Teóricamente, sin la multa, la ‘tanqueada’ del avión de la aerolínea Lamía solo habría costado 4.827 dólares.
Todo parece indicar que la doble condición del capitán Miguel Quiroga Murakami, de piloto y accionista de la empresa, lo llevaron a tomar riesgos que costaron la vida a 71 personas, incluyendo a todo el equipo Chapecoense, que venía a jugar la final de la Copa Suramericana frente a Nacional de Medellín.
Así lo asegura El Tiempo, que hace un recuento de las irregularidades del vuelo, caracterizadas por “irresponsabilidad extrema y precariedad económica de la aerolínea, falta de controles y posible corrupción de las autoridades aéreas de Bolivia”.
Quiroga “el empresario” habría estado preocupado porque no pudieron recoger a los pasajeros en Brasil, por una sanción previa, y las ganancias se habrían reducido porque tocó llevarlos hasta Santa Cruz, Bolivia, en un vuelo de ruta (uno comercial).
Para nivelar las pérdidas, planearon un vuelo directo entre Santa Cruz-Medellín (sin una escala en la ciudad de Cobija para ‘tanquear’), lo que significaba hacer el trayecto de 2.970 kilómetros sin gasolina de “colchón”, como en efecto la necesitó el avión cuando le tocó hacer un sobrevuelo mientras se atendía la presunta emergencia de un avión de Viva Colombia, que tenía prelación en el aterrizaje, o para ir a un aeropuerto alterno, que en este caso era Bogotá.
A pesar de ello, y los reparos de una inspectora, “la autorización para el despegue llegó. Las altas conexiones de los dueños de la aerolínea con militares habrían pesado en esta situación, y por ello hay una tormenta política en el país andino, al punto de que el presidente Evo Morales ordenó el relevo en los principales cargos de la Aeronáutica boliviana”, dice El Tiempo.
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