Esta sociedad nos invita a tomar decisiones de vida, como hacer ejercicio, dejar de fumar, perseguir nuestros sueños, ayudar al prójimo. Nos dicen: “Si no es ahora, ¿cuándo?; si no eres tú, ¿quién?”. Las mismas preguntas me hago cuando me recomiendan una nueva serie. “Si no empiezo ahora, ¿cuándo?; si no la veo yo, ¿entonces quién?”.

Solían ser tres las cosas que todo ser humano debía hacer a lo largo de la vida: tener un hijo, escribir un libro y sembrar un árbol… Ahora parece que, en cambio, lo que todo ser humano debe hacer a lo largo de su existencia es ver tres series: ‘Game of Thrones’, ‘Breaking Bad’ y ‘Los Soprano’. La primera es muy larga, la segunda es muy lenta y la tercera es todavía más lenta. Es más fácil escribir en un árbol, tener un libro y sembrar un niño.

Sí, me conmueven los horrores del mundo. Sí, me indigno con lo que pasa: los incendios en Australia, las “chuzadas” del Ejército, la suplencia de James en el Real Madrid. Sí y mil veces sí. Pero, ¿y qué hago? ¿Viajo a Australia con un balde? ¿Asumo la Presidencia para purgar a las Fuerzas Militares? ¿Le doy un calvazo a Zidane y pongo a James a calentar?

Claro, me repugnan los asesinatos de líderes sociales, ¿pero qué más puedo hacer además de tuitear, retuitear y dar ‘like’ ventia’o? Escribir intensamente en redes, como mucho, sirve para conseguir trabajo como Alto Consejero para las Comunicaciones de este gobierno.

Muchas veces cojo impulso. Veo una noticia que me invita a hacer algo útil, como participar en una jornada para ayudar a los hermanos venezolanos. Y justo antes de hacer clic, veo otro titular que dice: “Estas son las películas y series que salen de Netflix en enero”: ‘Iron Man’, ‘Kung Fu Panda’, ‘Madagascar 1, 2 y 3’. Estoy seguro de que en este punto todos pensamos lo mismo: en febrero esas películas ya no van a estar ahí, pero los venezolanos seguirán aquí, así que veo Netflix en enero y ayudo a nuestros hermanos el próximo mes.

Me pasa, mucho, que quedo descorazonado cuando voy a cine y veo alrededor del centro comercial a tantas personas mendigando, acompañados de bebés y niños. Las crispetas parecen sin sal. La Coca Cola sabe a Pepsi. “Qué duro”, pensé el otro día, cuando fui a ver la última entrega de La Guerra de las Galaxias. “Qué duro para Rey… vivir así, como un jedi solitario, peleando contra todo un imperio. Pobre”.

En otra ocasión me encontré con la voz inspiradora de Greta Thunberg y tuve un profundo deseo de cambiar el mundo. Sin embargo, acto seguido, vi que todos estaban hablando de los Golden Globes y empecé a planear cómo ver hasta la última de las películas y series ganadoras. “Le pido a mi hermano la contraseña de Netflix; a mi suegra, la de HBO; para la de Apple TV no tengo a nadie conocido, pero me dan siete días gratis de prueba…”.

Por cada buena causa que pudiera necesitar de mí, hay una producción audiovisual equivalente que me invita a adquirir conciencia desde el sofá. Por ejemplo, podría usar dos horas de mi vida para transmitir el mensaje de amor de Cristo, pero para qué si ya se puede ver en Netflix “Los dos papas”. Podría usar 10 horas de mi tiempo recogiendo basura, descontaminando cualquier lugar, pero mejor ver la temporada completa de Chérnobil, en HBO, y así saber qué hacer en caso de un accidente nuclear.

Hay muchas injusticias ocurriendo en el mundo. Sé que podría hacer algo más que solamente indignarme. Sé que podría pararme del sofá e ir a ayudar a alguien. Pero no tengo la voluntad suficiente. Mi decisión consciente es trabajar para mi familia, y ya. De pronto hago por ahí cositas, para creer que soy un mejor ser humano: comprar una caneca para depositar en mi casa la basura reciclable, regalar mis medias rotas en vez de botarlas, darle 5.000 pesos a mi abuelita para que se compre lo que quiera, una joya, un medicamento, lo que le dé la gana.

Mil millones de animales han muerto en los incendios de Australia. Me llevo las manos a la boca, digo “tenaz” en voz alta, le comento a mi esposa y escribo algo en Facebook. Pero al final, lo que realmente me preocupa es si al final del día tendré tiempo para ver el siguiente capítulo de la serie con la que estoy enganchado.

El nuevo opio del pueblo son estas grandes producciones audiovisuales, que se pueden ver desde el televisor de cada uno. Soy adicto a ese opio. Tan adicto que el mundo se está acabando, pero como las llamas no están llegando a mi barrio, parece que el tema no fuera conmigo. Se necesita más gente como Greta y menos gente como yo, pero la realidad es que los inconscientes somos mayoría. Por eso estamos tan jodidos. Si no me creen, vean los documentales Sociedad de Consumo, Nuestro Planeta y Antes que sea tarde. Están en Netflix, obviamente.

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La próxima, el miércoles 29 de enero: “Quisiera saber pelear, para darles en la jeta a los matones”.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.