La expectativa de vida se acorta por factores como enfermedades catastróficas, accidentes, hechos violentos y otras eventualidades. Pero es esencialmente debido a las malas prácticas humanas y a la falta de un adecuado autocuidado que se reduce la longevidad y la capacidad productiva.

Los índices de inactividad física en Colombia siguen siendo alarmantes, bordean el 70 por ciento. La misma fisiología del ser humano exige unos mínimos niveles de ejercitación física diaria, de lo contrario los riesgos de la degeneración temprana son elevados. De allí que por solo tres males crónicos mueran en el país unas 100 mil personas al año. Pero por más investigaciones y demostraciones contundentes sobre el valor de moverse más, el estilo de vida evoluciona hacia esquemas poco saludables y de mayor “comodidad”.

No existe en Colombia una política pública y educativa seria que priorice el fomento de comportamientos saludables, apenas rellenos. Son los mismos políticos y sujetos del poder quienes ‘deseducan’ a la población. La mayoría son obesos, con papada, coloraditos (con cardenales), barrigones y alérgicos a aquello que implique emplear las propias energías. Pero más aún bebedores sociales, tal vez fumadores, con extraordinario culto a su hermoso auto y que gustan tener gente a su servicio para sentirse importantes y para ahorrarse la fatiga. Con esos arquetipos de la sociedad, para qué enemigos.

Los ejemplos también abundan entre los periodistas ‘celebridades’ afectos a los ‘lamparazos’ (alcohólicos sociales) que se creen intocables o inmortales. Deberían aprender de la lección que les dejó su colega Alejandro Nieto (QEPD) tristemente desaparecido precozmente, ya que muchos podrían tener ya el agua al cuello. Son más vulnerables de lo que se imaginan o se creen.

De grandes cenas, están las sepulturas llenas, y no aprendemos (recuérdese el caso de D’Artagnan. La historia reciente lo demuestra con la desaparición temprana de famosos políticos, personalidades o ‘chefs’ apasionados que con evidente sobrepeso mueren en su ley. Seguimos promoviendo recetas gastronómicas cargadas de grasas saturadas (origen animal), platos folclóricos con excesivas calorías y peligrosos ingredientes buscando sabores frívolos para complacer un tonto buen gusto. Es la ignorancia crasa de algunos eruditos cuyo precepto fundamental es vivir para comer.

La principal política de salud pública debe ser educar para preservar y vigorizar la vida humana. Para ello se requieren estrategias que formen en las personas criterios sólidos de autocuidado que lleven a un estilo de vida equilibradamente sano. Es necesario intentar desterrar todo contenido de grasa animal en los alimentos, eliminar el uso de azúcar añadida y reducir integralmente la ingesta excesiva de calorías. La actividad física es esencial y el sedentarismo debe ser combatido en todas sus dimensiones. Todo movimiento y gasto de energía suma. Y si practicamos un deporte mejor. Pero no es suficiente con moverse, son necesarios buenos hábitos dietarios con énfasis en alimentos vegetales como verduras y frutas.

Recordemos que “lo que se come se cría”. No sigamos alimentando el fantasma de la muerte súbita con esos comportamientos displicentes, que por falta de buena educación han hecho carrera en nuestro medio. El fin de año es época de riesgos, pero debemos tomar decisiones mesuradas con criterio de vida para gozarnos con creces las festividades. No olvidemos poner en práctica este ineludible principio: por tranquilidad, en esta Navidad y en el año nuevo  “poca cama, poco plato y mucha de suela de zapato”. Felicidades.

Apostilla: Honraré la Navidad en mi corazón, respetando mi cuerpo, y procuraré conservarla durante todo el año.

*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.