Hace unos días, tanto en redes como en Whatsapp, empezó a rotar un mensaje sobre la ganadería colombiana que me dejó aterrada. Se trataba de una campaña, de 3 visuales, que aparece en las redes de la Federación Colombiana de Ganaderos, pero que no está firmada por ninguna institución, como si nadie le quisiera tomar la responsabilidad sobre lo que dicen.

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Su eslogan principal es “Derribando mitos sobre la ganadería en Colombia”, y le siguen tres frases que considero bastante fuertes. Una de estas, no es nada menos que “la vaca puede salvar el mundo”, una frase en la que los autores no tratan ni siquiera de minimizar lo que dicen. Se habría podido pensar en algo como “la ganadería sostenible puede contribuir a mejorar el medio ambiente”.  Pero no, nada de esto. ¡Ni más ni menos que “la vaca salva el mundo”!

Pongamos un poco de contexto para entender por qué quedé aterrada. La deforestación en Colombia no ha parado y, de hecho, en 2021 desaparecieron 174.000 hectáreas. Además, está confirmado por varios informes de organizaciones reconocidas tanto nacional como internacional (incluyendo al IDEAM), que la tala de bosque para introducir pasto y poner ganado, así como las malas prácticas de ganadería extensiva representan entre el 60 y 80% de la deforestación. Lo que implica que estas mismas talas y quemas son responsables del 33% de los gases de efecto invernadero de Colombia, además de que el espacio de tierra usado por la ganadería en el país, entre 2012 y 2017, aumentó un 36%.

Los autores de dicha campaña hablan de sistemas silvopastoriles (coexistencia de vacas con árboles). Es efectivamente una técnica que limita el impacto de la ganadería y existen muy buenas experiencias en Colombia. Pero, es un tema que hay que analizar con lupa. Si se cruzan los datos, teniendo en cuenta que alrededor de 750.000 hectáreas de pastizales sí tienen esta mezcla de árboles, mientras que 39 millones de hectáreas se usan para ganadería, esto quiere decir que ni el 2% de la ganadería colombiana se está haciendo con sistemas sostenibles. Hoy en día, la ganadería en Colombia es más un problema que una solución. Y esta campaña en vez de derribar mitos, está creando otros, haciendo pensar que la ganadería que se practica hoy en Colombia es buena.

Obviamente en esta campaña no falta la habitual crítica al vegetariano. Dicen “¿Dejar de comer carne podría salvar al mundo? Falso”. A ver, vayamos de nuevo a las cifras. En Colombia, en promedio para 1 hectárea de pasto se puede poner un equivalente de 666kg de vacas, según cifras de Fedegan. Pero comparemos esto con otros cultivos, como el maíz, que necesita más de 3000 kg/hectárea y el arroz, con 5000 kg/hectárea. El caso se repite para otras grandes fuentes de proteínas, como los garbanzos (1000 kg/hectárea) o las lentejas (800 kg/hectárea). ¿Será entonces verdad que usar un poco más de tierra para producir otras cosas que vacas, le haría mal al planeta?

Un trabajo que hizo el cálculo de la Huella Forestal Colombiana da los siguientes resultados. Para alimentarse, un colombiano promedio tiene una huella forestal de 1107,8 m². Pero quitando solamente la carne de res esta huella se reduce a 358,7 m², lo que deja el pollo, la leche, los huevos, el queso y el cerdo para tener proteínas animales si es que realmente mi cuerpo las pide.

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Para agregar un poco de ilógica a esa campaña, el texto argumenta que otras actividades, como los transportes, contaminan más que la ganadería. ¿Pero cómo se movilizan los 29 millones de cabezas vacunas que tiene Colombia de un predio al otro, hacia el matadero y hasta la tienda?

La última imagen dice: “la ganadería en Colombia acaba con la naturaleza. Falso”. Y para refutarlo no voy a volver a hablar de la deforestación que genera o con datos de producción de gases de efecto invernadero (como el metano que emite el sistema digestivo de la vaca). Tampoco con la compactación y erosión de suelo que genera el paso de las vacas dejando suelos muertos por años. Lo interesante de este visual es que cita una fuente, de la cual aparentemente provienen estos textos: la entrevista a un profesor de la Universidad Nacional en el Diario del Huila. Esta única fuente desconoce decenas de informes científicos de un solo tiro.

Claro que la ganadería sostenible y especialmente con sistemas silvopastoriles es una buena cosa. Claro que hay que valorar las buenas prácticas que algunos ganaderos han implementado, luchando contra la corriente en este país, y tratar que cada día otros apuesten por desarrollar este sistema. Pero hacer creer, con campañas de este estilo, que esta es la ganadería que hoy en día existe de forma mayoritaria en el país, no es nada menos que un mito.

Dicho de otra manera, es una publicidad engañosa. Sobre todo, cuando al momento de la compra es casi imposible para el consumidor poder distinguir la ganadería no sostenible de la sostenible, y totalmente imposible distinguir la carne de res que comió pasto proveniente de bosques deforestados o no. La trazabilidad cero-deforestación actualmente no existe por ley en Colombia. Por esto, los consumidores, por desconocimiento del impacto de la vaca sobre la deforestación de su país, no la solicitan. Mientras que los industriales y el Estado no han hecho muchos esfuerzos para lograrlo.

En vez de sensibilizar correctamente al ganadero a los problemas que generan, entregarle las herramientas técnicas y materiales para ir hacia un cambio de manera masiva, se prefiere hacer campañas que hacen creer que la excepción del país es la generalidad, negar los problemas actuales y finalmente taparse la cara con el dedo. La verdad a veces no la queremos escuchar y nos lastima, pero esconderla o transformarla no nos sirve. Ojalá esta vaca que salva el planeta exista algún día… Pero el camino todavía es larguísimo para lograrlo.

Finalmente, ya que no es la primera vez que veo estos tipos de actuaciones publicitarias, para cualquier sector, me pregunto sobre las instituciones que existen o deberían existir en Colombia, como ya es el caso en varios países del mundo, para identificar las publicidades y campañas falsas. En otros países, estos visuales hubieran sido señalados por observatorios independientes de la publicidad o consejos superiores de los medios de comunicación, y en menos de dos días hubieran tenido que ser quitados, con disculpas, explicaciones y hasta multas.