconsumismo y materialismo, en desmedro de los derechos humanos.

En el lanzamiento del libro en la Biblioteca Nacional de España, García Montero nos cuenta un episodio conmovedor: La hija de Almudena, Elisa, una vez se publicó en octubre el libro en España, le dejó de regalo a su madre, en su tumba, un ejemplar del libro, a sabiendas de que, seguramente, alguien se lo iba a llevar. Y así fue. Sin embargo, al día siguiente, al ir a visitar la tumba, no estaba el libro de Almudena, pero si uno de Pablo Neruda… así somos los lectores de Almudena.

Cito, por último, a Domingo Rodenas de Moya, quien dice que el libro “es un ejemplo de la épica intrahistórica que la escritora practicó brillantemente y que supo tejer con el heroísmo en minúscula de gentes llamadas a desaparecer en el sumidero de la historia, pero sin los cuales la historia hubiera sido muy distinta. En el don de perseverancia de estos hombres y mujeres radica la esperanza de escapar a las realidades mendaces y apócrifas con que otros los aprisionan.”

Al final, como dice García Montero, quien redactó el epílogo con base en las instrucciones que le dejó su esposa, el protagonismo se lo lleva la bondad de la existencia: se gane o se pierda, nunca hay que renunciar a las convicciones. Se trata, sin duda, de un libro que marcará un antes y un después en la literatura en español.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.