Nos encontramos con un libro testimonial escrito por una mujer maravillosa que, hace unos años, decidió indagar sobre historias de vida, voces de mujeres, cercanas, a través de algunas redes sociales. Y resulta que no fueron pocas, sino muchas mujeres, usuarias de esas redes sociales, las que decidieron contarle a Angela Devis, abogada a quien conocí en mi época de estudiante en la Universidad el Rosario, sus historias de vida, de dolor, de superación.

El libro se titula “Voces: La tuya, la mía (Uniediciones, antiguo Grupo Editorial Ibañez)”, cuyo lanzamiento tuvo lugar el pasado 28 de abril en la FILBO 2019.

Y si, ella se tomó el trabajo de entrevistarlas a todas, de conocerlas a todas, de lograr hacer de su voz literatura.  Como dice el mismo libro, se trata de “Mujeres reales, corrientes, tenaces. Aquí están sus relatos, sin filtros, sin adornos, sin la intención de ser “adecuados”. La vida no como debería ser sino como es. Una montaña rusa de emociones con una cuota de realidad sin editar que garantiza que parte de tu vida, de tu historia, esté en este libro”.

Tuve la oportunidad de conocer a Angela y su obra en el club mensual de lectura que conformamos con un variado grupo de amigas desde hace más de 3 años en la ciudad de Bogotá, y ella continúa siendo parte del mismo.

El día en que la conocimos, ella llevó a su prima, una de las valientes mujeres que se decidió a contar su historia y que, desde la distancia que dado el tiempo, nos regaló generosamente su relato de alma femenina, ya recuperada, de una compleja situación de violencia intrafamiliar, producto del machismo y misoginia sin límite de su exesposo, situación que puso en riesgo su vida y la de sus hijos.

Y así hay muchas historias, pero no solo de violencia intrafamiliar, de tristezas o abandonos, sino también de alegrías, de gratitudes. Variopintas voces femeninas que trazan historias jamás contadas pero que un día se atrevieron a hacerlo frente a una mujer que, por fin, no las juzgaba. Angela pues, hizo un bello trabajo de edición sin juzgamiento. Un testimonial puro.

Evidentemente las historias que me causaron mayor impresión fueron las de mujeres que lograron salir adelante en situaciones culturales complejas que no podemos seguir tolerando. El horror no debe ser olvidado, al decir de Hanahh Arendt, la filósofa y escritora alemana -judía- exiliada en Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Y menos aún el horror doméstico, causado por la maldad humana, agrego yo.

Esos testimonios que me impresionaron – que son tan valiosos como todos los que hay en el libro-, dan cuenta de una cultura que no solo ha tolerado sino fomentado ciertas conductas que muchas veces no logramos explicar, y de las cuales únicamente logramos “huír”. Arendt, en sus libros, pero especialmente en “La banalidad el mal”, analiza el origen de la maldad humana: Esta cultura nuestra ha fabricado seres humanos – hombres y mujeres- cuyos actos muchas veces son monstruosos – por activa y por pasiva- y que usualmente están movidos por orgullo, envidia, odio o resentimiento.

Pero hay casos en que definitivamente, ninguno de estos móviles aplica. Porque hay hombres que hacen actos monstruosos, pero que a la luz del mundo son seres ordinarios, corrientes, hasta “del montón”, y hay mujeres que son unos monstruos consigo mismas o con los demás.

Indica Arendt que los peores crímenes no requieren grandes motivos, y que no hay convicciones ideológicas ni motivaciones especialmente malvadas. Y para Arendt esta forma de mal solo se explica porque el ser humano se ha transformado en superfluo.

La sociedad ha formado sujetos que pueden ser inteligentes y hasta “sabios” con esa sabiduría que da la acumulación matemática de conocimientos, pero con una ausencia total de pensamiento – como diálogo continuo y profundo con nosotros mismos en soledad: “una reflexión crítica sobre nuestras propias acciones y, a la vez, sobre la ejemplaridad de cualquier acción”-, y una aterradora incapacidad de juzgar.

Reflexión que implica, aterrizando el caso a las voces de Angela, que existen hombres que definitivamente no se pueden poner en los zapatos de una mujer para entenderla, porque la consideran como un objeto o como un ser inferior al que hay que educar. O que existen mujeres -cuyas confesiones encontramos en el libro de Angela-, que reconocen no haber podido mantener un diálogo continuo consigo mismas y han sido presas de la prostitución, la drogadicción, o han sido “abandonadoras” de sus seres queridos.

Las Voces que Angela trae son voces colombianas, breves pero profundas, del alma y del dolor. Pero el tema es universal. Y está documentado en la literatura. Por ejemplo, en la saga “Las dos amigas” de la misteriosa italiana Elena Ferrante que comienza con “La Amiga Estupenda”, la autora da cuenta de un acostumbramiento malsano al maltrato intrafamiliar y a la subvaloración de la mujer, con ejemplos, por demás brutales.

Elena Greco, alias Lenú, y su mejor amiga, Raffaella Cerullo, alias Lila, hacen un relato pormenorizado del Nápoles de la post guerra, lleno de violencia y cambios, en donde esa violencia intrafamiliar hace parte del deber esperado, y en donde la misma mujer admite como parte de su deber, de su existir, una condición de inferioridad.

Nuestras voces de mujer deben seguir siendo escuchadas -con o sin dulzura pero con contundencia- en el ámbito en donde estemos – persona, laboral, académico-, nuestras voces deben seguir siendo leídas para que la perennidad de la palabra no nos permita olvidar el horror que ha significado esta desigualdad en la historia, y si es del caso, vociferadas para impedir que las decisiones políticas o religiosas continúen minando la equidad de género. Lean a Angela Devis, hombres y mujeres, valdrá la pena, se los aseguro.

Colofón: Aunque la han malinterpretado en su última entrevista de la semana pasada en el diario La Nación de Argentina, la cantante Bebe tiene toda la razón: “lo necesario es que en los logros de la mujer participe el hombre.”[1] Y ese debe ser un gran objetivo como sociedad, con nuestras voces, orales y escritas, y con todas las herramientas, incluso las tildadas inadecuadamente como netamente “femeninas” que tengamos a nuestro alcance.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.