A eso hay que sumarle ciertos agravantes. Una persona de un multinivel lo invita, al menos en teoría, a ser su propio jefe, a tener más ingresos. En cambio, una persona que lo invita salir de la zona de confort quiere que usted patee la lonchera, que renuncie a esa primita de Navidad que siempre logra cuadrar lo incuadrable.

De otro lado, los votantes de Duque se ocultan por vergüenza, porque saben que le han hecho mucho daño a Colombia (solo comparable al daño que le hizo “Laura en América” al Perú). A su turno, los promotores de la “zona anticonfort” no se esconden porque les dé pena, sino porque hace parte de su estrategia de largo aliento: llevan años infiltrados en la sociedad para atacar cuando uno menos se lo espera. Son miembros del movimiento SALGA (Sociedad Anónima de Latosos con la Gente Acomodada).

No se sorprenda si una de estas personas resulta ser su hermano, su pareja o uno de sus más cercanos amigos. En cualquier caso, se revela su verdadera identidad cuando sueltan esa frasecita de “coach” que parece tan inofensiva: “Tienes que salirte de tu zona de confort”. La dicen con pasmosa naturalidad y resuena como esos consejos obvios cargados de sentido común: “Debes dejar el cigarrillo”, “Bájale al traguito”, “No votes otra vez por María Fernanda Cabal”.

Al principio yo aceptaba el consejo sin cuestionar nada, como embrujado: “Pues sí… no puedo ser tan acomodado… Me tengo que exigir mucho más… ¿Qué dirá la gente?… Que solo me gusta lo fácil… Que únicamente hago rompecabezas de seis piezas… Que me cepillo exclusivamente los dientes de arriba… Que pido la carne cortada para utilizar solo cuchara… Mal… mal… muy mal… Debo salirme de esta zona de confort que me está matando… prácticamente me estoy convirtiendo en un vegetal”.

 

Para hacerle contrapeso a SALGA… ¡NALGA!

Afortunadamente, algo ocurrió. Aún no sé cómo, pero escapé de aquel trance en el que me había metido una amiga infiltrada de SALGA. De repente empecé a ver, como un hipnotizado que recupera la consciencia, como un votante de Duque que deja de ver “fake news” y al fin entiende que le van a clavar IVA a su contratico por prestación de servicios:

—Pero… ¿por qué?… —pregunté a mi amiga, aún saliendo del trance.

—¿Por qué qué? —respondió ella, asombrada de ver que su hechizo perdía efecto.

—¿Por qué me tengo que salir de la zona de confort?

—Ehhh… pues porque… la magia… la magia ocurre fuera de la zona de confort.

Empecé a entenderlo todo con absoluta claridad… como cuando Neo comenzó a ver el código oculto en “The Matrix”.

—Pero si a mí ni siquiera me gusta la magia —repliqué.

—¿Cómo no te va a gustar la magia?

—Pues no. Los magos engañan y cometen feminicidios.

—¿Feminicidios?

—Todo el mundo sabe que cortan a las mujeres a la mitad. Si no se les toca ni con el pétalo de una rosa, menos con un serrucho, ¿eh?

—Bueno, olvídate de la magia… Cuando uno está fuera de la zona de confort, aprende más —insistió ella.

—Si quiero aprender, hay documentales en Netflix y HBO. Siguiente argumento, por favor.

—Andrés, por favor, no te resistas al cambio. Abraza el cambio.

—Hipócritas. Llevan años despotricando contra el cambio climático y ahora piden que abracemos el cambio. Y luego dicen que uno es el acomodado.

—Qué difícil te pones a veces.

—No me digas… ¿Acaso te hago sentir por fuera de tu zona de confort? Deberías estar dichosa.

Para hacerle contrapeso a SALGA (Sociedad Anónima de Latosos con la Gente Acomodada), fundé NALGA (No A los Latosos con la Gente Acomodada) o ASS (por sus siglas en inglés: Anti-Annoying Society, para que coja más vuelo internacional).

Me he documentado sobre el tema (sin salirme de mi zona de confort, obvio) y he decidido que me enfocaré en desmontar las iniciativas de SALGA en los países del tercer mundo. Si hay un lugar donde no tiene sentido invitar a la gente a salirse de la zona de confort es en las naciones subdesarrolladas. ¿Por qué? Porque la gente vive inevitablemente por fuera de la zona de confort.

 

La vida misma es una zona de no confort

Dicen, por ejemplo: “Haz cosas que te causen rechazo”. Pues la gente sigue haciendo bebés todos los días, ¿no?

“Corre riesgos”. Diría que la gente pone en peligro su vida cuando cruza una avenida sin usar el puente peatonal, y pone en peligro sus pertenencias si decide pasar por el mismo puente peatonal.

“Prueba una ruta diferente para ir a tu trabajo”. Claaroooo… como casi siempre vamos con tiempo de sobra para andar experimentando.

“Cocina algo que nunca antes hayas probado”. Más de uno estará pensando en una torta de marihuana, por eso es mejor no darle ideas a la gente.

“Apaga tu celular y computador durante dos días”. Perfecto, así mi jefe me echa del trabajo y salgo de la zona de confort derechito a la zona de la pobreza extrema.

Mi punto es que millones de personas trabajan a diario muy duro. Madrugan para llegar a sus destinos. Trasnochan para cocinar su almuerzo del día siguiente. Aguantan trabajos que muchas veces no compensan el esfuerzo. Lo que quieren, a gritos, es entrar en alguna zona de confort.

Yo estuve allí alguna vez, estresado, acosado laboralmente, fastidiado de saber que mi recorrido a la oficina sería de al menos una hora y media, ansioso por la sensación de inseguridad cada vez que esperaba un bus, me subía a un bus y me bajaba del bus. Anhelaba alcanzar ese escalón que me diera un respiro. Como ese seguro del parqués donde uno pone la ficha y sabe que está a salvo, al menos durante un turno, pero de donde irremediablemente tendrá que salir porque nada es estático.

Alcancé el escalón. Estoy en el seguro del parqués. Me permití el lujo de contemplar la vida desde la paz, la quietud y la comodidad. Estoy cogiendo impulso para el siguiente tramo. No hace falta que me inviten a salir de la zona de confort. La vida misma es una zona de no confort. Hace calor y sudamos. Hace mucho frío y tiritamos. Los momentos donde la temperatura es perfecta son pocos. Hay que aprovecharlos. Imagínense que alguien dijera: “Lo veo muy cómodo con el clima. póngase una ruana para que le dé calor. Tiene que salirse de su zona de confort”. No hace falta. Ya calentará el sol o empezará a llover.

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Encuentre esta columna de @agomoso cada 15 días.

La próxima, el miércoles 3 de julio: “Me la paso compitiendo con mi esposa aunque ella no lo sabe”.

Si se perdió las columnas anteriores, aquí están:

“Propuesta al mundo mundial: revaluemos los piropos”

“Las manos son como un par de hijas: a una se le exige y sale adelante, la otra…”

“Carta abierta de un aficionado al Play Station”

“Más que un niño interior, tengo un adolescente interior… y es un petardo”

“Nadie me contó que uno también termina con los amigos”

“Cuando chiquito quería ser gomelo. Lo logré”

“Lleno de expectativas a los 18 años; lleno de incertidumbres a los 35”

“Yo pensé que después de los 33 años todos madurábamos”

“Cuando uno es de centroizquierda… y el suegro es uribista (y viceversa)”

“No solo nos gusta aparentar, nos fluye sin siquiera darnos cuenta”

“Ver la vida a través de LinkedIn, tan frustrante como verla a través de Instagram

“La Navidad es un tranquilo paseo de diciembre… para quien no tiene bebés

“Mi papá es un hipócrita”

“Ser ateo es más difícil en las vacas flacas

“Cambiar de peluquero en la misma peluquería… mala idea

 

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.