Al tratar de precisar los alcances de lo que planteó en un primer texto titulado ‘Acoso’, Caballero dijo el pasado 24 de diciembre en una segunda columna al respecto —‘Acoso (2)’— que la mayoría de críticas que recibió fueron producto de un “malentendido”, pues no pretendió defender a los abusadores sexuales, sino condenar “la asimilación del manoseo indebido a la violación criminal”. Esa asimilación, para él, “banaliza lo grave”.

Y para ilustrar su postura contrasta los graves casos de las mujeres en Afganistán o en Arabia y de las niñas secuestradas por el grupo Boko Haram en Nigeria para convertirlas en esclavas sexuales con los casos de las actrices acosadas en Hollywood por el productor Harvey Weinstein y las mujeres en Nueva York por el presidente Donald Trump. “No creo que las actrices de Hollywood sean tan indefensas como las niñas raptadas por Boko Haram”, dice.

Recalca que no está defendiendo a los agresores, sino criticando “el victimismo de sus víctimas”, que, en los casos específicos que menciona, le parece “excesivo”. Y termina diciendo que si bien el machismo no es un progreso con respecto al feminismo, y que si bien ninguno de los dos es bueno ni malo, “sino que existen los dos”, ambos son “una manera de ser”. Recuerda que hay mujeres machistas y hombres feministas, por lo que cree que “el feminismo y el machismo no están condenados a enfrentarse, sino que pueden pacíficamente coexistir”.

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Esta última afirmación de Caballero provocó una fuerte crítica de Florence Thomas, reconocida feminista y coordinadora del Grupo Mujer y Sociedad, que en su columna de El Tiempo le pregunta: “¿Y a ti quién te dijo que el feminismo, aun en estos tiempos de reconciliación (¡!), puede aceptar pacíficamente el machismo, que, mejor nombrado hoy como patriarcado, es una de las máximas ideologías de poder que durante siglos ha tratado de ocultar, maltratar y silenciar a las mujeres?”.

“El feminismo, y sobre todo desde la revolución de las mujeres, tiene como principal objeto acabar con el machismo”, arenga tajantemente Thomas, y le reprocha a Caballero que, al proponer que el machismo pueda coexistir pacíficamente con el feminismo, insinúa que el machismo tendría algún valor para la vida de la humanidad.

“Antonio, en serio, ¿quieres que equilibremos machismo y feminismo? Porque […] el machismo tiene en su […] demasiado larga historia miles de víctimas. En cambio, el feminismo no tiene ni un muerto porque sus herramientas siempre fueron la palabra. Un estudioso de la historia como tú no tiene derecho a cometer este error”, termina Thomas.

Otra columnista que se suma a la corriente que enfrenta con argumentos fuertes a Caballero es Mariángela Urbina que, en una columna de El Espectador, hace una aplastante comparación: para ella, Caballero es “el Ricardo Arjona colombiano”. ¿Por qué? Porque “coinciden en equiparar el machismo con el feminismo, como si ambas cosas fueran dos maneras inofensivas de entender el mundo”.

Como Thomas, Urbina le dice a Caballero que el machismo y el feminismo no son la misma cosa. “El machismo mata centenares de mujeres anualmente en Colombia, y como el feminismo se le opone, entonces es la misma cosa. […] El machismo, definido formalmente como la actitud o creencia de pensar que el hombre está por encima de la mujer, en Colombia, para agosto de este año, había causado la muerte de 565 mujeres, la mayoría de ellas asesinadas por sus parejas o exparejas, por celos en muchos de los casos”.

Una cosa llama a atención con este episodio entre columnistas: la postura de Caballero no la ha defendido públicamente sino él mismo. Hasta ahora ningún otro reconocido opinador ha salido a respaldarlo. El costo es muy alto, a juzgar por la ola de comentarios desfavorables que ha recibido el columnista de Semana.

Mientras tanto, en la otra orilla siguen apareciendo comentarios como el de la novel feminista Valeria Correa Barrera, estudiante de cuarto semestre de la facultad de Ciencias Políticas de la Universidad EAFIT, que escribió en El Colombiano una columna que, sin dirigirse a él, le dice a Caballero que su idea de convivencia pacífica entre machismo y feminismo parece no tener futuro, porque, para ella, “todos deberíamos ser feministas”.

“El feminismo […] deviene de la necesidad de reivindicar la posición de la mujer en una historia que nos ha subordinado, equiparándonos a un trofeo, a una figura ornamental y vulnerable. Refiere a la visibilización, no solo de mujeres valientes, también al cuestionamiento de una cultura que nos ha violentado”, dice Correa Barrera.