Si hay otra cosa que ha dejado en evidencia el paro nacional, además del inconformismo y las necesidades de amplios sectores de la sociedad, pero también además de la violencia con que algunos pretenden aprovechar las legítimas expresiones de protestas, son las mentiras que se apoderaron del escenario y campean sin control en un país exacerbado.

¿De dónde surgen? ¿Quién las promueve? Luis Carlos Vélez avanza en un análisis en el que asegura que en Colombia “las redes están sirviendo para reproducir mentiras, que luego son tomadas por portales especializados en empujar contenido masivo y cuando las tendencias son virales, los medios tradicionales no tienen otra opción que registrar sus rectificaciones”.

También considera, en su columna de Semana, que “la propaganda es tan coordinada y muy bien elaborada que miles de personas caen en la trampa y están dispuestas a tomar acción desde la indignación fácil”, y sostiene que, en el país, “los extremistas son principalmente congresistas que quieren incendiar el país para llegar al poder”, sin precisar cuáles.

Lee También

Hay quienes, sin embargo, como Juan Carlos Reyes Cañón en El Espectador, consideran que, por ejemplo, el Gobierno se equivoca al calificar a los que protestan como “vándalos, delincuentes o que están manipulados por líderes políticos de la oposición o gobiernos extranjeros”. Concede, eso sí, que “es posible que diferentes actores criminales busquen sacar provecho de la actual crisis por medio de infiltraciones en las manifestaciones”, pero cree que “no se debe caer en el lugar común de presentar estos fenómenos como la causa que motiva y sostiene la protesta”.

“La verdad está muerta y las redes están sirviendo para asesinarla”, considera, en todo caso, Vélez, y señala con el dedo también a periodistas y hasta futbolistas que “entendieron el juego” y “actúan más como youtubers que como profesionales en su campo”, porque “están más preocupados en su ego y sus objetivos personales que en la realidad”.

(Le puede interesar: Francia crea agencia para combatir noticias falsas y proteger al Estado de manipulaciones)

Según Vélez, ellos “prefieren la indignación que la investigación y le dan más valor a la figuración que al debate con hechos probados. Su consigna es que la percepción es la realidad y la realidad no importa. […] El mundo virtual es ahora el real y no lo estamos entendiendo”, escribe, por lo cual advierte: “Son tiempos de mucho cuidado”.

En una perspectiva filosófica similar, aunque más profunda, Emiliano Monge aborda el tema en una interesante columna en El País, de España, en la que plantea, basado en el texto ‘Los sueños de Einstein’, de Alan Lightman, que “el tiempo de las redes sociales destruiría” muchos de los sueños del genio del siglo pasado, porque las redes son “ese lugar, ese mundo en donde las causas y los efectos siempre son erráticos: lo que alguien escribe, puede haberlo leído antes quien apenas habrá de leerlo; lo que se lee, puede leerse incluso antes de que lo escriba quien habrá de escribirlo”.

En otro pasaje del texto, que hay que transitar despacio por las categorías que emplea, Monge dice que las redes sociales son un mundo en el que “el que el juicio se desvanece junto con el presente pues solo existen el prejuicio e, increíblemente, una suerte de postjuicio —sin importar ni tan siquiera cuál de aquellos acontece primero y cuál acontece después, es decir, sin importar que, por ejemplo, el postjuicio suceda antes que el prejuicio—”.

No existe mejor espacio para nuestra parte maniaca que el de las redes

“Si el presente se desvanece, como en las redes sociales, si las causas y los efectos son intercambiables, qué necesidad hay de darle su sitio y de conocer el pasado y qué necesidad hay, igualmente, de darle su sitio y de medir las consecuencias”, se pregunta Monge, para después concluir que, al final, “importan solo el prejuicio y el postjuicio, o el postjuicio y el prejuicio, pues no es tampoco que entre estos exista orden alguno […]”.

Pero en el cierre de su columna, Monge sube de esas honduras y se aproxima a Vélez, pues sostiene que el tiempo de las redes sociales “busca expulsar al ser de los límites propios del ser, mediante una ecuación tan perversa como precisa, en la cual, además, se reafirma la falta de lógica entre efectos y causas”.

Y no hay, no existe mejor espacio para la excitación, es decir, para nuestra parte ‘fuera de sí’, para nuestra parte maniaca, que el de las redes, donde el individuo, otra vez, ‘fuera de sí’, se convierte, primero, en cualquiera y, después, en ninguno. A fin de cuentas, el espacio que Einstein soñó […] también era el del paso de la ontología a su contrario. Una antiontología en la que, el abandono del ser, es la única característica. La única causa en un mundo sin causas”, concluye Monge.