Con disciplina y autocontrol. Con valentía e inteligencia.

Dejemos por fuera a los amantes innatos del ‘fitness’. Saquemos a los que dicen tener antojos de ensaladas y quinoa. No tengamos en cuenta a quienes sueñan con que suene la alarma para encaramarse en una elíptica o salir a correr desesperadamente sin que alguien los esté persiguiendo.

 

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Hablemos de mujeres, estudiantes, mamás, esposas, trabajadoras. De personas comunes y corrientes a las que les hacen falta horas para poder llevar a cabo tantas labores al mismo tiempo. Esas que, a pesar de todo, sacan adelante sus entrenamientos y logran hacerle el quite a tanta chuchería deliciosa que nos seduce en la calle. Qué equivocados están los que las tachan de superficiales o plásticas. Ya quisieran tener al menos la mitad del carácter, la determinación, la disciplina, el autocontrol y tantas otras virtudes que se necesitan para hacer algo sin tener tiempo y/o ganas de hacerlo.

En un mundo adicto a la comida artificial es un acto heroico alimentarse bien. Es casi un milagro dejar de comer por compulsión y placer para hacerlo con consciencia sobre el bienestar que obtenemos con cada bocado. Y es que la relación que tenemos con la comida es mucho más importante de lo que creemos. Es un gran medidor del poder que tenemos en nosotros mismos. Si no podemos controlar lo que llevamos a la boca, ¿qué te hace pensar que podremos alcanzar cualquier otra meta que nos propongamos?

¿Cuándo saldremos del círculo vicioso de empezar y desistir?, ¿cuándo dejaremos de dar 10 pasos hacia ese estilo de vida que queremos sin retroceder 20 ó más?, ¿Qué nos impide ser coherentes con nuestros deseos y el camino para hacerlos realidad? Le echamos la culpa a la voluntad, pero ya está visto que no es una herramienta segura para lograr nada. Es finita y traicionera. También nos justificamos en la falta de tiempo, pero a todos nos dan las mismas 24 horas y cada quien es libre de invertirlas o malgastarlas. Y de ahí en adelante, tenemos un mar de pretextos: los hijos, la casa, el trabajo, la genética y todo lo que se les ocurra.

Además de las excusas, también nos hemos engañado con falsas etiquetas para exonerar nuestra falta de poder y autocontrol. Seguro has usado algunas como: ‘no sirvo para ser fit’, aunque desearías serlo. ‘Soy una glotona sin remedio’, pero darías lo que fuera por tener a raya a tus antojos. ‘No nací con voluntad’, pero añoras tener una de hierro. ‘Lo que importa es lo de adentro’, pero extrañas un cuerpo armonioso frente al espejo. ‘Soy de metabolismo lento’, pero jamás has ido a organizar el problemita con un profesional. O esta, que me da risa: ‘ser fit no es espiritual’. No hay nada más espiritual que tener coherencia entre lo que se quiere, se piensa y se hace.

Así que deja de verte como víctima. Estás donde estás porque no has determinado otra cosa para ti. Y esto no solo aplica para el control que tenemos con la comida. Si lo piensas, aplica para todo en la vida. Cualquier objetivo que te propongas, desde bajar de peso hasta conseguir ese ascenso con el que llevas soñando por años o, incluso, monetizar esa idea de negocio que tienes en mente y no te has atrevido a poner en marcha.

Empieza a reorganizar tu vida. Un buen comienzo es tener el control de tu alimentación. De verdad, si no puedes con eso difícilmente podrás tener control sobre cualquier otra cosa.

5 tips para lograrlo…

Alianzas que corrompen

 

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1. Dejemos de hacer asociaciones equívocas: estoy triste, voy por ese postre. Trabajé duro esta semana, me merezco ese ‘combo todo terreno’ (hamburguesa enorme, con papas a la francesa enormes y gaseosa enorme). Tengo frío, nada que no quite un chocolatico caliente… ¿pero chocolate sin pan? ¡jamás!, etc, etc, etc.

¿Qué tan lejos está tu meta?

2. Respondamos: ¿en dónde estamos con respecto al peso que queremos, al cuerpo que nos propusimos, a la imagen que anhelamos? ¿Hemos sido congruentes en los pasos que hemos dado y la ruta que trazamos para llegar a esa meta? No nos justifiquemos, solo respondamos sí o no. Ver nuestra posición en ese trayecto nos permitirá determinar si debemos hacer cambios en el camino.

Miremos este proceso como un viaje. Un viaje que nos llevará a conocer una versión extraordinaria de nosotros. Un viaje que debe tener un itinerario organizado y en el que no se permiten las improvisaciones. No se improvisa con lo que se quiere. Nadie, con sus cinco sentidos, improvisa con su familia, con su dinero, con su trabajo. Entonces, ¿por qué improvisar en este proceso de transformación con el que soñamos?

‘Solo por hoy’, el inicio del autocontrol

 

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3. Esta es una frase que usan muchísimo en terapias en las que hay adicciones. Y quizá, sin darnos cuenta, nos hemos convertido en adictos a la comida. Solo por hoy o un día a la vez nos permite tener control del proceso en el ahora para no cargar con la pesadez del futuro. Es más fácil pensar en que ”solo por hoy mantendré mi plan de alimentación ‘limpio’” a pensar en que debemos mantenerlo así por el resto de nuestra vida.

El ‘solo por hoy’ es vivir el presente y hacernos cargo solamente de esto. Sin importar el ayer o el mañana. Así de corto. Recuerda que en un ‘solo por hoy’ empezaron todos los hábitos que hoy practicamos: los malos y los buenos.

El problema y la solución están en nuestro cerebro

4. No es la comida, ni las personas que nos rodean, tampoco el entorno en el que nos desenvolvemos y mucho menos la fuerza de voluntad. Las tres primeras son externas y es imposible tener control de lo que no está en nosotros. La última, la fuerza de voluntad, ya sabemos que tiene corta duración.

El problema está adentro. En nuestra cabeza. En las asociaciones equivocadas que hemos hecho para aliviar la culpa. En la creatividad para idear excusas y creerlas. Tenemos la mente en ‘piloto automático’, en modo ‘zombie’ y hasta que no tomemos el control de su dirección nos llevará por donde se le dé la gana.

Una forma de hacerlo, por ejemplo, es distraer una orden dada: Si de repente se te ocurrió ir por ese chocolate que guardas en el cajón de la mesa de noche ¡No vayas! Haz otra cosa, distrae ese edicto. ¿Te ha pasado que vas a hacer algo, lo que sea, pero en el camino te detuviste a hacer otra cosa y terminaste olvidando lo que ibas a hacer? Bueno, es exactamente igual, pero a propósito, con consciencia de ese ‘entretenimiento’ que metiste para desatender la orden inicial.

Y hazte dos favores: desocupa todas las ‘caletas’ de mecato y no vuelvas a llevarlo a casa ¡Gracias!

Cultiva el amor propio

5. Está muy de moda. Todos hablan de él, pero pocos lo practicamos. No hay mejor manera de demostrar que nos importamos que cuidándonos. Haciéndole ‘mantenimiento’ permanente a esa máquina maravillosa que nos permite experimentar y disfrutar la vida. La comida es fundamental para esto, es el combustible que nos mantiene sanos y enérgicos o también enfermos y agotados. Todo depende de cómo te guste sentirte. Pero, si estás aquí, de seguro preferirás lo primero.

Lo que más nos roba amor propio es nuestra falda de compromiso. El fallarnos tanto, el permitirnos mentirnos una y otra vez. El consentir el autoengaño permanentemente. Cuando faltamos a nuestro plan comiendo cosas que no están alineadas con el objetivo al que queremos llegar creamos un inmenso malestar interior: culpa, remordimiento, desasosiego, decepción, entre muchas otros sentimientos que nos aplastan el ánimo, la energía, el espíritu. No te lo permitas más, no lo mereces y solo depende de ti hacer esa transformación.

Empieza por poner en práctica estos 5 mandamientos de autopoder. Repítelos todos los días, escríbelos en un lugar visible, grábalos en una nota de voz y escúchalos antes de dormir y al levantarte. En fin, busca una estrategia que te permita recordarlos tanto que logres ponerlos en práctica sin ni siquiera ser consciente de ellos.

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*Las opiniones expresadas en este texto son responsabilidad exclusiva de su autor y no representan para nada la posición editorial de Pulzo.