Están contenidas, entre líneas, en la respuesta que les dio Dean Baquet, editor ejecutivo de The New York Times, al canciller Carlos Holmes Trujillo y al ministro de Defensa Guillermo Botero, que, antes, habían enviado una carta a ese diario, considerado uno de los más prestigiosos e influyentes del mundo, reclamando por el artículo que escribió el periodista Nicholas Casey, que señala que “ha comenzado a surgir patrón de asesinatos sospechosos y encubrimientos” en el Ejército de Colombia.

Si bien Pulzo reseñó en primera instancia la carta de Baquet en un artículo titulado ‘The New York Times responde al Gobierno con clase de periodismo y comprensión de lectura’, que se aproximó a la idea de las lecciones de periodismo, solo la sugerencia de una joven y acuciosa lectora nuestra, estudiante de comunicación social y periodismo, planteó la reflexión sobre las verdaderas enseñanzas que deja este episodio para el ejercicio del periodismo. Así que el crédito de la idea de esta nota es para ella.

The New York Times

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Para empezar, hay que decir que el periodismo y los periodistas serios son respetuosos. Su demoledor poder está en el uso de la palabra, en la fuerza de los argumentos y en el acopio de datos como argumentos por excelencia de los diferentes productos periodísticos. Eso ocurre primero en el artículo de Casey y después en la carta de Baquet.

En el caso de la respuesta del New York Times, Baquet expone, respetuosa, pero enérgicamente, sus discrepancias con los reparos del Gobierno de Colombia. Primero, agradece a los dos altos funcionarios y les dice que aprecia “mucho su atención”, y a partir de ahí demuele las principales afirmaciones de Trujillo y Botero. Es en ese ejercicio en donde se puede apreciar, practicando una suerte de ingeniería inversa, los criterios de elaboración del reportaje.

Uno de los más importantes es que evitan la ambigüedad y las afirmaciones grises que se puedan entender como sugerencias. Baquet demuestra que Casey se ciñó estrictamente a lo que le dijeron sus fuentes, una de ellas, el comandante del Ejército, general Nicacio Martínez Espinel.

El editor ejecutivo de NYT defiende, así mismo, que el artículo indica de manera inequívoca —en la voz del general Martínez— que Colombia enfrenta un momento difícil en el que la paz ha sido difícil de consolidar, a pesar del acuerdo de paz de 2016, lo que ejerce una enorme presión sobre el país.

Pero el artículo también cita otras fuentes, como las órdenes emitidas por el general Martínez, que no sugieren, por ejemplo, como dice el Gobierno, que miembros de las Fuerzas Armadas han recibido instrucciones contrarias a la Constitución y a la legislación, ni que se desafían los derechos humanos internacionales y el derecho internacional.

Soldado Ejército de Colombia

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Casey se apegó rigurosamente a lo que dicen esas órdenes, aunque hayan sido, según Baquet, “bastante escuetas” y, en muchos casos, “se trata de una sola línea”.

Además de citar esas órdenes, destaca Baquet, le dieron la oportunidad al general Martínez de confirmar su existencia —lo cual hizo— y de explicarlas con mayor detalle. Así, publicaron lo que dijo el general, “a pesar de que dicha explicación contradecía el lenguaje de las órdenes que él había firmado”, agrega Baquet.

Por eso, subraya el editor ejecutivo de NYT, no sacan de contexto: porque citan al oficial “de manera extensa” a partir de la entrevista que tuvieron con él, y le otorgan “amplio espacio” para explicar las órdenes y las circunstancias en las que fueron emitidas.

Contrastaron la información. Los documentos y las declaraciones de altos oficiales que obtuvo NYT se las mostraron al general Martínez para que diera su opinión al respecto o las explicara. “Su única objeción fue que, según él, no les ordenó a los comandantes que ‘duplicaran’ sus resultados, a pesar del hecho de que sus órdenes sí piden dicho incremento por escrito. Aun así, el artículo incluyó su postura de que los oficiales habían malinterpretado sus órdenes. Una vez más, fue un intento deliberado de incluir su postura y sus comentarios tanto como fuera posible, para no dejar fuera detalles y contexto clave”, explica Baquet.

Además, el editor ejecutivo de NYT remarca que están “profundamente comprometidos” con cubrir “de manera justa y precisa” todos los países, y subraya que no tienen una “agenda política” ni les interesa “promover la ideología de ninguno de los lados involucrados en el conflicto en Colombia, ni en ningún otro país”. Las categorías que involucra acá, que, nada más y nada menos, se inscriben en las esferas de la filosofía y de la política, darían para un tratado deontológico de periodismo, que no es necesario leer para entender con este caso las líneas que no debe atravesar el buen periodista.

También dice que tienen “el compromiso de darles a las autoridades amplia oportunidad de defender, explicar y contextualizar sus acciones y decisiones”, y explica que esto queda evidenciado “con el hecho de que específicamente hemos brindado al general [Martínez] múltiples oportunidades de dar su versión de los eventos, incluso cuando contradecía las palabras que había usado en sus propias órdenes”.

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A estas reflexiones se pueden sumar las de veteranos periodistas en Colombia, que también analizaron el caso. Por ejemplo, Darío Arizmendi, de Caracol Radio, explicó que “los norteamericanos son bastante rigurosos en hacer un informe con una unidad de investigación, de varias semanas o meses, acudir a distintas fuentes, y elaborar ese informe con firma. Nick Casey es un periodista serio, riguroso. Y de ahí la respuesta [respaldo] del NYT a ese informe investigativo”, dijo.

Advirtió, así mismo, que “este Gobierno en particular tiene que ser más tolerante. Menos agresivo frente a cualquier crítica o análisis que se haga”, y soltó una recomendación universal: “Los editoriales no se refutan”.

Por su parte Juan Lozano, director de Red+Noticias, agregó que la carta del canciller y del ministro de Defensa “no solo cayó muy mal, sino que ofendió a la gente del NYT, y alerta sobre el hecho de que “no es de menor nivel el interlocutor que se montó a la pelea. Dean Baquet es el editor ejecutivo del NYT. Esto no es un problema de un reportero aislado”, dice, y resalta que la carta es “abundante” en citas de la comunicación de los ministros Trujillo y Botero, que refuta NYT.

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Para Lozano, NYT no se quedó con una nota de protesta, sino que “reviró duro, y reviró diciendo: nosotros hicimos bien nuestro trabajo periodístico”. Y recordó que ese diario tiene códigos para sus periodistas y para sus editores. “Cuando uno ve el carácter que fue tomando todo este episodio, entiende que una carta como la que mandan ni más ni menos que el canciller y ministro tenía que estar completamente blindada, sin una sola imprecisión, sin una sola fisura. Y ese episodio le está saliendo muy costoso al Gobierno”.

“La gran lección —concluye Lozano— es que los informes periodísticos hacen parte del proceso de la libre expresión y se tienen que recibir con serenidad, con respeto, con un sentido de serena autocrítica y, si hay reparos, presentarlos con toda precisión. Casar estos pulsos genera aplausos efímeros y grandes daños hacia adelante”.