Sociedad en la que el vivo vive del bobo, escenario en el que parece correcto colarse en el bus o apropiarse de los refrigerios de los niños, pasa la página para circular el capítulo de las vacunas que denota la mezquindad ciudadana en una perfecta muestra de la pobre educación en valores y principios del colectivo colombiano. Pensamiento del todo vale resta significado a las adecuadas normas de comportamiento y por eso policías, taxistas, políticos, gobernantes, médicos, periodistas, y la población en general, hacen de la trampa parte de su diario vivir; inadecuado comportamiento, con muy pocas consecuencias, en donde por resultados se premia al deshonesto sobre el recto y lo malo se ve bueno mientras lo bueno se ve como malo. 

Cultura ciudadana desvanecida por innumerables actos distantes de la transparencia y la legalidad son la expresión más clara, y por demás terrible, de que se perdió el rumbo del adecuado comportamiento que conduce al camino correcto guiado por el faro de la ética. Muestra palpable de la descomposición está en la doble moral política que se tiene para haber protegido a Seuxis Pausias Hernández Solarte y Luciano Marín Arango, alias ‘Jesús Santrich’ e ‘Iván Márquez’ respectivamente, cuando existían pruebas que demostraban que seguían delinquiendo después de la firma del Acuerdo de Paz, y ahora guardan silencio cómplice ante un transito libre de los mismos en Venezuela amenazando a los colombianos; reagrupamiento de un grupo al margen de la ley que mantiene cultivos de coca y profundiza la violencia en los territorios apartados de la geografía nacional.

Delincuencia de cuello blanco que hace mucho daño a Colombia, baño de sangre desde un conflicto armado en el que convergen actores de la guerrilla, el paramilitarismo, la fuerza pública y la sociedad civil detrás del aniquilante fenómeno del narcotráfico plagado de corrupción. Ausencia de justicia real en que se escuden solapados políticos, que fungen de centro o progresistas, para polarizar desde verdades a medias e ideologías difíciles de aterrizar en el estado actual del país; defensa de lo indefendible que profundiza la herida de una sociedad masacrada por la fuerza de las armas y el terrorismo de la palabra, que intimida e infunde el miedo. Jugaditas maestras de ejemplares sujetos que hacen de las suyas con esguince a la ley y sin pagar un castigo ejemplar en tiempo real. 

Grave problema está en la naturalización de lo impropio, enseñarles a las capas más jóvenes de la población colombiana que una herencia ancestral, o estereotipo de la sociedad, es la “malicia indígena”, astuto comportamiento que justifica el robo, pisotear al otro sin siquiera sonrojarse, pasar de escándalo en escándalo porque el fin justifica los medios, saltarse un puesto en la fila o entorpecer el proceso de vacunación. Deplorable manejo que se ha dado a la inoculación nacional, sin tener las dosis suficientes, enciende las alarmas de los estamentos de control que deben tomar acciones ejemplares contra quienes han optado por favorecer a amigos y familiares sobre el personal médico como se ha denunciado en diferentes ciudades del territorio nacional.

Hacer trampa forma parte del paisaje colombiano y es estandarte para que astutos personajes, desde medios de comunicación y plataformas sociales, busquen lavar el cerebro a millones de personas y hacerles creer que el mayor problema del país está en el atraso –tecnológico, político y social– de muchos años, la guerra y el derramamiento de sangre. Realidad alterna que desvía la atención de la corrupción que carcome a Colombia, el usar la estructura del Estado, y hacer uso de sus recursos, para adquirir riqueza o beneficios propios. Discurso de odio, encarnado en quien se cree la Policarpa Salavarrieta moderna, que desde el Palacio de Liévano entrona en el poder de Twitter el expiar culpas propias exigiendo celeridad en logística de vacunación cuando en la Capital se evidencian puntos de disrupción.

Laxitud que circundan el ambiente social propaga, sin medir las graves consecuencias a futuro, la cultura del 10%, de la mordida; coima, “CVY”, torcido que conducen al ciudadano a economías informales e ilegales para el sustento. Cifras de un país imaginario que apuesta por una justicia y reparación de “los comunes”, paz con legalidad que no corresponde a un compromiso existente, mientras la realidad de los territorios se ensombrece y recrudece diariamente. Perversa formación pedagógica y didáctica que valida el que muchos busquen el atajo, –la vacuna saltándose el turno–, irrespetando la ley, pensando siempre en el bien personal y olvidando el bien general. Justificación del afán que se avala en lo pequeño del hecho, pero no dimensiona qué grande o pequeña trampa es trampa y ¡es inaceptable! 

Irresponsabilidad social se ha vuelto parte del día a día de la política, el ámbito social y familiar, habilidad mañosa y engañosa de origen criollo pasada de generación en generación, que hecha la culpa a terceros antes que asumir que lo primero que debe cambiar es el pensamiento y comportamiento personal. Usar la desestabilización para salir adelante, como sea y donde sea, es la peor estrategia que se puede emplear para poder sobrevivir como nación. La falta de ética es la médula del problema en Colombia que sucumbe ante el no respetar las reglas, realidad con la que se vive a diario. País de anuncios rimbombantes para subir popularidad efímera que se esfuma ante el incumplimiento gubernamental que como si nada trata de dejar en el olvido la meta que se tenía de vacunar a millones de colombianos en el mes de febrero. 

Cínico comportamiento que inicia con una copia en el escenario escolar, escala a la compra de títulos profesionales, trasciende a las artimañas políticas o el fraude que ahora emerge con la pérdida de dosis de las vacunas y los artificios de médicos para acceder a la inoculación antes de lo dispuesto en la lista, llama a preguntar si en Colombia se va camino a vivir lo mismo que ya se vio en Perú y Argentina con figuras del gobierno central y las administraciones locales. En caso de suceder es una estupenda oportunidad para exponerlos al escarnio público y otorgarles una ejemplar sanción. Estado de inconstitucionalidad que no resiste carteles de vacunas “VIP” bajo la omisión de las autoridades en el cumplimiento de sus obligaciones, lamentable espacio de derechos ampliamente insatisfechos.

Actitud de cambio inicia en el entorno cercano y tiene una dosis de culpa particular en cada uno por avalar las motos usando los andenes, ciclistas pasándose los semáforos en rojo, gente botando basura desde sus autos, sujetos colándose en filas, el amiguismo en los trabajos y aquel que busca sacar tajada en todo. Parece que poco o nada importa que otro mate o robe, llegó el momento de asumir responsabilidades sociales, políticas y administrativas y dejar de recibir explicaciones desorientadas con matices plagados de intereses ideológicos y sin ninguna coherencia. Bravuconería lleva a mirar muy arriba para reconocer el problema que tiene el país, desidia de la gente con el crimen y la corrupción. Normalización de la conducta comportamental lleva a que las personas no protesten, no alcen la voz y no digan absolutamente nada ante lo aberrante que pasa en la nación.

 

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Escuche aquí el podcast de la columna ‘Actitud comportamental que eclipsa la realidad’

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.