Leo, escucho y veo todos los días que nos dicen “No se toquen”, “no se abracen”, “lávense las manos cada que pasen por el baño”, “no respiren”, “no escupan”, “aléjese de la saliva de cualquier otro”… y pienso en qué debo decir, cómo sumarme a esta causa sin perder esta parte de la vida que me gusta tantísimo.

El COVID-19 me tomó por sorpresa y en una semana cambió mi vida, me di cuenta de que puedo salvar al mundo simplemente quedándome en mi casa, puedo ser parte de la solución sentada o acostada o con un dildo o, como en verdad lo salvo: en casa, al lado del hombre que amo y dos gatos.

Pero es PornHub el que ha entendido bien la cuarentena y el que ha dado un valioso aporte a esta crisis. Con el fin de “estimular” a países muy afectados hasta el momento (España, Francia e Italia) para que se queden en casa ha regalado su contenido ‘premium’ hasta el próximo 8 de abril. Qué gran regalo para esta cuarentena. Todavía no nos han prohibido tocarnos y entiendo que en este momento las personas no están calientes, esa no es la prioridad. Pero esta es una oportunidad única de salvar el mundo una paja a la vez.

Sí, es verdad que estamos en una situación difícil, que produce paranoia y que pensarla es abrumadora, pero también es una oportunidad. ¿Qué puedes hacer aparte de teletrabajar, comer, informarte y dormir desde la casa? Los mejores orgasmos que he tenido en mi vida me los he dado yo a mí misma y no han sido precisamente en una situación de bienestar.

El estrés me pone, estar en situaciones extremas puede estimular el cerebro y ayudarlo a tener un placer culposo delicioso. El experimento consiste en dejar de lado esa estúpida creencia de que un acto grande es lo único que puede cambiar una realidad y meterse las manos dentro del pantalón. El porno ayuda cuando no te puedes hacer la película y existen tantas páginas gratuitas como gustos y parafilias.

Solo tienes que quedarte en casa, escoger un lugar tan romántico o tan guarro como quieras. Es fácil en esta era digital porque puedes llevarte el celular hasta el baño, la cama o el sofá de la sala que parece que te está esperando. Buscar alguna página que cargue rápido (porque esperar en esos momentos puede arruinarlo todo), buscar el lubricante frío o caliente, dependiendo del gusto y disfrutar. Cuando vuelves a abrir los ojos la realidad pesa menos y hasta tienes nuevas ideas, el problema se ve menos grave de lo que parece. Por otro lado leer también puede calentar las casas solas y recrear nuevos espacios.

Estaba cansada ya de que me gustara, no soportaba la idea de que nos contáramos orgías y experiencias extraordinarias caminando por la ciudad y que después todo terminara en un abrazo tímido de buenas noches. Llevaba un buen tiempo soltera y por primera vez me daba miedo dar el primer paso, porque hombres así no se reproducen hoy en día.

Mis amigos y yo queríamos bailar y celebrar la vida, como lo hacíamos desde que nos encontramos en ese bar cutre de Chapinero en donde ya mi fama de soltera excedía la realidad. Ese día, solo por ese día, quisimos cambiar de roto y terminamos en el Centro de la ciudad en un rincón jiposo y maloliente, lleno de calle y mugre.

Él estaba ahí, con su chaqueta larga y sus ojos fríos y amables, con el olor que me ponía nerviosa y su indiferencia selectiva. ¿Qué vamos a tomar? Tequila, dije empezando el plan de llevármelo a la cama como fuera, no solo porque estuviera súper caliente, también quería decirle que lo quería a él y lo había decidido porque sentía que después de tantas pelas en el amor, ya estaba lista para apreciar todo eso que había conocido sin siquiera darle un pico en la esquina de la boca. Claro, también porque tenía manos grandes y tenía un buen augurio de que su pito fuera grande y gordo.

En total fueron 3 botellas de tequila y no sé cuántas cervezas. Mis amigos, a los que les voy a cambiar el nombre, estaban borrados todos. Amor, mi amiga que más aguanta en el mundo del alcohol, estaba vomitando en las matas de la casa de Ternurita, donde terminamos todos en la madrugada. A las 7 am le dije que nos fuéramos a mi casa y nos acostamos a hablar… yo tenía que estar despierta y atenta a todo lo que decía y mi cerebro solo pensaba que después de 12 horas en este plan algo tenía que pasar. Saqué todos, TODOS los trucos que me sé para seducirlo: los de quinceañera indefensa y ‘femme fatal’, ‘duck face’, apelé a la ternura dándole un desayuno con yogur sin azúcar y frutos secos que sumaba ningún punto con ese guayabo brutal que tenía el pobre.

Pasó una eternidad. En esos momentos de traga absoluta se evidencia la relatividad del tiempo y cuando estaba a mi lado las horas eran cortititas. En cambio cuando no estaba sentía que en esa misma hora habían pasado semanas. Ese día, después de muchas semanas contadas por mí, horas en tiempos humanos, salí del baño recién bañada y con calzones de encaje negro. Mi versión es que solté la toalla, le quité la cobija y me monté encima sin piedad. Le di besos, me le comí la boca con todas las ganas que me había aguantado. Me corrí calzones y me puse la punta de su pito en mi coño. Todo me temblaba, pero ya no tenía miedo, tenía ganas y las iba a usar. Me acomodé para que entrara toda su masculinidad y no me había equivocado, el análisis detallado de las manos nunca me falla. Se me puso en blanco la mente, me incliné 45º hacia delante y lo cabalgué con toda la fuerza y la calentura durante horas (minutos para cualquier mortal).

Normalmente las primeras veces son flojas y desteñidas pero esta no, yo me pude venir y las embestidas sincronizaron perfecto, era él, ese era el zapato de la cenicienta. Supe que era porque no quise pedirle un taxi y me tumbé a su lado pensando en lo bueno que es encajar.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.