• Estudios revelan que siete de cada diez matrimonios terminan en divorcio

Esto obedece a diferentes causas: tenemos una esperanza de vida mayor y con mejor calidad de vida, así que podemos esperar tener más parejas compatibles con nosotros; el poder adquisitivo de la mujer ha ido en aumento, de forma que muchas mujeres pueden permitirse separarse y no estar en dependencia económica de quienes fueron sus maridos; y además está normalizado el divorcio como solución a una relación que no va bien, pues vemos que el compromiso ha variado de generación en generación, haciendo que los matrimonios de aguante se terminen, porque ahora lo que se pregona es vivir mejor y no convivir en sufrimiento, porque así lo dicen unos papeles.

Después de un divorcio, muchas personas tienen problemas para relacionarse con su exesposo o exesposa. Y si a esto le añadimos que puede haber hijos en común, la relación ha de mantenerse por siempre por el beneficio de los hijos que comparten.

Si esta relación no es cordial, el hablar con el exmarido o exmujer puede convertirse en una auténtica piedra en el zapato. Lo deseable es conseguir poder tener una comunicación que nos permita una relación correcta, civilizada y que cumpla con el objetivo principal: hablar de lo que hay en común: los hijos que comparten.

Para verlo con más detenimiento, un divorcio con hijos es un negocio para toda la vida. A veces una parte pide algo, y la otra tiene que aceptar o denegar la propuesta. Ambos mantienen un extremo de la cuerda por donde han de pasar continuamente sus hijos. Ni esto es del todo malo, ni tiene que suponer estar en lucha permanente. Veamos cómo puede manejarse dicha cuerda para el beneficio de todos.

  • El peso ideal de mantener la cuerda es en equilibrio

Muchas parejas olvidan que ambos padres aportan y reciben. En el momento en que una persona aporta mucho más que la otra, el desequilibrio puede desajustar todo lo demás. Más allá de los acuerdos económicos y de custodia que se hayan fijado con el juez, los exesposos que mejor se llevarán son los que saben y apuestan por esa tarea de seguir educando y formando a sus hijos con respeto y amor por partes iguales.

  • Siempre serán el padre y la madre de los niños

Aunque de forma posterior los excónyuges hayan decidido casarse con otras personas, los padres de los niños no van a cambiar por arte y gracia del milagro del nuevo matrimonio. Un hijo es una gran responsabilidad que dura para siempre y esto es irrenunciable. En lugar de asumirlo como una condena, es ideal enfocarlo como una tarea que podemos realizar con energía, amor y paciencia. Ser madre y padre es un regalo que podemos aprender a aprovechar si lo empezamos a ver como una gran oportunidad de nuestra vida. 

  • Hay algo positivo más allá de los errores

Evidentemente, si hubo un divorcio es porque la relación tenía fallos y problemas. Lo bueno es que un divorcio es una forma de decir: vale, nuestra relación no funciona y vamos a cortar por lo sano para continuar siendo felices. Está claro que ambos exesposos saben que se cometieron errores que no pudieron corregirse en su momento, pero eso hace parte del pasado. Ya no estamos con esa persona y podemos separar la historia. Si bien hay muchas cosas que nos incitan a pensar que detrás de cada error hay mucho dolor, hay que verle el lado positivo a esa persona. (Sin idealizaciones y de forma realista).

Hay un ejercicio de gratitud que todas las exparejas que estén emproblemadas para comunicarse podrían hacer: consiste en buscar 5 razones para agradecer a su expareja y dárselas por escrito. Esto no supone pedir cacao, sólo hacer hincapié en lo bueno que dejó esta persona en nuestra vida y comunicarlo por escrito. ¡Suele dar resultados impresionantes!

  • Ver el divorcio como un reinicio de la vida

Esta parte es clave. Si no aprendemos del divorcio y de lo que nos puede enseñar, podremos quedarnos dando vueltas a una rueda como hámsters en lo que supuso esa relación, o lo que es aún más grave: repitiendo ese patrón con nuestras siguientes parejas. Un divorcio nos permite aprender de los errores y ver cómo podemos embarcarnos en nuevas formas de relacionarnos en el futuro. Esto es un trabajo personal y toma tiempo, así que es prudente ver cómo podemos reiniciar una vida sin necesidad de entrar inmediatamente en una relación, primero hay que sanar la herida y después pensaremos en lo que podemos hacer con nuestro corazón. Esta reingeniería toma años, la paciencia nos permitirá hacerlo con el tiempo y con la energía necesarias.

  • Ir por etapas

Las comunicaciones con nuestra expareja pueden ser difíciles al comienzo. Tanto si hay reproches como si la herida no se ha cerrado, una llamada puede suponer un drama si no se abordan los temas importantes de la forma adecuada. Mi consejo es que la comunicación vaya al grano, con la cordialidad de un saludo y de una despedida, y que permitan abordar los temas principales que se tienen que tocar. Para los recién divorciados el correo electrónico puede suponer el primer contacto.

Las llamadas son más íntimas y permiten más comunicación directa, y por último las reuniones son la última forma de compartir y requieren de unas condiciones mínimas para llegar a buen puerto. En ese orden podremos ver cuándo estamos en una etapa o en la siguiente. Si no soportamos ver a nuestro ex, no tiene sentido que programemos una reunión. Esto nos dirá que tendremos que estar en la etapa 1 o en la etapa 2 hasta que lo hayamos conseguido.

Suerte con la relación con tu ex, recuerda que cada persona que pasa por tu vida hace parte de lo que aprendes y la gratitud es el comienzo para sanar las heridas de una relación que se ha terminado. Si necesitas más ejercicios para mejorar tu relación con tu ex, no dudes en ponerte en contacto conmigo.

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