Estaba en un grupo de Whatsapp en el que, sin esperarlo, empezaron a compartir cuanta porquería circula en la red. El contenido pornográfico era lo menos perturbador. A mi celular llegó un video de un hombre lanzándose desde un edificio en Estados Unidos, otro de un aparente ladrón cuyos dedos eran mutilados por el líder de una pandilla en México, varios videos íntimos en los que quedaba expuesta la identidad de alguna mujer, incluso zoofilia con una gallina… Le mostré este último a mi esposa, horrorizado. Ella vio asqueada el video y advirtió: “Si esta es tu manera de proponerme una relación abierta o un trío, necesitas urgente un psicólogo”.

Le aclaré que eran cosas que compartían en ese grupo. Le dije indignado que en los videos íntimos solo se veían las caras de las mujeres, típico de esta sociedad heteropatriarcal y machista donde los hombres tienen la desvergüenza suficiente para filtrar esta clase de material y la cobardía necesaria para asegurarse de que las caras de ellos no puedan ser reconocidas.

—Son videos largos. Puede que en algún momento sí se vean las caras de los tipos— cuestionó mi mujer.

—Créeme que no —respondí con determinación—. He visto los videos 10 veces…

Solo ahí entendí que me habían tendido una trampa.

—Ahhhhh… Vean al defensor de los derechos de la mujer, al feminista indignado… pero si se ha entretenido de lo lindo con estos videítos. Tan considerado él.

—No es verdad —me defendí nerviosamente—. Quería encontrar pistas para denunciar a esos degenerados, tal vez un lunar o un tatuaje que me condujera a la verdad.

Superado el malentendido, mi esposa aún tenía una gran inquietud:

—Y a todas estas… ¿En qué grupo estás que se comparten esas cosas tan adolescentes?

Mi respuesta no pudo salirme de manera más natural:

—Es del grupito que tenemos los que jugamos fútbol en el Play.

Mi mujer se echó a reír. Me dijo que no se podía esperar más de una banda de adultos que todavía juega maquinitas.

—No son maquinitas —repliqué ofendido—. Muchas personas no lo entienden, pero el Play Station es una consola de última generación que recrea mundos y tramas complejas para el goce de millones de personas alrededor del mundo.

—Claro —dijo ella con sarcasmo—, como Dragon Ball.

Yo me lo iba tomando personal.

—No señora —reviré—. Esto hace parte de una compleja y avanzada industria de entretenimiento para adultos que mueve millones y millones de dólares alrededor del mundo.

—Me perdí —ironizó mi esposa—. ¿Seguimos hablando de las maquinitas o ya pasaste a hablar del porno?

 

“Gómez es mucha nena”

Ante la irracionalidad de ella, hice lo que cualquier hombre adulto haría en esa situación: me quejé con mi mamá. Ella, la única mujer que siempre ha estado ahí para escucharme, me dio la solución mágica:

—Dígale a sus amiguitos que no sean groseros. Y si ellos siguen con esas, usted se va del parque con su balón.

Obviamente, si mi esposa no entendía el concepto del Play Station, mucho menos mi mamita iba a entender que estaba hablando de fútbol “online”. Sin embargo, puse en práctica su consejo. Escribí al chat, sentando mi posición: “Muchachos, quiero manifestarles que yo entré a este grupo para que organicemos torneos de FIFA (así se llama el juego para las esposas y madres que leen esta columna). No me interesa ver ni ‘snuff’, ni porno, ni zoofilia”.

Mi mensaje era tan centrado, tan sensato, tan medido, que supuse que muchos en el grupo apoyarían mis palabras, que habría emoticones de aplausos, que enviarían GIFs de ovaciones o quitadas de sombreros… pero no.

Jejejejej no me acordaba del video de la gallinita. Pobre.

Jijijijijiji A esa si que le dieron por el chiquito

Ya supieron quién era la hembrita? Dicen que es de la javeriana.

La gallinita estudia en la javeriana? Si ve que ahí aceptan a cualquiera?

No lo podía creer. Ofuscado, respondí: “Primero que todo, y para dejar las cosas bien claras… pregunté con mis contactos en la universidad y nadie conoce a la mujer del video. Pero ese no es el punto… El punto es que no tengo por qué recibir este tipo de contenido en mi celular”.

Pensé que era un argumento irrefutable, pero no. Alguien más salió con una de esas perlas que uno no sabe ni cómo razonar.

Jajajajajajjajajajajajajaja Gómez es mucha nena. Es una niña con pipí. Jajajajajajajajajajajajajajajaja

Todas esas respuestas venían de personas de más de 33 años. Varios tenían hijos. Incluso, varios eran padres de niñas. Me resultaba inverosímil leer sus chats y pensar que eran escritos por adultos a cargo de criar a la siguiente generación de ciudadanos. No pude contenerme. Reaccioné con unos niveles de violencia que hasta ese momento desconocía: “¡Espejito, espejito! ¡Todo lo que digan se devuelve derechito!”. Y como si fuera poco, lancé un último insulto de tal calibre que en ocasiones me sonrojo, aunque lo merecían: “¡Incultoooooooos!”.

La discusión fue mucho más larga, pero todo el tiempo de ese mismo estilo. Me expulsaron del grupo. El que disonaba era yo. Lloré sobre mi cubrelecho de Spiderman. Mi mamá me consintió. Mi esposa se rió. Abrí YouTube. Vi varios videos de Dragon Ball. Al fin me tranquilicé.

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La próxima, el miércoles 13 de marzo: “Lleno de expectativas a los 18; lleno de incertidumbres a los 35”.

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