Un ex atravesado es algo que no deseamos pero que es difícil de controlar. Es una presencia que nos hace sentir nerviosas, que nos roba la calma y que nos derrite cuando nos dispara al corazón con cualquier cumplido.

Los ex donde mejor están es en el pasado, allá lejos del alcance, fuera del radar, de las redes sociales, de la mente y del WhatsApp. Sin embargo, en algunas ocasiones la vida nos los trae de vuelta y nos los encontramos en la calle, o en estas fechas de descorche de año nos escriben a ese correo electrónico más viejo que el ‘Show de las estrellas’, correo que abrimos con un ardor en la cabeza y que internamente nos llena el día de felicidad con dudas. (¿por qué me escribió? nos preguntamos mientras saltamos en una pata porque no ha podido olvidarse de nosotras).

El ex aparece y el mundo se vuelve raro

Cuando escribe, llama o cuando nos lo encontramos en la gasolinera, el encuentro no queda ahí. Vemos el correo 1.000 veces, analizamos nuestra respuesta, nuestros saludos cordiales cuando por dentro estamos que nos vamos de viaje con él, o rememoramos esa llamada que apenas duró 1:28 minutos y en la que pusimos nuestra voz más segura porque nos temblaba hasta el pelo, pero que quisimos contestar.

Y si lo vimos en directo pasamos horas torturándonos al pensar si dijimos las palabras precisas, si llevábamos la pinta que nos hacía ver bien, si dimos una impresión de estar descuidadas o no, y le empezamos a narrar este encuentro a nuestras amigas como si hubiéramos tenido una charla en el Éxito con Richard Gere.

La cosa no termina ahí

El tipo sigue interesado en nosotras, y después de ese encuentro manda un mensaje por WhatsApp. O si ya le contestamos al correo antediluviano, ahora nos quiere ver para tomar un café, que es un eufemismo para decir: veámonos mijita y si nos da la gana, vámonos a hacer gimnasia sexual a un hotel.

Ya sabemos que le gustamos y ya confirmamos que este ex con alma de ‘crush’ lo tenemos atravesado desde hace años. Lo hemos podido superar porque tenemos otra relación menos tortuosa, más realista y quizá menos pasional al día de hoy, o porque en soledad nos hemos reconstruido lejos de sus pataletas, de su impuntualidad, de su falta de seriedad, y de todo ese mundo de pendejadas que nos llevaron a rescindirle el contrato.

¿Qué me pasa con él si ya pasaron años?

Cuando nos invita por fin a que nos veamos se nos pone el corazón 179 pulsaciones por minuto, nos da insomnio y nos recuerda que nuestra educación emocional con él nos hace perder el año. Nos volvemos obsesivas (revisamos el teléfono como quinceañeras), vemos si está conectado, le mandamos mensajitos para que nos conteste, y empezamos a fantasear con todo lo que haríamos con él, llenando nuestra cabeza de películas. Chatear o conversar con él nos pone en riesgo, nos deja agotadas, nos hace pensar que estamos siendo infieles a nuestra pareja, o a nosotras mismas. Algunas personas en este punto optan por bloquearlo; otras por irse separando a la brava de su influjo pasional; y las más tercas se quedarán pensando que no pasa nada si lo vuelven a ver o si se van a practicar un delirante acto de amor.

¿Sale caro acostarse con el ex?

Sale carísimo, porque la cosa con este ex no termina ahí, hermanas.

La cosa empieza otra vez, y lo que es una charla trepidante un  12 de enero, puede convertirse en siete charlas levanta pasiones el 26 de febrero, cuatro llamadas y siete horas de ‘sexting’, y todo esto sin tener en cuenta que este no es el man, ni lo será (‘never’) porque para eso está nuestra experiencia.

Le damos alas a ese relación porque estamos enganchadas a su recuerdo, pero cuando llegamos a la casa, después de haber tenido sexo con él, nos sentimos como si nos hubieran quitado algo (la cabeza, ¿tal vez?) y nos quedamos mirando el techo como si hubiésemos cometido un crimen. En parte esto último es verdad, el crimen es contra nosotras mismas, porque sabemos que no vamos a poder construir algo valioso a su lado, y porque nuestra productividad se está yendo al carajo por pensar en él.

Ojo, si tenemos pareja y hemos recaído con nuestro ex, la culpa suele ser tan cegadora que terminamos deprimidas y buscando consuelo a cualquier precio. Así que ahora, ¡lejos de tener una relación disfuncional, tenemos dos!

Para él no hay problema

A lo mejor el tipo está menos enganchado que nosotras y va fresco por la vida, pero lo importante es que podamos protegernos de lo que él nos hace sentir.

No es lo mismo como él lo gestiona a como lo gestionamos nosotras. Para él somos una sana distracción para eliminar el estrés, mientras que a nosotras nos salen corazones por los ojos y desearíamos mandarle cartas de amor, decirle que lo queremos todavía (esto no nos puede pasar porque nos golean).

Ya sabemos que él nos quita el equilibrio, nos roba el punto de apoyo y nos deja como un pollo sin cabeza esperando un nuevo encuentro. Perdemos fuerza mientras él la gana, ya sabe que esto era una batalla por el poder en el amor. Y el tipo va sobrado.

¿Cómo arreglar este problema?: Sácalo del terreno de juego

Ya sabes que con él puedes perder el partido. Si años atrás le sacaste la tarjeta roja, puedes hacerlo de nuevo. Trabaja la forma de decirle que no te hace bien estar cerca de él, no te sobres en explicaciones, pero deja claro que su influencia no te está beneficiando. Si quieres, dile que ya le escribirás cuando lo tengas más claro, (así el balón lo dejas en tu tejado), y acto seguido borra sus redes, elimínalo o bloquéalo para evitar un emoticono en el momento de debilidad.

No le contestes llamadas, ni te dejes acorralar con sus trucos de magia. Protégete para que no te monte la perseguidora y con el paso del tiempo se irá. Si pudiste vivir sin él por años, ya sabes que puedes sobrevivir sin verlo ni oírlo. Ármate de valor y despídete de él.

Si necesitas una consulta privada conmigo puedes escribirme a este WhatsApp. Todas mis consultas son online, desde la comodidad de tu teléfono.

Sígueme en Facebook: María Pasión la Doctora Corazón o en Instagram @mariapasiondra.corazon

Encuentra todas las columnas de María Pasión en este enlace.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.