No se trata de reflexiones emocionales ni inspiradoras, sino de reflexiones realistas. Paso a las coincidencias: hace unos días, en el Congreso Anual de la ANDI, hablé con el Alto Consejero Presidencial para la Discapacidad quien me hizo entender que el tema debe ser abordado con prioridad a nivel público y privado, pues cada día vivimos más y estaremos llegando a mas años con no sabemos qué calidad de vida y la vejez, en la mayoría de los casos, trae consigo discapacidades que, reflexiono yo, el país no está preparado para atender.

La semana pasada igualmente comencé a leer el estupendo libro de “21 Lecciones para el siglo XXI” de Yuval Noah Harari quien, a lo largo de varios capítulos, nos habla de cómo la biotecnología va a alargar nuestra existencia, en donde la predictibilidad a través del análisis de toda nuestra información en salud, debidamente utilizada en tecnologías de mejoramiento de la salud, nos hará vivir por muchos años. Y para completar las coincidencias me encuentro con el Día Nacional del Adulto Mayor y el Pensionado, establecido en Colombia para el último domingo de agosto, día que pretende concientizar sobre la importancia de los adultos mayores en la sociedad y de la gran necesidad que tienen de cuidados, protección y cariño de la gente que los rodea, familia, amigos, comunidad y de acciones estatales, sociales, empresariales, etc., para su no exclusión del “sistema”.

El transcurso de los años nos lleva a preguntarnos y a buscar respuestas sobre cómo será el último ciclo de nuestra vida en la vejez. Con el paso del tiempo experimentamos cambios físicos, mentales y emocionales que aumentan a medida que nos acercamos a ese último escalón de vida en un proceso heterogéneo, intrínseco e irreversible, con la madurez y la experiencia que cualquier joven envidiaría.

Precisamente, el envejecimiento de la población es una realidad sin precedentes en la historia de la humanidad. Diversas son las causas como el aumento de la esperanza de vida, la disminución de la mortalidad, el control de las enfermedades infecciosas y parasitarias, descenso de las tasas de fecundidad, mejoramiento de las condiciones sanitarias y la atenuación del ritmo de incremento de la población.

En referencia a la edad promedio, en países como Níger es de 15 años, mientras que, en varios países europeos así como en Canadá y Japón, es de 40 años o más. Según el Censo actual colombiano, la edad promedio es de 31 años, mientras que en el censo de 1985 era de 20 años. Acelerado el cambio, ¿verdad?

Pero más que el promedio, debemos dar un vistazo a la esperanza de vida o expectativa de vida que es la media de la cantidad de años que vive una determinada población absoluta o total en un cierto período.

Según el Banco Mundial, a 2017, la esperanza de vida en Colombia, es de 75 años Según el último Anuario Estadístico de la CEPAL (2018), Latinoamérica tiene un nivel de esperanza de vida al nacer de 75,2 años que la sitúa por arriba de Asia (73,3) y África (62,7), aunque mantiene una brecha significativa respecto a América del Norte (79,2), Europa (78,3) y Oceanía (78,4). Hay desigualdad en la esperanza de vida entre los géneros, las clases sociales entre los sexos y entre las categorías laborales, además entre las naciones. Por eso cualquier esfuerzo por la igualdad disminuirá esta brecha.

La esperanza de vida al nacer, en los países de bajos ingresos (62.7 años) es 18.1 años menor que en los países de altos ingresos (80.8 años). La diferencia se debe a causas que con frecuencia se pueden prevenir o tratar mediante el acceso a servicios básicos de salud.

En Colombia, según datos del Censo 2018, la población mayor de 60 años representa el 9.1% de la población en Colombia y se espera que para el 2050 represente más del 20% del total de la población que estará cercana a los 72 millones de habitantes. Y no nos estamos preparando adecuada e integralmente…La actual Política Colombiana de Envejecimiento Humano y Vejez, es, a todas luces insuficiente para lo que se nos viene encima…

El envejecimiento trae consigo mayores índices de dependencia y mayores costos de atención médica. A pesar de que en el país cada día hay más personas mayores de 60 años, existen enfermedades que, según la Organización Mundial de la Salud, tienen una alta prevalencia y ocupan los primeros lugares de carga de la enfermedad como el cáncer, enfermedades cardiovasculares, afecciones respiratorias crónicas, metabólicas y neurodegenerativas. De hecho, unas de las grandes afecciones de la población mayor es la depresión. Según el Ministerio de Salud y Protección Social, ocho de cada diez adultos mayores sufren más de una enfermedad, lo cual representa un gran desafío del Sistema de salud para prevenir y detectar las enfermedades crónicas. Las llamadas medidas no farmacológicas, son claves en el tratamiento de la depresión: las redes familiares y de amigos son esenciales y fundamentales en este tema.

Diversas enfermedades se pueden prevenir o retrasar con hábitos saludables como la actividad física, la nutrición adecuada y una vida mental y emocionalmente balanceada, cuyos factores traen consigo un mayor bienestar. El ciclo final de vida no debe asociarse con un mal estado de salud; más bien, debe verse como una oportunidad para fomentar una vejez activa, digna y saludable desde la edad temprana y promover campañas preventivas que contrarresten el aumento de las enfermedades en los adultos mayores, lo cual repercutirá en una menor carga fiscal, tanto para el sistema de salud como el pensional, ya que a medida que la población envejece, se generan mayores índices de dependencia y costos de atención médica.

El envejecimiento implica todo un reto para las personas, sus familias, la sociedad y para las instituciones llamadas a implementar políticas públicas y programas que den respuesta efectiva a las necesidades de los adultos mayores. La empresa privada no puede quedarse atrás. Las personas tienen una responsabilidad ineludible consigo mismas para llevar a cabo prácticas de autocuidado, y a su vez, las familias representan la red de apoyo más cercana. Las ciudades deben adecuarse y la sociedad prepararse para recibir a esta población que tendrá sus propios desafíos, en muchos casos relacionados con discapacidades propias del envejecimiento; los servicios públicos y privados deberán adaptarse, y la mentalidad de los jóvenes, con respecto a estos nuevos “senior”, deberá ser comprensiva e incluyente.

Independiente de la edad que tengamos, posiblemente llegaremos a la etapa que hoy atraviesan muchos de nuestros padres y abuelos y, para ese entonces, podremos responder cómo vivimos nuestra vejez, ojalá en las mejores condiciones de bienestar, salud y dignidad, y debemos procurar que la sociedad y el Estado hagan los mejores esfuerzos para adaptar sistemas, ciudades, servicios para nosotros mismos, pues el día de mañana, seremos esos ciudadanos adultos mayores. Porque como dice el dicho: “P´allá vamos todos”.

PD: Agradecimientos infinitos a Angela Chaparro Madiedo pues sin ella hubieran sido imposibles estas reflexiones y en general, esta columna.

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