Se levantaba los fines de semana —cada 8 o 15 días para viajar desde Pereira hasta Armenia— a las 4 a. m., cocinaba su desayuno y almuerzo, los empacaba y salía con destino a la terminal a las 6 a. m. para llegar temprano a sus clases en la licenciatura en Ciencias Sociales con énfasis en básica primaria impartidas en la Universidad del Quindío. 

En ese momento, Noralba Garzón Correa tenía 71 años. “Sinceramente nada fue difícil al estar en la universidad, yo me sentía muy feliz, para mí fue una maravilla, no tuve dificultades con nada ni nadie”.

Nació en Gigante, Huila, pero pronto se fue con sus padres de aquel lugar. Muy joven se mudó a Neiva, después a Bogotá. En 1989 llegó a Pereira, ciudad en la que vive desde entonces.

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“Yo siempre, desde niña, deseaba estudiar. Pero en esa época las mujeres no estudiábamos ni trabajábamos. Yo soy del siglo pasado y entonces no era necesario. Menos si uno era del campo. El oficio de uno era acompañar a los hijos y los oficios de la casa. Dificultades como la situación económica, la distancia entre la casa y la escuela, fue imposible. Con la crianza de las hijas, uno debe dedicarse a ellas con lo poco que uno puede hacer. Así el tiempo pasó, yo hacía cursos de distintas cosas, no obstante, siempre nos decían que debíamos terminar la secundaria y yo ni siquiera había hecho la primaria”, dijo Garzón.

En el año 2000, en Belén de Umbría, en el colegio Santander, terminó sus estudios de primaria. En este mismo municipio, pero en el corregimiento de Taparcal, realizó la secundaria. “Tuve que suspenderlo porque en esos días murió mi padre entonces regresé a Huila. Allí quise continuar mis estudios, pero no pude, entonces, al regresar a Pereira seguí con los estudios de bachillerato”.

Ingresó a la institución educativa Combia y allí terminó la secundaria. “Cuando terminé la secundaria, una de mis hijas me preguntó si yo quería seguir estudiando, ¡semejante pregunta! Entonces, yo le dije que sí y me pidió que mirara qué quería estudiar”, contó Garzón Correa.

Se inscribió en el programa de Ciencias Sociales de la Universidad del Quindío en Pereira e inició clases en el 2014. Desde quinto semestre viajó a Armenia “a mí me hubiera gustado estudiar matemáticas puras o español y literatura, no pude porque esas eran presenciales y nocturnas”.

Su proyecto de grado lo realizó con un compañero y fue sobre autismo, porque una de sus nietas tiene esta condición, pudo notar que en ese ambiente hay grandes vacíos y mucha ignorancia al respecto.

“Es una situación muy desconocida, muchas personas creen que esto es una enfermedad y no, es una condición para toda la vida. Uno de los focos de mi investigación era ese, señalar que no era una enfermedad. Como yo no estudiaba ni medicina ni sicología, no querían aprobarme ese trabajo, entonces logré que la comunidad de personas autistas fuera entendida como un grupo social que se debe reconocer. Terminé en 2019, hice los 5 años completicos”.

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La sustentación del trabajo de grado la hizo virtual, pero no quería graduarse de esa manera.

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“Cuando nosotros teníamos los hijos en las escuelas y cuando ellos por alguna razón hacían cosas indebidas debían graduarse por ventanilla. Por eso yo dije, pero no necesito graduarme así, voy a esperar, algún día podré estar en la ceremonia. Esperé entonces hasta el 22 de abril de este 2022. Siempre anhelé estudiar, aunque todas mis hijas se alegraron mucho, una de ellas, la que vive conmigo, desde el primer día que estuve en la universidad se sintió muy feliz. Me acompañó a comprar los útiles como una mamá, estuvo muy entusiasmada con mis estudios. Yo quedo muy satisfecha por haber llegado hasta aquí, me hubiera gustado que fuese antes para haber podido disfrutar más. Espero ayudar a las personas que tienen familia en condición de autismo”.