Solo que ahora el sentimiento es más doloroso, pues toca volver a empezar el año en medio del ya habitual y extenuante caos.
Bogotá en vacaciones es simplemente maravillosa, pero cuando los niños y jóvenes vuelven al colegio y las universidades, el tráfico y la contaminación dejan a la capital como el peor lugar para vivir. El trancón empieza a las cinco de la mañana y termina pasadas las diez de la noche.
En un día normal, se anda a 24 kilómetros por hora. Aún no entiendo para qué se reglamentó un máximo de 50 kilómetros en una ciudad que es el sinónimo de trancón.
A eso le sumamos que, los buses provisionales de SITP, siguen contaminando, siguen andando y sin chatarrizar. Los carros adscritos a Uber volvieron a competir con el transporte público, los Transmilenios con Diésel siguen dejando chimeneas inmundas y repletas de material particulado, y más de medio millón de motos anda todos los días por Bogotá. Por si esto fuera poco: una enorme cantidad de peatones desesperados por los problemas de movilidad decidieron alquilar y comprar patinetas para andar por la ciudad. Es difícil hasta andar a pie.
El resultado de la ecuación anterior es como para sentarse a llorar: movilidad cero, contaminación alarmante, tráfico colapsado y enfermedades respiratorias agudas por montón.
Me pregunto: ¿de qué sirve tener Alcalde Mayor, Alcalde Local, Policía de tránsito y Secretaría de Movilidad si nada cambia? La Autopista Norte, por ejemplo, está trancada desde las 5 de la mañana. Jamás usted va a poder andar a más de 15 kilómetros en cualquiera de sus sentidos. Jamás.
Sí, se acabaron las vacaciones. Y se nos fueron enero y febrero. Ya pasó hasta el miércoles de ceniza.
Entre tanto, Duque cambió varios de sus ministros, de los que dijo inicialmente, eran para cuatro años. Evidentemente no duraron ni uno. De la economía naranja nos quedamos solo con los bonitos enunciados. Estamos por ahora en la etapa en que somos las naranjas a exprimir.
Este febrero que se acaba es uno de los meses más difíciles, en cuanto lo económico se refiere, para las familias de clase media y baja, como nos llaman aquí a la mayoría.
Lo digo porque los gastos del fin de año nos dejaron tan colapsados como el tráfico de Bogotá. A los vecinos y a mí, Enrique Peñalosa nos ‘regaló’ para este año una deuda de 9 millones de pesos en impuestos de valorización y cobro predial. La verdad no tengo como pagarlos ni siquiera a cuotas.
Me imagino que tanto usted como yo, se quedó esperando ver la declaración de renta de Antanas Mockus, a quien un fallo definitivo lo dejó sin curul. Y que lloró cuando vio las riquezas de Álvaro Uribe Vélez, o de sus amigos, y el poco o casi nulo pago que hacen en impuestos a pesar de su inmenso patrimonio.
Y mientras avanza el año con dramáticos índices de desempleo, le gastamos no se cuántos días a discutir si estuvo bien o mal que el galeno hiciera justicia por sus propias manos cuando mató a tres delincuentes que trataron de robarlo y según él, hasta secuestrarlo.
Como imperdible el nuevo estreno de la segunda temporada de la serie protagonizada por Aída Merlano llamada ‘Destinos cruzados’. A la pobre también se le acabaron las vacaciones y al parecer, si la justicia hace algo, también a los Char, los Gerlein y a todos los salpicados por la bella villana.
Mientras tanto el mundo sin asombro ve lo que pasa en la China con el Coronavirus. Que promete ser una plaga de extinción.
No sé usted, pero yo quedé de vacaciones luego de estas vacaciones.
*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.
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