El origen del análisis de Reyes está en dos hechos: uno, las declaraciones que dio el periodista Mauricio Gómez, ganador del Premio CBP, a María Isabel Rueda, en las que afirmó que “es algo vergonzoso que el Estado sea el mayor patrocinador de todos los medios de comunicación en Colombia […]. Hoy, el monto del gasto estatal en publicidad […] es desconocido, pero es obvio que es descomunal”; y dos, en el veto de Trump a periodistas de varios medios.
Si bien admite que ambos hechos son diferentes, sostiene que es más predecible que las víctimas de la hostilidad hagan un mejor periodismo que el de “los beneficiarios de la obsequiosidad gubernamental”.
El tema había sido tratado en un texto de Pulzo, que se refería específicamente a los contenidos pagos (no identificados como tal) por entidades de Estado a El Tiempo, medio que que aloja la columna de opinión de Reyes.
La columnista aclara, eso sí, que la clave del buen periodismo no es el veto a un gobierno, pero advierte que se le “encienden las alarmas” cuando ve una noticia relacionada con un alcalde o gobernador de equis lugar, “y luego, en los comerciales, […] sale la publicidad de ese lugar, con un ‘jingle’ que anuncia sus obras recientes y todas sus maravillas”.
Relaciona también comerciales de ministerios y de organismos de control, “cuyo trabajo no se debería vender como si fuera un champú”. Por eso, pregunta: “¿Cuál es el sentido de ‘promocionar’ […] a la Autoridad Nacional de Televisión o al Ministerio de Vivienda? ¿Qué reacción se espera de nosotros, no digamos como ciudadanos, sino como consumidores? ¿Cuántas necesidades insatisfechas se podrían suplir con esa cuantiosa y desconocida inversión publicitaria?”.
Para ella, el adagio popular de que “nunca se da algo a cambio de nada” sintetiza ese otro costo intangible, además del de los comerciales, para la credibilidad de los medios.
“Esa reverencia frente al poder […] conspira contra el oficio del periodismo y conspira también […] contra los mismos gobiernos”, agrega Reyes. “Hoy, cuando […] se destapan escándalos de corrupción, de los que la investigación periodística no se ocupó ni alertó, preservar la autonomía de los medios es más necesario que nunca”, concluye.
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