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Escrito por:  Fredy Moreno
Editor jefe     Sep 23, 2024 - 8:31 am

Pese al ambiente apacible y bucólico de la hacienda La Guandinosa, situada en el municipio de Gigante (Huila), en donde grabó un mensaje para los colombianos, quedó claro que al presidente Gustavo Petro lo estremecen fuerzas internas que no puede (o no quiere) controlar. Incluso para dar una buena noticia, como la entrega de mil hectáreas de tierra a 94 familias en ese lugar, apela a reiteradas referencias negativas por cuya repetición se vienen desdibujando.

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En su discurso de este domingo, transmitido a las 7:00 de la noche, el mandatario comenzó, de nuevo, atacando a los medios de comunicación, aunque hace apenas unos días firmó una directriz para promover buenas prácticas y conductas éticas que se alineen con las responsabilidades sociales y democráticas vinculadas a la garantía de la libertad de expresión y de prensa, y que incluye el deber de que los servidores públicos, en el ejercicio de sus funciones, se abstengan de hacer pronunciamientos que fomenten la estigmatización o discriminación contra la prensa.

Si bien la directiva insta a los funcionarios a que eviten declaraciones que puedan interpretarse como incitaciones a la violencia o discriminación, y a fomentar un ambiente de respeto, diálogo y tolerancia hacia todas las opiniones y aportes al debate público, el jefe de Estado dijo: “Usted habrá visto hoy, ayer y todos estos días y meses noticieros por la televisión o por la radio, que casi todos se dedican, en todo momento, a atacar mi persona, mi familia, la figura del presidente y el Gobierno. Algunos de ustedes las creerán; otros verán y oirán con desconfianza; otros y otras no miran los noticieros ya. Pero nunca un presidente estivo bajo tanta sevicia y perfidia”.

“Esa insultadera y grosería diaria se debe básicamente a que los propietarios de esos medios, las personas más ricas de Colombia, no están de acuerdo con las políticas que implementa mi Gobierno ni con las reformas que propongo”, agregó el mandatario, e insistió: “Usan sus medios para la bajeza, e insultan mi persona y a mi familia. Qué bien que salieran al debate, el debate de frente ha sido mi costumbre, y debe ser una costumbre de la sociedad”.

En medio de ese tono pendenciero, anunció la entrega de las mil hectáreas a las 94 familias y recordó otros aspectos que catalogó como grandes logros de su Gobierno: la reforma pensional, la salida, el año pasado, de 1’600.000 personas de la pobreza y de 1’200.000 de la pobreza extrema, la baja a la mitad de la desnutrición infantil en toda Colombia, y la baja de la tasa de mortalidad materna.

“La Guajira ya no es el lugar donde más niños mueren por desnutrición”, dijo el presidente Petro, y continuó con su balance real, que ocupó poco espacio en su discurso de 18 minutos: “En el mes de agosto la inflación fue cero, inflación completamente controlada; la tasa de crecimiento económico en julio fue de 3,86 %; la industria hoy crece al 2 %; la vivienda ha crecido en 2024 6 % y la agricultura ha alcanzado un 10 % de crecimiento anual”.

Gustavo Petro habla de los falsos positivos

Todos estos logros, sin embargo, quedaron en un segundo plano ante el paso impetuoso de uno de los caballos de batalla preferidos ahora por el mandatario: los falsos positivos, a los que recurre con demasiada frecuencia, pero con una seria distorsión. En el discurso que pronunció después de firmar la directiva sobre los medios de comunicación había dicho: “No lo hicieron en la época de Uribe y sus 6.402 jóvenes acribillados. Que se tiene que silenciar, entonces hay que decirles falsos positivos. Para que la gente no sepa que fusilaron a su juventud como [Francisco] Franco [en España] lo hubiera hecho con otros nombres. Y lo hizo desde el poder, desde el Estado”.

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Y este domingo, en la tranquila hacienda La Guandinosa, el mandatario volvió a cabalgar sobre el doloroso tema: “La extorsión lleva a la gente a pensar en salvadores con látigo que terminan fusilando jovencitos por miles. Hasta su propio hijo podría ser […]. Colombia sería más hermosa con su juventud cantando, bailando y pintando; con su juventud estudiando al máximo y viviendo, y no con sus 6.402 jóvenes fusilados y silenciados a la fuerza”.

El jefe de Estado repica sobre los falsos positivos para mover a la sociedad al miedo, como si esos horrendos crímenes hubieran sido cometidos contra los jóvenes exclusivamente por su condición de ser jóvenes, como si se hubiera tratado de una terrible política de Estado contra la juventud ‘per se’. Pero tanto la definición de la Jurisdicción Especial para la Paz (JEP) como las declaraciones de decenas de militares involucrados en esos execrables hechos indican otra cosa.

Calculadamente, el presidente Petro emplea el término “fusilamiento”, que tiene una poderosa carga ideológica y política, pues más allá del significado de ametrallar, disparar, balear o tirotear, que fue como terminaron asesinados vilmente los jóvenes, “fusilar” se aplica especialmente a ejecuciones de personas por motivos ideológicos, políticos o simplemente militares.

Por ejemplo, en España, el 18 de agosto de 1936, fue fusilado el poeta Federico García Lorca por los golpistas, en las primeras semanas de la Guerra Civil, que lo acusaban de “izquierdista, homosexual y masón”.  Como la suya, muchas otras muertes fueron firmadas para ser ejecutadas mediante fusilamiento contra republicanos y sospechosos de pertenecer a esta orientación.

La izquierda también fusila. Después de tomarse el poder en Cuba, Fidel Castro derogó la Constitución de 1940 y promulgó la Ley Fundamental de la República, que ampliaba las excepciones en las que podría aplicarse la pena de muerte. De esa manera pudieron ser fusilados “los miembros de las Fuerzas Armadas, de los cuerpos represivos de la Tiranía y de los grupos auxiliares organizados por ésta”. En las guerrillas colombianas, ese tipo de ejecuciones entre sus filas también se han hecho por razones que van desde el robo de una panela en el economato hasta la traición.

Pero lo que movió en Colombia a los miembros de las Fuerzas Armadas a los falsos positivos, según las evidencias, fue conseguir beneficios como permisos y mostrar resultados. Fue una perversión del servicio militar. Un caso que sirve de ilustración es el del suboficial retirado del Ejército Néstor Guillermo Gutiérrez cuando reconoció en una audiencia de la JEP, en abril de 2022, haber asesinado inocentes.

“Yo ejecuté. Yo asesiné a familiares de los que están acá… Llevándolos con mentiras, con engaños, disparándoles, asesinándolos cruelmente, cobardemente, y ponerles un arma y decir [era] un combate, [era] un guerrillero”, dijo el militar, y después sostuvo que lo que lo llevó a él y muchos otros militares fue la presión que había de los “altos mandos” por mostrar resultados: “Había que buscar los resultados como fuera”.

Otro de los apartes de la declaración de Gutiérrez ofrece la certeza de que no se trató de “fusilamientos” por razones ideológicas, políticas o militares, sino que esas acciones obedecieron a otros intereses. “Yo le dije [a un campesino]: ‘venga, vamos a trabajar a una finca para que usted cuide la finca’”. Después le preguntó: “¿Usted sabe manejar un arma? Y cuando le pasé la pistola, [él estaba] asustado. Yo ya sabía que lo iba a asesinar. Hoy [ante] el mundo, quiero que sepan que eran campesinos que yo como miembro de la fuerza pública asesiné cobardemente. Le arrebaté la ilusión a sus hijos por una presión, por tener contento a un Gobierno”.

Con todo, el presidente Petro sigue repitiendo que fueron “fusilamientos”, y cerró su discurso de este domingo con el mismo tema, en un tono que ronda la frontera entre la advertencia y la amenaza: “Hay tres alternativas para Colombia: volver al fusilamiento de miles de jóvenes, centenares de masacres y sangre por doquier; o imponer los cambios a la fuerza, o lograr la paz dialogando y logrando que los cambios que necesita el pueblo se hagan de manera dialogada y tranquila”. Pese a hablar en un sitio evidentemente tranquilo, se nota que al mandatario lo gobierna el desasosiego.

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